342
Por Juan Luis Marín. Que te digan que una novela con una tirada de más de 2000 ejemplares ha vendido en un año 342… no es moco de pavo.
Sobre todo si la distribución la colocó en todas partes, desde El Corte Inglés a las tiendas Relay, pasando por Fnac, Alcampo… o Media Markt.
Máxime si estuvo en el escaparate de la Casa del Libro de Gran Vía con motivo del “mes de la novela negra” durante casi todo Mayo.
Si en la presentación se agotaron todos.
Ganó el premio de la revista Ultratumba a la mejor novela del año.
O ha contado con el apoyo para la promoción de medios de comunicación como El Mundo, 20 Minutos, Onda Madrid o la SER.
Pero sobre todo no es moco de pavo si el autor eres TÚ.
Y la novela, ALMAS GRISES, la primera que publicas.
Porque el miedo que sientes entonces es que también sea la última. Dando al traste con el trabajo de tantos años que, después de culminar con un espectacular orgasmo, parece dispuesto a condenarte al más absoluto celibato. Y lo que es peor… Impuesto.
No voy a negar la bajona del momento, cual colleja nada más decir “mosca” y entrar en el pasillo, cuando vi el número: 342. Más o menos los mismos días que llevo dándole caña a las redes sociales, publicando nuevos contenidos casi a diario que despierten la curiosidad sin caer en el “compra mi novela” tan recurrente como previsible, aburrido e, incluso, ofensivo. De ahí al victimismo hay un paso. Uno y medio a pillar un cabreo de tres pares de cojones. Y dos a algo muchísimo peor, intentar encontrar un culpable. Alguien (o algo) sobre quien proyectar tus frustraciones… o que directamente se las trague junto con sus dientes. Y es entonces cuando reflexionas y te das cuenta, primero, de que no tiene ningún sentido. Y segundo, que si sigues adelante serás tú quien se coma sus propios piños. Porque siempre has sido de esos que cuando veía que el autor de un libro que había despertado tu interés era español, bufabas y pasabas tres pueblos. Porque es solo hace una año, a raíz de conocer a otros “como tú”, que has empezado a leerlos. Y sí, es cierto, muchas veces por ese sentimiento de camaradería que nos une, una especie de pacto de silencio que podría traducirse por “hoy por ti, mañana por mí”, tan endogámico como consensuado y, pese a todo, sin esperar nada a cambio (aunque habrá de todo, como en botica). Porque tenías una visión de quién o cómo eran quienes publicaban y ahora que formas parte de la maquinaria sabes que no pasas de tornillo. Que bujías hay muy pocas. Que aspirar a radiador es una locura. Casi tanto como dirección. O llave de contacto. Que tú, tornillo, como tuercas y arandelas, estás de grasa hasta las cejas. Y que si un día prende la chispa, no será la de un Mercedes… sino de un SEAT.
Así que lo que haces es alegrarte porque hay 342 personas que, por camaradería o lo que sea, han leído la historia que querías contar. Y te afirmas, pese a la colleja y lo largo que te parece el pasillo, en la idea de que esto no es ninguna guerra. Porque no hay enemigos. Solo gente como tú para quienes el nombre español de un autor no es de confianza. Y que es tu nombre el que te concierne, el que debes hacer de fiar. Como una marca de gayumbos, detergente o ropa deportiva. Aunque para muchos, tú el primero, que eres así de capullo, Nike siempre sonará mejor que Paredes…
¿O no?
Ha llovido mucho. Lo suficiente para saber que no eres mejor o peor que nadie por publicar… ni por vender más o menos. Que cada uno cuenta lo que quiere y como quiere. Y que si no lo hace es porque no quiere hacerlo.
Porque quiere NO hacerlo.
Yo, de momento, sigo sabiendo lo que quiero.
Y así es como voy a seguir haciéndolo.
Sin cambiar de nombre…
Ni de bandera.
En los dos casos… son lentejas.
Que os invito a «probar» el próximo 7 de Junio, de 12:00 a 14:00 en la Caseta 208 de la Feria del Libro de Madrid, firmando ejemplares de una historia que algunos ya conocéis y de la que a otros os invito a un tapita en forma de book trailer…