El ladrón que leyó más de mil libros en la cárcel
Este mes el New Yorker sacó un buen artículo acerca de la lectura en la prisión. Siempre ha sido un lugar común decir que leeremos esas novelas monstruosas (como las de los franceses o los rusos) cuando estemos en prisión, pero es poco probable tanto que entremos a la cárcel como que, estando allí, lo llevemos a cabo (muy pocos convictos lo hacen). Pero el hombre del que trata el artículo no solo leyó todos esos libros, sino que llevó un método temático/terapéutico impresionante, y acabó por escribir su propia novela. Redactado por el escritor ruso-americano Alex Halberstad, el artículo trata sobre la historia carcelaria y literaria del exconvicto y ahora novelista Daniel Genis, quien estuvo diez años y tres meses en la cárcel de New Haven, en Nueva York y leyó exactamente 1, 046 libros.
Genis fue encarcelado por una serie de robos a “mano armada” (con un pequeño cuchillo de mano) que efectuó para pagar una deuda de 5 mil dólares que tenía con un traficante de heroína. Sus robos, de acuerdo a Halberstad, clasifican como “algunos de los robos más desafortunados en los anales de crimen de la ciudad”. Asaltó a tres transeúntes y dos tiendas con un cuchillo de bolsillo y se disculpó profundamente antes de correr con el dinero. Pero tres meses después, una señora a la que había robado lo identificó en la calle y fue arrestado en ese instante.
Durante su estancia en prisión, Ginis sobre todo leyó. “Los días en la prisión tienen una semejanza entre ellos, y mis conversaciones más significativas y frecuentes fueron con autores”, apuntó. El convicto llevó un diario en el que enlistó todos los libros que terminó, junto con notas sucintas de cada uno (atribuye esto a la falta de papel en la prisión).
“Comencé con libros que me ayudaron a hacer sentido de mi situación”, dijo, refiriéndose a textos sobre encarcelamiento. Leyó Memorias de la casa muerta, de Dostoievski, Papillon, la Autobiografía de Malcolm X, entre otros. Después de esto, leyó sobre regímenes autoritarios que “lo hacían sentirse mejor en comparación”: biografías de Pol Pot, Mao y Pinochet. Habiendo entrado a prisión como ateo, Genis luego estudió el problema del bien y el mal con Pascal, Rousseau, Schopenhauer, Crimen y castigo y Hambre, lubricados con una buena dosis de ciencia ficción de William Gibson, Frederik Pohl y Philip K. Dick “para relajarse”. Pero su lista de libros apenas comenzaba.
Después de entretenerse haciendo pesto (en un horno de microondas) con un monje franciscano encerrado por pederasta, Genis se embarcó en Lolita y Las pequeñas flores de St. Francis. Luego de ello, inspirado por sus amigos de celda, leyó literatura sobre homosexuales, rabinos, rastafaris, soldados (entre muchos otros), todo acomodado por etapas temáticas.
El Internet está fuera de los límites de la prisión, y conseguir buenos libros no es nada fácil allí dentro. Pero el padre de Genis, un crítico cultural y ensayista, fue su traficante de literatura a lo largo de su década de condena, y gracias a él pudo obtener libros de ficción seria para leer en la celda. Leyó a Mann, James, Melville, Musil, Nipaul. Devoró Vanity Fair y Infinite Jest. Leyó y releyó a los rusos, en ruso. Resistió el Ulises pero su padre lo convenció de leerlo al final.
Los siete volúmenes de Proust le tomaron un año en terminar, mucho del cual lo pasó en confinamiento solitario; lo habían acusado de “intercambio no autorizado” después de que varios prisioneros le “vendieron su alma por tazas de café”. (“Algunos guardias cristianos no entendieron mi sentido del humor”, apuntó Genis.) Leyó En busca del tiempo perdido con dos guías académicas llenas de anotaciones en francés y un diccionario. Dijo que ninguna otra novela le dio tanta apreciación por su tiempo en la prisión. “Todos aquí dentro tratan de hacer pasar el tiempo lo más rápido posible y viven enteramente en el pasado”, comentó. “Pero matar tus días es básicamente acortar tu vida”.
Genis dijo que Proust lo convenció de que la única manera de existir fuera del tiempo, aunque sea brevemente, es convertirse en un escritor él mismo. Terminó una novela de ficción acerca de una sociedad donde las drogas nunca habían sido criminalizadas, titulada Narcótica. Después, cuando se topo con un personaje en una novela de Murakami que dice que uno debe estar en prisión para leer a Proust, Genis dijo que río más fuerte de lo que había reído en diez años.
Cuando Halberstad, recientemente, le preguntó a Genis que qué estaba leyendo, dijo: “A decir verdad, no he leído ningún libro desde que estoy afuera”.
Fuente: New Yorker y Pijama Surf
Exelente la nota de Genis el lector que por robar para pagar una deuda fue a prision por diez años. Cuando en mi pais por robar a veces ni van presos. La lectura es el mejor alimento del alma y como a Genis tambien Nelson Mandela y tantisimos hombres de la historia se han salvado leyendo
Muy interesante, me ha gustado mucho.
Educa