Xavi Ayén a propósito de «Aquellos años del boom», Premio Gaziel de Biografías y Memorias
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García Márquez, Vargas Llosa y el grupo de amigos que lo cambiaron todo…
«Los nudillos de la mano derecha de Mario Vargas Llosa aún laten. Fue solo un golpe, pero bien medido. Los amigos de ambos se mueven entre agitados y compungidos. Nadie tiene tiempo de pensar. Hay un inquieto hormigueo humano, los comentarios brotan como espasmos y los rostros exhiben un catálogo de muecas. El mundo ha dado un giro. En ese justo momento acaba de romperse el boom.»
Hace aproximadamente diez años, el periodista Xavi Ayén (Barcelona, 1969) emprendió un ambicioso proyecto cuyo objetivo era escribir una amplia crónica sobre el boom de la literatura iberoamericana, un fenómeno literario que sorprendió al mundo en las décadas de los años sesenta y setenta pasados, y que revolucionó la literatura. El resultado final es Aquellos años del boom, un colosal trabajo de investigación periodística que se ha ido construyendo poco a poco gracias a exhaustivas consultas de libros y archivos tanto privados como universitarios, pero sobre todo a partir de numerosas entrevistas con muchos de los grandes protagonistas de aquella inabarcable explosión literaria y editorial en lengua española. Era necesario un libro que sirviese de referente para explicar la historia y los entresijos del mayor movimiento que ha conocido la literatura en español durante la segunda mitad del siglo XX.
Aquellos años del boom. Xavi Ayén. Editorial RBA, 2014. 880 páginas.
A lo largo de las páginas de este libro no solo se escuchan en primera persona las voces de escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Edwards, Carlos Fuentes, Alfredo Bryce Echenique, Guillermo Cabrera Infante, Sergio Pitol o Álvaro Mutis, sino que también se ofrecen elementos para intentar comprender todas las claves de un fenómeno tan heterogéneo y de tal magnitud. Asimismo, Ayén presta especial atención a las ciudades que contribuyeron a convertir el boom en lo que fue: Buenos Aires, México DF, París y, sobre todo, Barcelona, que aproximadamente durante diez años se convirtió en la capital mundial de la literatura iberoamericana, gracias a las editoriales que se fundaron allí y a figuras tan innovadoras como Carlos Barral o la agente literaria Carmen Balcells.
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P.- ¿Qué queda precisamente de aquellos años? ¿Qué ha heredado o aprendido la literatura que se hace actualmente?
Los grandes autores posteriores han crecido leyendo sus novelas y eso, indefectiblemente, ha dejado huella. ¿Casos concretos? El boom sirve tal vez como instrumento de lectura de Javier Cercas, Julio Llamazares, Jaume Cabré o Enrique Vila-Matas pero me resultaría más difícil rastrearlo en Javier Marías. Hay que tener en cuenta que el boom no es un movimiento literario en cuanto que no tiene unos preceptos estéticos comunes y, en este sentido, la influencia es más personal (Vargas Llosa en Cercas, Cortázar en Vila-Matas…). El legado más importante que deja es la creación de un mercado común para la literatura en español y el aumento exponencial del número de lectores. Fue, además, una inyección de ánimo a la autoestima del lector latinoamericano que vio que, por primera vez, el canon literario dejaba de ser occidental (norteamericano y europeo) y que sus autores entraban en la primera división de la literatura.
P.- Grandes protagonistas, muchas declaraciones en primera persona de aclamados escritores. Todos sabemos quienes llevaron la voz cantante en aquel fenómeno literario, pero ¿eran realmente conscientes de que formaban parte de él? ¿qué nexo los unía?
Sí. Ellos mismos utilizaban el término boom (otros los llamaban directamente “mafia”) y actuaban como grupo: se veían regularmente, en Barcelona o en La Habana; hacían excursiones como amigos (a los Sanfermines, a Perpiñán…), tenían iniciativas comunes (jurados literarios, revistas como “Libre”; planearon incluso un libro conjunto de relatos sobre dictadores; y García Márquez y Vargas Llosa idearon una novela a cuatro manos); coincidían publicando sus grandes novelas en sellos como Seix Barral o Sudamericana y dando obras menores o prólogos a las editoriales de la gauche divine (Tusquets o Lumen); hacían lobby recomendándose editores; tenían a la misma agente, que los galvanizaba; firmaban los mismos manifiestos; eran solidarios con la revolución en Cuba… Hay una dinámica grupal muy clara. El mismo Donoso escribió “Historia personal del boom” en 1972 “para estar seguro de que le incluían en el club”, bromeaba Ana María Moix.
P.- ¿Podría pensarse que el boom latinoamericano coincidió con un despertar generalizado de la sociedad a la cultura?
Sí. La España del tardofranquismo estaba muy mal pero tenía una cosa que hoy se echa a faltar: esperanza. Estaba claro que Franco se iba a morir y que, por tanto, todo mejoraría. Es más: se creía que la cultura iba a desempeñar un papel fundamental en esa sociedad nueva y democrática que nacería a la muerte del dictador.
