Como un salto en el vacío
Por Alejandro Sotodosos
Atraviesas la puerta de entrada al salón de actos y tus pasos generan un eco atronador. Es evidente: son tus zapatos de las grandes ocasiones, los de la suerte. Sin apenas mirar a ningún lado, preguntas a alguien por el baño más cercano. Necesitas un minuto de relajación y tranquilidad con la porcelana como única audiencia.
Los segundos se esfuman casi sin haber tenido tiempo para contarlos y te encuentras allí, subiendo al estrado, en medio de aplausos impacientes por escuchar lo que tienes que decir. Te acercas el micrófono a una distancia prudencial y, por primera vez, miras al frente. Comienzas a sudar y sientes cómo tu voz se comienza a quebrar sin poder hacer nada. Es tu presentación, el bautismo social de la obra en la que llevas tanto tiempo trabajando. Y no te puedes permitir estropearlo todo en una ocasión así.
Creo que la infinita mayoría de los que estáis leyendo esto habréis asistido a alguna presentación literaria. O quizá ya habéis presentado algún libro y podéis aportar o corregirme en algunas de las pautas que voy a tratar de desgranar con el fin de poder ayudar a conseguir el resultado que esperamos con un acto tan fundamental como aterrador.
- Visitar el lugar de la presentación con antelación a la presentación. Es muy recomendable conocer de antemano el lugar donde vamos a llevar a cabo nuestra presentación. Conocer la disposición de la mesa, los micrófonos, los escalones (si los hubiera), así como las sillas destinadas al público nos permitirá poder planificar nuestra presentación, así como disponer de algún elemento que queramos incluir y que quizá la falta de espacio pueda trastocar y generar un nerviosismo innecesario.
- Redactar la presentación e imprimirla en papel. Si no la presentación exacta, un guion, escaleta o resumen que nos pueda servir de apoyo. Con esto, tendremos tiempo de ensayar (preferiblemente frente a un espejo o ante amigos o familiares), con lo que tendremos la posibilidad de corregir y establecer una duración aproximada de lo que va a ser el pistoletazo público definitivo de nuestra obra.
- Tener presente el lenguaje no verbal. Al igual que tener un guion nos puede ayudar, el control sobre los elementos no verbales es también esencial a la hora de transmitir exactamente lo que queremos transmitir. Y sin decir ni una palabra. Este tema es tan extenso, que la lectura del libro de Teresa Baró La gran guía del lenguaje no verbal es, sin duda, la mejor solución si piensas que este punto no es precisamente uno en el que destaques.
- Tener compañía en las alturas. No, no me refiero a colgar a nadie de un hilo y hacerlo aparecer (aunque no estaría nada mal). Quiero decir que tener a alguien, ya sea un editor, un responsable de la editorial, un amigo escritor o el prologuista puede ser un buen modo de introducir la presentación y generar una sensación de expectación que puede servir para mantener al público enganchado a tu discurso.
- Haz reír al público. Si lo consigues (sin broma pesada, chiste malo ni tontería absurda de por medio), los tendrás en el bolsillo. Una cita graciosa, una caída fingida o cualquier situación embarazosa captará todas las miradas y la atención de aquellos que hayan decidido echar un vistazo al Whatsapp o al Facebook.
- Haz partícipe al público de tu presentación. Puede ser sacando a un voluntario a leer un fragmento de tu obra, o bien haciendo preguntas acerca de cualquier tema. Yo, particularmente, siempre tengo “voluntarios preparados”, por si nadie más se anima. Son mis chalecos salvavidas en caso de timidez generalizada.
- Improvisa un concurso. Regalar un par de ejemplares puede ser un reclamo y una sensación muy agradable para los premiados. Además, podrás arrancar alguna sonrisa y generar una sensación de cercanía que dejará muy buen sabor de boca en los asistentes.
- Levanta el trasero de la silla. Esto es algo que a mí, particularmente, me encanta. Me gusta presentar mis libros o exponer algún relato siempre en pie. Con esto, consigues la libertad de poder ir de un lado para otro del escenario, incluso de bajar y sentarte a presentar entre el público. Simplemente con moverte, haces que el público tenga que girar su cabeza y, por tanto, captarás su atención con más facilidad. Claro que no tienes que abusar de este recurso, ya que puedes ocasionarles una tortícolis que será contraproducente.
