“La Bohème”: romanticismo, amistad y hermosa tragedia
Por Horacio Otheguy Riveira
Una ópera romántica y contemporánea, con amantes ingenuos arrollados por el hambre y el frío. Una obra maestra donde la radiante alegría de la solidaridad convive con la belleza musical del dolor y de la muerte.
En el Teatro Reina Victoria, la última ópera de su breve temporada. Tras Rigoletto, de Giuseppe Verdi, y El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, llega La Bohème, de Giacomo Puccini, estrenada en 1896, con una acción que transcurre en París en el mismo año. A las puertas del siglo XX, una historia de amor, hambre y frío que podría ocurrir ahora mismo que vuelven a asolar en Europa enfermedades que se creían superadas y la miseria retoma su andadura, castigando a poblaciones cuya economía había evolucionado en los últimos 30 años.
Los excesos de los ricos, la desgracia de los pobres, tocados aquí con la bondad de la gente soñadora sin otra misión que la de vivir entre versos y abrazos, entre buenos amigos que se ayudan… cuando pueden… Amantes y amigos que se entregan por completo, aunque es muy poco lo que pueden dar, a tal punto que uno de los personajes secundarios, Colline, el filósofo, da a empeñar su abrigo para pagar la factura del médico de la desdichada Mimí, y ¿cómo lo hace? Pues cantándole al propio gabán una despedida que nos traslada al mágico encuentro entre la amargura y la esperanza:
Adiós fiel amigo mío…
… Jamás encorvaste tu raída espalda
ante los ricos y poderosos.
En tus bolsillos, como cuevas, convivieron
filósofos y poetas…
Te digo adiós, fiel amigo mío…
Pero antes de llegar al final, se viven escenas en fascinante evolución dramática cuyo primer acto comienza sin obertura, con el frenesí de los amigos en una buhardilla, ingeniándoselas para embaucar al casero para que no haga caso de una deuda de tres meses. Tienen frío. Rodolfo, el poeta y autor teatral, echa al brasero las páginas de su última comedia: la dramática situación se vive con el ímpetu de los jóvenes bohemios que son incapaces de abandonar sus apuestas ante el cambio de fortuna.
Después llegará Mimí y nacerá el amor con arias que atrapan el corazón inventando rompedoras orquestaciones en la ópera de entonces, y de siempre, caracterizando el estilo singular de Puccini el leit-motiv de los protagonistas, recorriendo toda la función con estilos muy variados, y la reaparición episódica de los románticos acordes de los personajes.
En el segundo acto, una fiesta popular en las calles, una comedia frívola con riña de amantes, picaresca para el pago de la buena comida, y presentación de Musetta, la alegre casquivana —capaz de seducir a un anciano rico y tontorrón para que la mantenga— en contraposicion de la ingenua, casi niña, Mimí… y después el arrollador espectáculo de la tragedia que asciende por la piel de los personajes como por la de los espectadores.
Esta versión modesta en recursos escénicos, aprovecha muy bien el espacio reducido del escenario, y sobre todo se basa en la excelencia de sus intérpretes dirigidos por el maestro Mariano Rivas (alternando con otro grande: José Fabra) al frente de una orquesta de 35 jóvenes cuya dedicación entusiasma sobremanera. Una orquesta muy seria para una función milagrosa que brinda a los amantes de la ópera una ocasión única a precios muy reducidos.
La ópera, el teatro cantado tremendamente exigente para músicos y cantantes. El drama de la existencia en severos conflictos donde el arte de sus creadores hace que la belleza de lo terrible alcance cimas de plenitud estética. Nunca se muere ni se sufre con mayor encanto que en estas obras geniales, capaces de atravesar los límites de la grandeza del teatro… para tocar el cielo con las manos.
La bohème ha sido interpretada por artistas consagrados y puesta en escena con toda clase de lujos escénicos: impresionantes escenarios han dado cabida a las calles de la fiesta, hasta con carruajes tirados por caballos, o todo lleno de nieve o la ciudad desierta en el gran final con la última melodía. Sin embargo, le va mucho mejor la modestia de esta producción para una historia con el tema principal de los amores desdichados por causa de la miseria. Es un contrasentido para burgueses excéntricos que se ponga en escena con producciones de millones de euros: aquí se está de maravilla, se ensueña y se vibra con cantantes que trabajan duro, al margen de su publicidad, y músicos que les ayudan logrando una colaboración fantástica.
Una vez más, hay que agradecer a Enrique y Alain Cornejo, padre e hijo, por cierto, enamorados del teatro desde siempre, directores de esta sala y padrinos de estos montajes. En medio de la barbarie que se ha cometido en España con los impuestos a la cultura (los más altos de Europa), este esfuerzo resulta encomiable y merece una larga ovación junto a la muy merecida de los distintos repartos.
La Bohème
Libreto: Luigi Illica y Giuseppe Giacosa. Basado libremente en una parte de la novela “Escenas de la vida bohemia” de Henri Murger.
Música: Giacomo Puccini
Dirección musical: Mariano Rivas
Dirección escénica: Juan Manuel Cifuentes
Directores de orquesta (en días alternos): Mariano Rivas y José Fabra
Intérpretes: (en días alternos)
Mimí: Hevila Cardeña, Mónica Luezas, Elvia Sánchez
Rodolfo: Vicente Ombuena, Manuel de Diego, Miguel Borrallo
Marcelo: Javier Franco, Marco Moncloa, Enrique Sánchez Ramos
Musetta: Raquel Albarrán, Paloma Friedhoff, Ruth González, Judith Pezoa
Colline: José Antonio Carril, Carlos Guttenberguer
Schaunard: Jaime Carrasco, John Heath
Parpignol: Ricardo Pérez
Aduanero: Alfonso Esteve
Sargento de Aduanas: Javier Castañeda
Lugar: Teatro Reina Victoria.
Fechas: Hasta el 27 de mayo.
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