X-Men. ¿La mejor de la saga?
Por Fernando J. López. Comienzo advirtiendo que soy un seguidor adicto a la saga mutante. Que me interesa -y mucho- el trabajo de Bryan Singer. Y que soy un rendido admirador -en todos los sentidos- de Fassbender, McKellen y Jackmann. Dicho esto, supongo que mi nivel de expectativas no ha jugado a favor de la última entrega de los X-Men donde, si bien admiro la pirueta y el juego desde el que se permiten reiniciar la historia, me fallan dos elementos esenciales.
El primero tiene que ver con la estructura: el desnivel entre los dos polos narrativos es evidente y se ven con excesiva claridad las lagunas de un guión que no sabe qué hacer con los personajes del presente (pobres McEllen, Stewart y Page, condenados a poner cara de sufrimiento durante las dos horas que dura el film…, por no hablar de la presencia-ausencia de Halle Berry) y donde solo interesan las peripecias -que no las psicologías- de los personajes del pasado. Frente al dibujo coral -hábil, conciso y, a la vez, profundo- de las dos primeras partes de la saga e incluso de su reboot (X-Men: Orígenes), en este nuevo film prima la acción -un tanto simplona, en realidad: salvo la paradoja temporal, todo lo demás es excesivamente pueril- y los personajes son más bocetos de sí mismos que realidades desarrolladas con una mínima entidad.
La conversión del tiempo presente en un simple marco que sostiene la trama es el punto más débil de esta narración, pues limita las opciones de los personajes -y de los actores- a quienes convierte en meros personajes de videojuego, condenados a eliminar enemigos mientras esperan la resolución en el otro nivel temporal. El fallo no tiene que ver con la dirección, ni con el montaje, ni con la interpretación, sino con el guión, que renuncia a aportar ideas en una línea temporal y focaliza toda su atención en otra.
El segundo problema que encuentro en esta entrega es la obviedad de su mensaje. Claro que X-Men es un canto a la diferencia y que, por eso mismo, me gusta tanto lo que representa y lo que expresa. Cómo no vamos a encontrar en ella resonancias en la propia comunidad LGTB, que tan afín se ha mostrado a estos personajes y desde la que se han hecho lecturas y deconstrucciones más que frecuentes sobre esta saga. Sin embargo, frente a la narrativa de aquella segunda parte (que, para mí, sigue siendo la mejor de todas las rodadas por Singer), aquí se opta por un monólogo -breve, eso sí- de Fassbender que resulta un tanto demasiado obvio.
Bien es cierto que me he sentado en el cine a ver X-Men justo después de sufrir el bodrio edulcorado y maniqueo de Benéfica, perdón, Maléfica (pero este horror merece post aparte), así que era fácil que la película de Singer me interesase mucho más… Sigue teniendo a su disposición una galería de personajes fascinantes y muchas opciones para desarrollarlos y hacerlos evolucionar. Solo espero que, frente a las escenas de destrucción, regrese a las escenas de construcción: de conflictos, identidades y personajes. Veremos…
Pese a todo, hay que verla (y es bueno no levantarse hasta que terminen los títulos de crédito, como suele ser habitual en las películas Marvel). Especialmente aconsejable si se ha asumido ya que, en realidad, todos somos mutantes.