Volver a Ítaca

Por Fernando J. López. Se llamaba Treinta y cuatro y lo escribí con esta misma Olivetti que, años después, se convertiría en amuleto y compañera de cuanto texto habría de venir después. Tenia por aquel entonces 15 años y cursaba 2º de BUP en un instituto público tan nuevo que ni siquiera le habían puesto un verdadero nombre. El Alcorcón VIII, lo llamaban, y bajo aquella denominación tan prosaica se esconderían -sin que fuera consciente- algunos de los mejores años de mi vida.

Como la temeridad siempre ha sido compañera -menos mal- de mi inseguridad, me decidí a presentar aquel Treinta y cuatro a dos certámenes que se fallaban, cómo no, el 23 de abril. Uno era el certamen de mi instituto. Otro, un concurso local que convocaba otro centro público de mi ciudad, el -entonces IB- Jorge Guillén. El relato, que pese a su ingenuidad sigue siendo uno de los pocos textos que releo con agrado, resultó ganador en ambos y, de repente, gracias a esa fortuita coincidencia, tuve la sensación de que eso era lo que quería seguir haciendo en el futuro. Sí, eso era. Yo quería escribir.

Este Día del Libro de 2014, unos cuantos (no muchos, no se crean) años después, me espera una doble celebración que me devuelve a aquel 2º de BUP y a aquel Treinta y cuatro que sería el principio de tantas otras cosas… Porque este 23 de abril por la tarde estaré en un instituto público madrileño al que han tenido la amabilidad de invitarme para hacer la entrega de premios de su certamen literario -un concurso idéntico a aquellos que tanto supusieron para mí y que, espero, haga el mismo efecto en sus jovencísimos ganadores- y donde uno de los regalos -otro honor más- serán dos de mis novelas… Y el 24 de abril, tan solo un día después, regresaré a ese Alcorcón VIII que, cuando cursábamos COU, pasó a llamarse IES Ítaca. Su nombre, inspirado por el poema de Kavafis al que regreso una y otra vez, nunca fue casual. Nada, en realidad, creo que lo sea.

Por eso siempre vuelvo allí. Por eso no dejo de buscar su puerto y su isla. Por eso me hace tan feliz esta semana que tengo por delante… Porque en esa Ítaca sigue viviendo -multiplicado por treinta y cuatro ecos, por treinta y cuatro teclas, por treinta y cuatro reflejos del adolescente que fui- mi mejor yo.

 

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