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El mapa de los novísimos

los novisimosEL MAPA DE LOS NOVÍSIMOS

 

Alrededor de las personas que escriben, siempre se erige un cosmos diferente, un trazado especial en que se dan las circunstancias concretas para que se desarrolle el proceso literario.

“No sabemos quién narra porque no sabemos quiénes somos” (Pere Gimferrer)

No es casualidad que esta consigna inaugure este artículo. Gimferrer ignoraba quién era, la persona y el narrador. El escritor ignora y padece, ignora y crea y nosotros nos valemos de su mundo y las huellas dejadas para intentar discernir en él, en el escritor y en la persona como concepto universal.

En torno al año 1960, una bandada de poetas ansiaba romper con los principios de la poesía anterior, quebrando la línea que separaba el verso y la prosa, la realidad y el sueño, el cuidado y el caos.

Eran los novísimos, nueve mundos, nueve poetas que escribieron y crearon un mapa de coordenadas imprecisas, rompedoras y sugestivas que marcarían la tónica de la poesía española a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Su sobrenombre fue acuñado tras la publicación del mediático libro de José María Castellet, “Nueve novísimos poetas españoles”, en el que dividía a su vez al grupo en dos tendencias: la culturalista y la contracultural.

Leo a Leopoldo María Panero, a Martínez Sarrión, a Foix, a Félix de Azúa o Vázquez Montalbán. Releo y leo también a Carnero, a Pere Gimferrer, Ana María Moix o José María Álvarez y este encadenamiento de nombres, este mapa parece tangible, unívoco, a pesar de que los rasgos de sus poemas son desemejantes.

El mundo consumista que habitaban no les convencía, pero tampoco su España, presa de una dictadura fascista se antojaba decadente y gris, cerrada, y desde el individualismo y la modernidad defendían un cambio de paradigma, una transición formal y moral que comenzara en el seno de su obra. Su formación literaria era mayoritariamente extranjera, influenciados por el modernismo dariano oel surrealismo francés. Por lo general mostraban una postura distante y escéptica respecto a la literatura hispánica, salvándose tan solo algunos referentes como Alexaindre, Cernuda o el barcelonés Gil de Biedma. Se trataba de crear una nueva concepción del mundo y del arte a través de la irracionalidad o la vanguardia.

 “Lo descubrí con la frente apoyada en el escaparate de la pastelería y en los ojos blancos, increíbles, le reconocí: Era dios y estuve a punto de decírselo: te ves más viejo desde la última vez. Pero me pareció tan triste que hice como si no le conociera». (Ana María Moix)

De su obra y talante deducimos la importancia que dotaban a la escritura automática, las técnicas elípticas, la sincopación o a la variedad temática y la amalgama de disciplinas artísticas – poesía y cine, cómics y poesía, poesía y teatro, publicidad y poesía. Algunos como los catalanes Vázquez Montalbán, Gimferrer o Moix, se valieron además de la incorporación en sus discursos de elementos pop, collages y flashes cinematográficos, frases publicitarias o mitos de la historia o la cultura, como Monroe, Bécquer o Che Guevara.

«Barracas donde un coro de malolientes atletas vociferaba el / canto del cisne, / antifaces de muselina, ciudadanos disfrazados de asnos / de Persia, / asnos de Persia disfrazados de ciudadanos» (Guillermo Carnero)

En definitiva, intentar describir a los novísimos es una oda a la esperanza, al exhibicionismo cultural y a la emancipación abordada desde cualquier punto de vista. Pero es, sobre todo, una oda a la literatura y a su función esencial: exprimir el interior reflejando el carácter del exterior, ubicar al poeta y sus emociones en mitad del mundo en que le ha tocado vivir.

Hablábamos y hablamos de un mapa, un dibujo, un camino, un retorno. Es curioso. A pesar del paso de los años, de la historia, de las conquistas en la literatura y en la humanidad ha habido y sigue habiendo el deseo de renovar lo asimilado, de revisar una y otra vez el concepto de estética, de arte, de libertad. Lo hicieron los del 98, los del 27 y los novísimos en estos dos últimos siglos. Seguimos haciéndolo. El primer paso para trazar nuestro mapa es comprender los ya trazados.

 

Rosa Berbel

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