El lector
El lector.Bernhard Schlink. Anagrama, 2013. Traducción de Joan Parra Contreras. 203 pp.
Por Javier Úbeda Ibáñez
Bernhard Schlink (Bielefeld, 1944). Actualmente es profesor de leyes y juez en Alemania. Antes de escribir El lector, ya tenía en su haber cuatro novelas policíacas que habían gozado de buena aceptación por parte del público y de la crítica, y que habían sido merecedoras de varios premios. Pero será con esta novela histórica, El lector, editada por primera vez en 1995, cuando este escritor alcance una fama considerable, ya que esta historia pronto se convertiría en todo un best-seller en Alemania y en otros países gracias a las treinta traducciones que se realizaron de ella. Fue también la primera novela alemana en ocupar un primer puesto en la lista de los libros más vendidos que publica el New York Times. Además, fue incluida en el currícula universitaria de los cursos sobre literatura del holocausto. Y ha cosechado varios premios literarios como el premio Hans Fallada Prize; el premio Welt; el premio italiano Grinzane Cavour; el premio francés Laure Bataillon, y el premio Ehrengabe de la Dusseldorf Heinrich Heine Society. Su libro posterior, publicado en el año 2000, Amores en fuga, una colección de cuentos, acabaría consolidando la carrera de este escritor y sus grandes dotes como narrador.
En el año 2008 la novela de El lector sería llevada al cine por Stephen Daldry (director de películas como Billy Elliot o Las horas), en el guión trabajarían de manera conjunta el propio autor del libro, Bernhard Schelink y también David Dare. Y la película sería interpretada por autores tan conocidos como Kate Winslet, Ralph Fiennes, Bruno Ganz y David Cross. El filme al igual que la novela en su día también alcanzaría un gran éxito y reconocimiento, de hecho, sería nominado a cinco premios de la Academia (a mejor director, a mejor guión…), ganando finalmente Kate Winslet un oscar a la mejor actriz principal por su interpretación de Hanna Schmitz.
El punto de vista adoptado para relatarnos la historia es de corte semiautobiográfico (ya que guarda ciertos paralelismos con la vida del propio autor de esta novela, Bernhard Schlink). El narrador y personaje principal dentro de la novela Michael Berg, abogado especializado en Historia del Derecho de Alemania, nos cuenta a través de la primera persona del presente de indicativo, aunque en realidad la historia pertenezca al pasado, la relación que mantuvo con su amante Hanna a lo largo de varios años de su vida y que le marcaron profundamente, y lo hace de una forma evocadora y nostálgica.
En cuanto al estilo, podemos decir sin temor a equivocarnos que esta obra está muy bien escrita, con una prosa ágil, exacta, y con un lenguaje muy preciso y directo, ya que lo que le interesa, sobre todo, a Bernhard Schlink es que su mensaje sea lo más claro posible y nos llegue, y al hacerlo nos haga reflexionar sobre un tema de máxima importancia, el holocausto, y la culpa, la vergüenza y otros sentimientos ambivalentes que arrastran aún hoy los alemanes sobre su pasado nazi, de ahí que el argumento, el lenguaje… sean sencillos para asegurarse siempre de que sea así y la historia cale en todos nosotros.
Esta conmovedora historia se nos presenta estructurada en tres partes bien diferenciadas en cuanto a su contenido y en cuanto a su estilo. La primera parte abarca el comienzo, duración y finalización del idilio mantenido entre Michael y Hanna, y aquí el lenguaje es bello y el tono, para adecuarse al tema, más bien romántico. La segunda parte da un salto cronológico de siete años y en ella asistimos al juicio por crímenes de guerra contra Hanna y el resto de las carceleras, el lenguaje y el estilo, por tanto, se vuelven aquí más sobrios, asépticos e instrumentales. Y la tercera y última parte es el periodo en el que Hanna está en la cárcel y él, para acallar su mala conciencia, le graba casetes de libros y se los manda, y luego asistimos al desenlace final, poco antes de quedar en libertad Hanna se suicida y deja una nota en la que le pide que le dé todos sus ahorros a la única sobreviviente del campo de concentración, esta última parte está llena de sentimientos y reflexiones, por lo que tanto el lenguaje como el estilo se vuelven otra vez más hondos y emotivos.
Los personajes están muy bien trazados, son muy complejos y hay grandes dosis de introspección psicológica en ellos y en su caracterización. El personaje mejor creado es sin duda Hanna por el que el protagonista siente una especie de amor-odio, seguido del propio Michael. Y es que a Hanna, por un lado, se la está juzgando por ser una criminal de guerra, pero, por otro, también es una pobre mujer víctima de sus circunstancias personales y de un hecho clave y decisivo en la historia: su analfabetismo. Pero también es cierto que Michael ha estado enamorado de ella, y por eso se verá inundado por una avalancha de sentimientos contradictorios y ambivalentes que tendrá que asumir.
La relación entre ambos personajes (uno perteneciente a la generación de la guerra y otro a nuestros días) será la excusa perfecta para abordar desde todos los ángulos posibles un gran tema y a la vez todo un dilema moral: los sentimientos de culpa, angustia, odio y sobre todo vergüenza que arrastra la generación de la posguerra, poniendo de manifiesto el trauma que para las generaciones posteriores supuso y aún supone el holocausto. Michael Berg forma parte de esta generación avergonzada de ser descendientes directos de tantos que, de una forma u otra, colaboraron con el genocidio o, simplemente, lo permitieron o no hicieron nada. En El lector esto no es un detalle más, sino que cobra máxima importancia y sobre el que gira toda la historia y sobre el se construyen todos y cada uno de los personajes, con el fin de poner sobre el tapete una serie de cuestiones y preguntas de no fácil respuesta aún hoy en día como la culpa individual, la colectiva o el perdón.
Magnífica reseña.