Minutos musicales del Primavera Sound (Crónica del Jueves)
Crónica del viernes | Crónica del sábado
Por Nil Rubió
Ha terminado la edición 2014 del Primavera Sound, más grande, con más grupos y más visitantes que nunca. Tras tres maratonianos días en el Parc del Fòrum, allí donde antes se vertían los desechos de la ciudad condal y ahora se celebran distintos eventos multitudinarios, bajo el auspicio de las famosas tres chimeneas de la extinta central térmica, y la discutible visión arquitectónica de un parque ideado para albergar el fracasado Fórum de Las Culturas. Las piernas aún vibran no por los grandes conciertos vividos (que los hubo en cantidades industriales), sino por el esfuerzo de mantener el cuerpo erguido durante horas, aguantando embestidas entre el público y desplazándose sin tener que arrastrarse entre piedras y suelos irregulares, rebosantes de alcohol, lodos y del agua caída en un Primavera meteorológicamente más primaveral que nunca.
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Queens of The Stone Age
Uno de los grandes se citaba el jueves con su reciente “…Like Clockwork” bajo el brazo. No faltaron temas del disco: My God Is The Sun, …Like Clockwork, I Sat By The Ocean, Fairweather Friends y If I Had a Tail, que aparecieron en un setlist que iniciaron con las dos primeras del ya mítico Songs For The Deaf, You Think I Ain’t Worth a Dollar but I Feel Like a Milionaire y No One Knows, que entonaron al público en un concierto que demostró la tremenda fuerza de la banda de Josh Homme. Un tipo que las suelta con brocha gorda, pero se marca uno de los mejores falsetes del rock, que con su último disco sacó su parte más vulnerable. Su estatura y corpulencia, junto con su aspecto de Elvis pelirrojo imponen, lo que no impide que sea un tipo simpático y locuaz. Una chica alrededor se desgañitaba en sonidos guturales imposibles cada vez que Homme se dirigía al público. Sus acompañantes, ya más consolidados que la banda constantemente cambiante de sus inicios, son músicos de primer nivel, que sin tener el aura mítica que desprendían Dave Grohl, Mark Lanegan y Nick Oliveri, conjuntan a la perfección. El siempre elegante Troy Van Leeuwen con sus múltiples gadgets, Dean Fertita que rellena el sonido del grupo con los teclados y guitarras, y ya se muestra en solos, el nuevo Jon Theodore (ex The Mars Volta) que genera estupefacción con su dominio a la batería y Mike Shuman hiperactivo y consolidado en el bajo. Láseres verdes, rojos infernales, y estridencia desmesurada que en algunos momentos deformaba la voz y difuminaba un sonido que durante algunas fases parecía vacío de guitarras. Algo en la mesa de sonido no se hizo bien e impidió escuchar con todas las de la ley no escrita del rock, a unos portentos del directo como son QOTSA. Una pena, que no impidió el disfrute general de la congregación, en especial con temas como Little Sister, In My Head, Feel Good Hit Of The Summer, Sick Sick Sick o Go With The Flow. Sin embargo, se echaron en falta canciones del primer disco como Mexicola, o del segundo como The Lost Art Of Keeping a Secret, Better Living Through Chemistry. El fin de fiesta lo puso, una de las que sonaron mejor, la tremendamente apabullante Song For The Dead, machacona hasta sangrar, divertida de seguir, un clásico. Faltaron ingredientes, pero al final el plato salió correcto.
