Mito de luto
Guillem de Castro, 110, Valencia
La Sala mr.pink acoge la exposición Mito de luto, una muestra que recoge la nueva vertiente figurativa y simbólica del artista Pablo Noguera que transmite, a través de elementos como el ciprés, la evocación del doliente luto de la zona mediterránea y la antigua Persia. El discurso expositivo está basado en el Mito de Cipariso de las Metamorfosis de Ovidio y la historia del nacimiento del Ciprés, en base a éste se estructuran todos los elementos que componen la muestra: cinco piezas escultóricas, un video, una tinta japonesa y un acrílico sobre papel. Los papeles, tintas, objetos, figuras y proyecciones tienen una contundencia, un rigor compositivo y una síntesis formal más allá de veleidad. Nada es caprichoso. Cambian los formatos y los materiales por los que se identifican a Pablo Noguera, ya que entran en juego el bronce, el mármol blanco (el más blanco y algodonoso, procedente de la isla griega de Thassos), la madera de Ciprés, otras maderas, Cipreses vivos, la fibra de vidrio, el plomo, estaño y antimonio, la animación 3d, el vídeo… entre otros.
El origen de la exposición surgió a raíz de una obra expuesta en la Fundación Caja Murcia en 2011, ‘El Ciervo de Cipariso’, obra realizada en acrílico negro sobre papel artesano de algodón; aquella obra nació de una figurita de ciervo en plomo que de pequeño el artista fundió con su padre, a la que buscó título y fundamento. “Habiendo sido la pieza trabajada con mi padre, fallecido en 2006, y ya listo para afrontar positivamente la muestra externa de los sentimientos de pena y duelo ante el fallecimiento de un ser querido, preparado para dar un nuevo paso en la vida, decido desarrollar el mito del luto, el mito de Cipariso”:
Había en la isla de Chios una colina, y sobre ella un prado. El lugar carecía de sombra y Orfeo, llamó a los árboles: no faltó el castaño, ni los tilos, ni el haya o el laurel; los avellanos, los fresnos de flor, o el abeto. Acudieron también la encina, el plátano, o el arce; los sauces y el loto, Se unieron a ellos los tamariscos, y las higueras, los olmos y los fresnos, las píceas, el madroño, las palmas y el pino.
Asistió a esta multitud, el ciprés, ahora árbol, muchacho antes, el amado de Apolo, luz de la verdad. Esta es su historia… Habitaba la isla un gran ciervo, consagrado a las ninfas; Sus altas cuernas resplandecían de oro. De miedo libre y depuesto de su natural temor, frecuentaba las casas y ofrecía su cuello a las caricias, incluso a los desconocidos. Nadie sin embargo lo amaba tanto como tú, ¡Oh bello entre los bellos habitantes de Chios!, Cipariso. Eras tú el que llevabas al ciervo a pacer la hierba nueva o a beber de los límpidos manantiales; Unas veces trenzabas flores en sus cuernos y otras montado sobre su lomo cual alegre jinete, cabalgabais unidos por purpúreas riendas.
Es verano. Medio día. El calor quema. Cansado, el ciervo extiende su cuerpo en la hierba fresca a la sombra de los árboles. El joven Cipariso, cazador imprudente, sin advertir que es su ciervo, le lanza la jabalina; y al verlo muriendo de la salvaje herida decide que quiere morir él también.
¡Cuantos consuelos le ofrece Apolo Febo a Cipariso! Cuantas veces le ruega que modere su dolor. El joven no gime menos y pide a los dioses, como favor supremo, que le dejen llorar lágrimas eternas. Ya su sangre se agota en torrentes de llanto, al verde tornan sus miembros y su pelo, se vuelve erizada su melena y apunta al cielo estrellado.
Cipariso es ya Ciprés. Apolo gime hondo y triste: «Luto serás para nosotros, y luto serán para ti otros, y asistirás a los dolientes».