Minutos Musicales del Primavera Sound (Crónica del viernes)
Crónica del jueves | Crónica del sábado
Por Nil Rubió
El viernes fue el día de la tormenta. Jornada en que los elementos meteorológicos irrumpieron con fuerza para barrer Barcelona después de haber inundado media Catalunya. Fue de tarde, potente, dejando charcos en los que hundir todo el pie, embarrados. De los adoquines, ya rotos o balanceantes, emergían chorros de perfecta agua de gris opaco cada vez que se pisaban, confiriendo bonitos estampados. Cuando se va preparado, con paraguas, chubasquero o incluso expertos en festivales que llevaban calcetines de repuesto y pantalones impermeables interiores, no se disfrutan tanto los épicos asaltos bajo la lluvia, con el agua bajando por la frente, momento en el que todo sabe mejor.
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Joana Serrat
Aquí el tiempo no tuvo piedad. Y con lo bucólico que resulta ver llover, la cosa es menos agradable si la dichosa humanidad que inventó todos los artilugios impermeables posibles, no los utiliza cuando de verdad hacen falta. Las primeras canciones del concierto que dio Joana fueron ante un público tremendamente reducido, que seducidos por las melodías, fue superando su miedo a la lluvia para ir poblando el patio del escenario Pitchfork. El primer grupo de fieles, escondido bajo la enorme placa fotovoltaica, o en el mínimo espacio que la visera del escenario impedía que la lluvia les alcanzase, disfrutó entero de un gran concierto, en el que Joana Serrat se presentó con toda la banda, dando el cuerpo y los matices instrumentales a las canciones de su excelente y reciente álbum, con el añadido de un gran directo. Toni Serrat a la batería, Carla Serrat a los coros, Miguel Pérez al pedal steel, Bernat Sànchez al teclado, Jordi Casadesus a la guitarra eléctrica, Nacho Yoldi al bajo, Marçal Ayats al violonchelo, junto con Joana, configuraban el gran entramado sonoro. Compuesto el concierto básicamente con los temas de Dear Great Canyon, todas las virtudes del álbum estaban presentes, y fueron cayendo con la fuerza de quien lucha contra los elementos, bellamente ejecutados por toda la banda, con momentos de intensidad arrebatadora. Uno no es proclive en creer en este tipo de cosas, pero durante Cold, al tiempo que la letra “The Sun rises up behind me” era cantada, éste empezó a hacer acto de difuminada presencia detrás del escenario, presagiando el fin de la tempestad. La mímesis arte-meteorología fue una curiosa y bienvenida casualidad, coronada por un arco iris objeto de numerosas fotografías por la avidez de los hijos de Instagram congregados. Se terminó la tormenta y quedaron ganas de más, en uno de los mejores conciertos de todo el festival. La mejor forma de terminar un bolo en las condiciones de tiempo y espacio que ofrecen los festivales.
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Dr. John and The Night Trippers
Si con Charles Bradley teníamos el descubrimiento tardano de un tremendo cantante, con Dr. John teníamos la trayectoria longeva de un mito. Y su directo no resultó perfecto, la banda no sonaba tan bien como la que acompañaba Bradley, pero una vez todo se engrasó, el sacerdote de Nueva Orleans demostró el porqué de su estatus. Dirigiendo el tinglado estaba Sarah Morrow, trombonista embutida en cuero, sombrero y energía ilimitada para arengar a la empapada masa, presentar al Doctor y obsequiarnos con su maestría instrumental. Junto a ella, Dave Yoke, un guitarrista de gran nivel lleno de blues, Reggie Jackson a la bateria, Dwight Bailey tocando el bajo con aquella potencia y sonido tan clásico de los grandes bajistas negros de Nueva Orleans y Ben Alleman acompañando a los teclados, dando expansión a la mezcla. Dr. John, por su lado, sentado en medio de todo, con un piano y un teclado que iba alternando, todo adornado con imaginería voodoo y del Mardi Gras, y su característica voz intacta para desgranar los temas. Empezó con los tres primeros arrebatos de su último disco, Locked Down, Revolution y Big Shot, que la mezcla impidió sentir con toda la expansión, funk sucio, boogie y Groove irresistible que los vertebran, para pasarse a repasar de lo mejor de su repertorio. Entre otras, cayeron la definitoria Right Place Wrong Time, Let The Good Times Roll, Down On The Bayou, Such a Night, Goodnight Irene, parte del ADN de Louisiana. Su motricidad muy reducida no le impidió levantarse para conjurar el público, tomar una guitarra y tocarla con la aparente sencillez de aquél que ya no interpreta música, sino que sencillamente ella habla a través suyo. El ambiente fresco fue caldeándose hasta el final, con el público satisfecho y el sacerdote agradecido. La leyenda pervivió.