- Apoyo audiovisual. Sin duda, la proyección de un book-tráiler será una manera muy gráfica de poder contar justamente lo que quieres de la obra que estás mostrando al público. Puede llegar a ser una obra de arte, y un recurso cada día más utilizado que no debería ser desaprovechado. Además, la proyección de imágenes del autor en otros actos, así como algunas fotografías que pudieran estar relacionadas con el tema podría ayudar a generar un ambiente menos monótono, así como más dinámico y envolvente.
- Retransmisión por internet. Esto es quizá algo poco extendido, pero que pudiera ser muy útil en caso de tener seguidores, amigos o lectores en otras ciudades e incluso en otros países. Puede ser una buena idea instalar un ordenador o una cámara con conexión a internet y retransmitir la presentación en streaming. Si lo haces, no olvides mencionar a aquellos que han conectado su ordenador solo para verte, o que puedan llegar a hacer algún tipo de comentario. Son una parte más de tu público. Recuérdalo.
- El turno de ruegos y preguntas y el debate. Siempre, antes de terminar tu presentación, debes dar el turno de palabra a cualquiera que así lo desee. Más aún en esta sociedad en la que seguramente algunos de los asistentes comentarán tu presentación minutos después de su conclusión. Si ellos dan su palabra, y son tu audiencia, ¿cómo no darles la oportunidad de preguntar cualquier duda o hacer algún comentario?
- Agradecimientos y firma de ejemplares. Es de bien nacido ser agradecido. Da las gracias al organismo público, librería, mecenas, o personas que han sido de vital importancia para llegar a poder escribir, editar y presentar un libro.
Acto seguido, ten paciencia. Como has hecho una presentación estupenda, algunos asistentes seguramente te pedirán que les firmes un ejemplar. Aunque estés cansado, recuerda siempre sonreír y dedicar tus mejores palabras y gestos. El público es la parte esencial de una presentación.
Y recuerda, que si algo no ha salido como esperabas, a la próxima saldrá mucho mejor. La experiencia es un grado. Ah, y nunca dejes de soñar.
Eres un crack, Alejandro. Un tipo que vive la Literatura y para la literatura, con mayúscula y con minúscula, ambas cosas positivas. Tu decálogo ( aunque tenga doce apartados ) para hacer una buena presentación puede ser muy útil para el que no conozca bien el modo de moverse en este mundillo extraño en el que el libro es una parte y las relaciones públicas y la promoción son otra. Verás he tenido la fortuna – o simplemente es un hecho – de presentar algunos libros míos pero, sobre todo, he tenido ocasión de presentar muchos libros de otros. Mi cargo como visecretario de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles y otros temas editoriales y culturales en los que estoy metido y mi propia experiencia me han hecho estar en muchos de estos actos y voy a intentar añadir algo más a la vista de esa experiencia. ¿Sabes lo fundamental, lo único fundamental?… tener un buen libro y estar tranquilo. Y comunicar de una forma fluida y sin compulsiones quien eres ( con tranquilidad y sencillez) y lo que es tu libro ( del mismo modo), sin más, sin demasiada parafernalia. A todos los puntos hay que añadir algo: somos escritores, no actores. Y, por tanto, igual que en la obra dejamos traslucir quienes somos, debemos hacerlo también en una presentación. Luego es fundamental el punto 4,(es, quizás, el más importante)… quien está a tu lado, quien coordina el acto. Debe ser alguien que sepa lo que son estas cosas y un buen comunicador. Alguien que ayude al autor, que lo arrope, que sepa dirigirse al público, no hacer pesada la presentación. Y muy importante: el tiempo. No pasarse de tiempo. Tampoco debe haber muchos presentadores, mucha gente que suelte su “rollo” particular y la presentación pase de una hora. Una hora como límite. Y no leer mucho de la obra: solo dar unos toques, llamar un poco la atención, crear algo de interés… y no desvelar demasiado. Y darle a todo la justa importancia. Si viene mucha gente, bien. Si viene menos gente, los que vienen deben ser tratados como si la sala estuviera llena. En fin, en todo esto tiene mucho que ver la editorial. Si la editorial sabe hacer las cosas el autor siempre lo tendrá más fácil. Si no hay editorial o la hay pero lo organiza mal… pues es más difícil. En cualquier caso, Alejandro… es mejor soñar cosas buenas que tener pesadillas. Yo creo que los nervios son malos. Que esperar mucho es malo también. Que todo tiene que ser fluido y, si se tiene un buen libro, dejar que sea el libro el que hable por nosotros. Al fin y al cabo, de eso se trata.