P.- Barcelona como nido y eclosión de grandes autores. ¿Piensas que aún hoy la ciudad sigue despertando ese impulso? ¿o quizás ese asentamiento literario es algo ya más globalizado, menos concreto?
Aquel mundo se ha ido, porque en la vida todo se acaba. Editoriales como Anagrama o Tusquets, que nacieron en la Barcelona del boom, acaban de ser vendidas a grandes grupos. ¿Sigue siendo Barcelona la ciudad del boom, a la que los autores latinoamericanos emigran? Por un lado, sí, porque mantiene su centralidad editorial: aquí están el grupo Planeta, el grupo Penguin Random House, Anagrama, varios microeditores de prestigio, la agencia Balcells… pero detecto una tendencia progresiva hacia Nueva York como nuevo eje de la hispanidad literaria, y Madrid tiene un peso enorme, que no tenía en los años 60, que simboliza la editorial Alfaguara. Seguramente hoy, en la era de Internet, la capitalidad esté más repartida. Hoy es muy difícil que nazca un grupo semejante, porque no hay una ideología política compartida, porque hay muchas agencias literarias, porque los grandes autores no viven en la misma ciudad… Seguramente está naciendo otra cosa, pero no nos daremos cuenta hasta que se haya consolidado y convertido en el nuevo establishment.
P.- ¿Qué destacarías del importante papel que jugaron los grandes editores y agentes en el boom literario latinoamericano?
Carlos Barral premia con el Biblioteca Breve a Mario Vargas Llosa (a quien lanza al estrellato con su primera novela), Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante… e intentó que García Márquez y Cortázar se presentaran para también premiarlos. Relanza a Borges con otro premio. Los edita a casi todos, también a García Márquez y Vargas Llosa, en su etapa de Barral Editores. Y Carmen Balcells, que empezó trabajando para Barral, los profesionaliza, consiguiéndoles mejores contratos, dándoles una disciplina, ahuyentándoles las distracciones… y trayéndoselos a vivir a Barcelona, porque los quería cerca. Sin ellos dos, no habría habido boom.
P.- Del enfrentamiento García Márquez / Vargas Llosa… ¿qué?
Es una cuestión privada, con el tiempo incluso diríamos que menor. Pero Vargas Llosa consideró que García Márquez había traicionado su amistad y, como es un hombre de principios, que vive sus convicciones con pasión, selló la ruptura entre ambos con un puñetazo que ha pasado a la historia.
P.- Como aperitivo que nos abra el apetito de tu libro, ¿qué destacarías de los principales exponentes del boom?
García Márquez vivirá en Barcelona la metamorfosis más grande que puede vivir un escritor: pasa de ser un autor marginal, que vende unos pocos centenares de sus libros, a convertirse en el autor más famoso del mundo. Vargas Llosa llevará su estajanovismo a límites que sorprenderán a toda la gauche divine, que le espera en vano cada noche en Bocaccio. José Donoso afrontará una triple herida: ser un autor poco reconocido en compración con los demás, su homosexualidad no asumida y la terrible úlcera que le mortifica. Carlos Fuentes es el gran propagandista y relaciones públicas del grupo, pero deberá vivir tormentosos problemas familiares. Julio Cortázar cambiará de vida y morirá a causa del sida. Carmen Balcells construirá de la nada un imperio cambiando las normas de juego del sector editorial gracias a la fuerza que le dan sus autores, a los que apoyó cuando no eran nadie. Carlos Barral alcanzará la cima de la edición literaria internacional y él solo se autodestruirá…
P.- Transcurridos muchos años de aquel boom, ¿es hora de desempolvar algún posible espíritu crítico?
Literariamente, creo que siguen siendo indiscutibles, aunque tal vez unos resisten mejor el paso del tiempo que otros. Latinoamérica convirtió a estos autores en dioses, en algo más que escritores, y creo que ya es hora de abordarlos desde su humanidad. Hay aún demasiadas hagiografías y papanatismo en relación a ellos, y son tan buenos que no lo necesitan. Los mayores reproches serían, en el libro, para la etapa final de Barral. Hoy en día, tendríamos también que preguntarnos qué debemos hacer para seguir liderando la literatura latinoamericana.
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué se te ocurrió escribir este libro?
Leyendo la “Historia personal del boom” de Donoso, que es la fascinante narración del boom desde dentro y en directo, pensé que, como lector, me gustaría disfrutar también de una visión global de aquel grupo, a vista de pájaro, desde fuera, que mostrara las interrelaciones entre ellos, y con sus editores, agentes, el mundo político, desde los diferentes países a la vez… la busqué y, como no existía, tuve que escribirla yo.
P.- ¿Qué nuevos proyectos narrativos tienes en mente?
Son tan embrionarios que me comprometería demasiado al enunciarlos. Oscilo entre otro tema de investigación periodística y una galería de breves retratos.
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Por Benito Garrido.
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P.- Barcelona como nido y eclosión de grandes autores. ¿Piensas que aún hoy la ciudad sigue despertando ese impulso? ¿o quizás ese asentamiento literario es algo ya más globalizado, menos concreto?
Observen esta pregunta llena de palabras grandiosas y superfluas. Por eso es que los hispanos dan pena en el mundo anglosajón