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Destacados
The War on Drugs presentaban uno de los mejores discos del año, Lost in a Dream, y su directo no defraudó. Si bien unos largos problemas iniciales con el sonido obligaron a probar de nuevo la mezcla, entre impaciencia del público y nervios entre grupo y técnicos. Una vez empezó todo, demostraron que actualmente son una de las mejores bandas de rock del panorama, si bien son relativamente desconocidos. Su rock de factura clásica, que en su último disco ha apostado por sonoridades que nos remiten al Springsteen de los ochenta, a Dire Straits, con la voz y lírica de Adam Granduciel que a veces lo emparenta con un Dylan que se hubiera tomado esa época con más inspiración que la que tuvo. Su vocación antémica ha crecido, la instrumentación a todo volumen con ecos a shoegaze crea momentos memorables, lo que resultó que canciones como Red Eyes te llevaran en volandas al sitio que uno quisiera. Pitchfork era demasiado pequeño para ellos.
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Sharon Van Etten también iba de presentación del muy reciente nuevo álbum, Are We There, una de las joyas de la temporada. Su canción de autor mayormente intimista y confesional ha ido encontrando caminos más expansivos por los que transitar, pero un escenario como el ATP, era un contexto demasiado abierto y proclive a la cháchara, para poder disfrutar de la fuerza de su voz y su carisma discreto. Sus harmonías vocales son de otro planeta y ha encontrado en la omnipresente Heather Woods Broderick, una compañera ideal con la que combinar sus inigualables voces. Comunicativa e agradecida, repasó un buen puñado de temas de su trayectoria. Merece otra situación más propicia para acercase plenamente a su música en constante evolución.
Kvelertak. El escenario Vice volvió a regalar uno de los mejores momentos del festival. Ya más cerca de la madrugada, con el tiempo más fresco, una ola de roca fundida incandescente se adueñó absolutamente de las ánimas reunidas en el rincón del pecado del Parc del Fòrum. Los seis noruegos, que casi no cabían en el escenario, entraron como un bulldozer. No pararon un maldito momento. Su mezcla de black metal, hardcore punk i hard rock a lo AC/DC o Guns ‘N Roses es un auténtico huracán sonoro inigualable. Violento pero tremendamente divertido. El cantante, el único melenas barbudo de la colección, iba a pecho descubierto, de un lado para otro, escupiendo y al cielo cada medio minuto para rematar el moco al aire con la mano, ondeando literalmente la bandera grupal durante su homónima canción. Los tres guitarristas entrelazaban punteos, riffs incendiarios y solos descomunales constantemente. El batería y el bajo lo sostenían todo. Sus dos discos sonaron, especialmente el enorme segundo. Una locura.
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Corto y al pie
!!!. El show de Nic Offer. Funk, dance-punk y ecos electrónicos para hacer bailar a millares de personas.
Slint. Post-rock primigenio para nostálgicos y no apto para amantes de la variedad. Sonaron muy bien y conscientes de su legado.
Loop. El noise británico más cercano a The Stooges. Otros que hacen una gran lectura de su legado. De los mejores conciertos de los retornados. Macarra, afilado, hipnótico.
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Bonus Track
Jagwar Ma. Los australianos más “screamadelicos”. Su ácida y lisérgica combinación de bases electrónicas, guitarra y bajo bien orgánicos, y psicodelia, si en disco ya ha dado que hablar, en directo fue un disfrute. No es de extrañar que en Manchester estén orgullosos de ellos.
Fotos: Santi Periel i Dani Cantó