Ferias de ilusión
Por Alejandro Sotodosos
La primavera trae consigo mucho más que parques llenos de niños, flores en su punto álgido y sus consiguientes alergias a todo tipo de partículas que parecen salir de entre las piedras.
Desde principios de abril hasta prácticamente finales de junio, se concentran por infinidad de pueblos y ciudades la inmensa mayoría de las ferias del libro.
Siendo sincero, no es muy difícil llegar a estar en una si tienes un libro publicado –bien sea mediante autoedición o a través de una editorial-. Lo que no es nada fácil es firmar ejemplares más allá de tu familia y amigos, que te acompañarán en las largas tardes en el puesto en el que firmes.
Como acabo de decir, tener la oportunidad de firmar ejemplares no es para nada una utopía. Basta con contactar con librerías que vayan a estar presentes en dichas ferias y proponerles un margen de ventas que consideren apropiado, fijar unos turnos de firma y coger un bolígrafo de ilusión. Y si tienes la suerte (o la desgracia) de tener un contrato firmado con una editorial, y tu editor te confirma que va a tener caseta en tal o cual feria, estará encantado de que vayas a firmar y des color a su stand.
Evidentemente, no estoy hablando de firmar en Sant Jordi o en la Feria del Libro de Madrid. El mundo del libro puede tener sus eventos multitudinarios, donde los grandes escritores y demás personajes televisivos acaparan grandes colas y no dejan reposar sus plumas ni un instante, ni dejan de recibir flashes a cada minuto. Pero también tiene muchos pequeños eventos donde se esconde la literatura de la ilusión, la que trata de llevar historias y libros mágicos a personas que, sin querer, se encuentran con unas cuantas casetas llenas de libros y se disponen a echar un vistazo.
Es a este tipo de eventos a los que me refiero. A través de los cuales se te brinda la preciosa oportunidad de encontrarte frente a frente con personas que no conoces y que quizá puedan entrar a formar parte de ese círculo de lectores que pretendes ir ampliando con esfuerzo, promoción y ganas. Y no solo eso; conocerás de primera mano el polvo y el barro, el pasar una tarde a la intemperie para no firmar absolutamente nada. No obstante, la mera opción de poder conocer a una, a una sola persona a la que puedas resumir tu libro y que le interese, o que le cuentes una anécdota y sonría, o que te mire y se lleve tu tarjeta personal, hace que cualquier tarde pueda ser un regalo.
Asistir a ferias del libro forma parte de la vida del escritor. Es su hábitat, su ambiente idóneo. No por el hecho de querer vender, ni de ganar dinero, sino por la sensación de respirar libros, de sentirte en armonía y de conocer gente.
Si bien puede que no firmes más de pocas decenas de ejemplares en toda una feria, conocerás mucha gente interesante: escritores, ponentes, conferenciantes, libreros, editores, concejales de cultura… que podrían interesarse en ti. Nunca se sabe detrás de qué ojos se esconde tu siguiente oportunidad, tu siguiente reto, tu siguiente meta. Así que no pierdas la oportunidad de vivir, desde dentro y hacia fuera, una experiencia tan reconfortante.
Y no te olvides de soñar.