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St. Vincent
«My friends! It’s been a pleasure getting to know all of you, one by one, piece by piece…»
Annie Clark
Annie Clark tocaba antes que los Queens, y mientras terminaba su concierto, se agotaban los plazos razonables para cambiar de lado y tomar buena posición en el concierto siguiente. Y era un dolor de cabeza, pues St. Vincent dio un recital. Su espléndido último disco, en el que se electrifica y personaliza más que nunca, era una gran carta de presentación, siendo lógicamente el objetivo principal del concierto. Posee grandes canciones, pero la forma de aproximarse a ellas y presentarlas dista mucho de ser plenamente accesible. Es una personalidad, por la forma robótica con la que se mueve en esta gira, por el vestido que lucía, por la melena muy oxigenada, despeinada a lo Eduardo Manostijeras, por una extravagancia austera, por unas canciones que deconstruyen algunos preceptos del pop-rock. Con la voz siempre respondiendo, alargando solos y luciendo una personalísima y genial forma de tocar la guitarra, su show fue entretenido, hipnótico y de los más estimulantes del festival. Todo con un batería, con cara de sobrado, otro sacando lo más variopinto de su sintetizador, y una fría y asiáticamente psicótica acompañante de eventuales coreografías robóticas, guitarrista o propietaria de otro sintetizador. Rattlesnake inició el tinglado seguido por Digital Witness, Cruel de su anterior disco (del que también cayó Cheerleader), y así picoteando de aquí y allí. En Prince Johnny se tumbó teatralmente por las escaleras que puso en el centro del escenario, en las que subía de vez en cuando para alzarse por encima de todo, Huey Newton pasó del trip-hop al riff a lo Paige y Bring Me Your Loves finalizó el tema con más guitarreo extraplanetario. Las excentricidades con las que trufaba su comportamiento se movían en la extrañez curiosa, en el límite inspirado, nunca atravesado, con el ridículo Encantados todos de conocerla finalmente.
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Destacados
Pero el día había empezado ácido-lisérgico con Föllakzoid, quarteto chileno de hipnosis, que con su reverberación cósmica de canciones de no menos de seis o siete minutos, dejaban a uno mirando al infinito. El batería con parecido razonable a un tal Bonham en lo estético, otro sintetizando, guitarra afilado como lo que sacaba del instrumento, dando saltos y moviendo su melena fregona bajo una gran gorra. La que también escondía al bajo y cantante ocasional (mayormente música instrumental), que recordaba, ya un poco también por su sonido, a algún integrante de los míticos Kyuss.
Real Estate, con sus buenas canciones de dulces melodías y aspecto de eternos amigos frustrados de las chicas del College, sirvieron más de banda sonora al público convertido en lagarto al Sol, luciendo sus Ray-Ban y desdén posmoderno, que de un concierto meramente de atención artística, que la hubo.
Girl Band, en el rincón de las maravillas del pequeño escenario Vice, se presentaron de forma desconcertante. Poco de las referencias anteriores de sus EPs sirvieron. No se trataba de un grupo garagero con ecos de QOTSA, no. Sirvieron una rave de ruido, un apocalipsis de la disonancia, la mala mezcla de sonido, el cantar inarmónico, medio recitado como si con la boca llena y la nariz tapada, de su rubio de postal cantante. La guitarra y el bajo (muchas veces acariciado por una botella de cerveza de su asqueado propietario) sonaban lejos pero trepanantes, y el batería iba a su bola. La irritante voz del cantante sonaba por encima de todo, y con todo eso, nos lo pasamos muy bien. No tanto como el público más hipster de enfrente que ya iba puesto hasta las trancas.
Majical Cloudz necesitaba un Vice, pero en el escenario Pitchfork dio la talla con su voz. Devon Welsh, Vestido de pantalón negro, camiseta blanca, rapado, y con un nervioso vaivén rítmico marcando compás y sacando un torrente de voz bajo la luz permanente de un halo blanco con el acompañamiento de las bases a volumen ensordecedor que le tiraba Matthew Otto. Lástima, como casi en todos los conciertos, de la mala educación del público de cháchara.
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Corto y al pie:
Pond. Más entretenidos que Tame Impala. ¿Qué coño hacía el rubio?
Bo Ningen. Demencialidad nipona.
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Bonus Tracks:
The Ex. Una gente que hace lo que quiere, incluso su vertiente festivalera puede hacer levantar la ceja (como mínimo) a los que somos ingenuos punks, pero el directo fue de lo más gratificante de los visto. Figuras. VÍDEO
Charles Bradley. No merece la pena escribirlo sin haberlo vivido in situ. Puro sentimiento, pura emoción. Con una banda de verdad, de las que acompañan e incrementan las grandes virtudes de un hombre que ha vivido una vida de soul en todas sus vicisitudes y consecuencias. Lagrimones cayeron cuando terminó su concierto bajando al público para abrazarse (y qué abrazos) con todo el que quisiera. VÍDEO