Juan Vilá: «Como sociedad y país hemos hecho algo más peligroso: haber vivido de espaldas a la realidad»
Por Sara Roma
Tras M (Piel de Zapa, 2012), Juan Vilá regresa a la narración de El sí de los perros (Piel de Zapa, 2014), una obra grotesca, satírica y humorística, y a la vez muy actual. Septiembre de 2010. El protagonista de esta historia de reencuentra con un ambiente en el que se crió pero que detesta: es el de la clase pija o clase media-alta con pretensiones, un tipo de personas a las que se habría llevado a la guillotina en el Antiguo Régimen.
-Si tuviéramos que definir El sí de los perros, diríamos que se trata de una crítica social dura contra lo que nos habíamos convertido los españoles hasta que llegó la crisis de verdad. ¿No es así?
No sé si todos los españoles, pero un sector importante de España, sí, el que había interiorizado los valores que se nos querían vender. Lo que me interesa de estos pijos no es la caricatura –no son el Pocholo ni el Borjamari-, sino que son treintañeros que han tenido muchas facilidades en la vida y, de repente, van a ver cómo todos sus valores y todo el mundo en el que creían va a quedar cuestionado y va a sufrir una especie de terremoto.
¿Por qué contextualiza la novela en un momento como septiembre de 2010, justo cuando España ha ganado el Mundial y el Gobierno habla de brotes verdes?
Me interesaba porque era un momento en el que ya llevábamos unos cuantos años de crisis, aunque había poca gente que fuera consciente de que lo peor aún estaba por llegar. Había una cierta euforia con esos brotes verdes y la reciente victoria del Mundial. Así que esos personajes ya habían tenido la oportunidad de ser conscientes de lo que se avecinaba pero quizás no tanto como debíamos.
Mientras la selección española gana el Mundial de Fútbol y el Gobierno habla de brotes verdes, en Madrid se celebra una boda a la que acude el protagonista. Cuando está saludando a los novios y a algunos invitados que conoce, se hace una pregunta: ¿Cuál fue el problema que me hizo no ser válido para esta vida y no formar parte del grupo si desde el principio parecía destinado a él?
No está claro, pero lo cierto es que nunca formó para de ese grupo y por eso me interesaba que la novela la contara un personaje de esas características, una persona que tiene una visión ambivalente porque comparte muchos valores que está criticando y que, quizás por eso, los odia tanto y no puede soportarlos.
¿Y en la voz de ese narrador hay algo de su propia experiencia?
Hay vivencias compartidas. Es cierto que conozco ese ambiente. Tenemos algunas historias y vivencias en común, pero poco más. Yo, desde luego, no me identifico con él.
En la novela asegura que la arqueología del pijismo apareció en el mejor de los momentos posibles: 2004, cuando la gente hacía caso omiso a las advertencias porque hasta los mileuristas se creían ricos. Sin embargo, fue en 2007 cuando desaparece esa alucinación colectiva.
Sí, es lo que ha pasado. De todas formas, yo no sería tan duro como es el personaje. No es la historia de haber vivido por encima de nuestras posibilidades que a mí no me gusta porque además tiene unas connotaciones ideológicas muy marcadas. Pero como sociedad y país hemos hecho algo más peligroso: haber vivido de espaldas a la realidad o haber olvidado cosas que nuestros abuelos tenían más claras que nosotros.
El título El sí de los perros además de recordar a la obra teatral de Fernández de Moratín, El sí de las niñas, alude a una colectividad, que casi podría compararse con una jauría. ¿Son los perros el símbolo de esa clase que tanto critica?
No lo sé. La novela ya estaba escrita y ya tenía las galeradas, pero el editor y yo teníamos un problema porque no encontrábamos un título que nos gustara y en Nochebuena, como una ocurrencia, pensé en este título. Luego, se puede interpretar de muchas formas. Evidente, está la referencia al clásico y también se puede interpretar como esa jauría, porque son personajes muy grupales. El personaje dice de ellos que es “manada disfrazada de otra cosa”.
¿Qué elementos guardan relación con M, su anterior novela?
Algunas cosas sí. Quizá el estilo, más que el tono. M también tenía un tono muy airado. Lo que más me gusta es el juego entre un realismo de base, áspero y pegado a la realidad más inmediata y desagradable y, al mismo tiempo, un juego con lo fantástico que en M era continuo y en esta hay una gran ruptura entre la primera parte y la segunda en la que se habla de los miedos que pueden surgir en torno a una revolución.