El mito del tuerto
Por María Antoranz
Si quieres ser rico, no añadas dinero :
quita codicia.
Epicuro
El Brujo vino a Madrid con tres obras para refrescarnos la Memoria del Hambre del Hombre.
La Odisea de Homero. El Brujo lo ha investigado a fondo, como todos los clásicos que lleva a escena. Es el mensajero, un nómada que viaja a través del tiempo para reconciliarnos con nuestro pasado cultural. Con música en vivo, ese aedo moderno recrea los cantos épicos que el ambiente de cada función le sugiere. Me quedé con el incidente del antropófago Polifemo, cuando Ulises y sus soldados logran escapar de la caverna agarrados de las guedejas de las ovejas saliendo a pastar. Claro que, previamente, Ulises había clavado una jabalina en el ojo del cíclope. Pero sólo lo dejó tuerto, pues no le dio tiempo a convertirse en ciego y ahí radicó su torpeza: le pudo la inercia de la costumbre, no su ceguera. Me maravilló que todos nos riéramos con la gracia sutil del Brujo recordando uno de los aspectos más abyectos de la humanidad.
El Evangelio de San Juan fueron casi tres horas deliciosas. Evidentemente, no hubo citas bíblicas. Unos datos objetivos, históricos, convierten al Divino Pastor en hombre de carne y hueso y sangre y pelo. Un hombre que quiso dar un paso más hacia el pensamiento racional. Un logos que nos distancie de lo literal. Rafael Álvarez insiste en los matices de traducción. ¿Qué significa logos en griego? Todo se vuelve más coherente, creíble y, sobre todo, relativo. Nada menos inocente que una traducción o un diccionario. El Nazareno puso de moda las parábolas: si tardamos veinte siglos en popularizar la palabra “metáfora”, ¿cuántos necesitaremos para integrar la “sinécdoque” en la plaza pública? Jesús hablando a una muchedumbre famélica, analfabeta. ¿Qué es la magia sino un maquillaje de la cruda realidad? Uno puede imaginarle multiplicando peces y panes o elevando al pueblo por encima de su estómago vacío. Fino orador, tal vez manipuló a las masas. Pero de ahí a sentenciarlo así… ¿Cuántos ateos lo habremos hecho disculpando al exegeta o apóstol de turno que tergiversó la verdad de lo que nunca vivimos en directo?
El Brujo destaca el sentido del humor del Mesías en este evangelio. Y yo pregunto: descartando el milagro, ¿cómo explicar la desaparición de su cuerpo del sepulcro? El Brujo no aclara la alusión a la antropofagia de la última cena. Una grey harapienta o escéptica: el verbo se hizo carne pero el hambre es sorda cuando la parábola no sacia y uno se abalanza sobre lo literal. O como dijo un científico del Bosón de Higgs: me lo comería para saber a qué sabe la partícula de Dios. Comer carne de un muerto y beber su sangre no era pecado, apenas vicio, en el siglo XVIII. Si Jesús sabía lo que sucedería en aquella Pascua, comprendo ahora el alcance de la palabra misericordia.
El río es memoria. El Lazarillo de Tormes fue un best-seller y creó escuela en la literatura europea del siglo XVI. Con esta obra nace la novela realista actual. Sin duda, contribuyó al descontento del pueblo europeo, del francés sin ir más lejos, que escribió a finales de siglo una sátira anónima abogando por el reino de la anarquía, harto de la jambre que asolaba el país, mientras nuestro virtuoso rey “catholicon” regalaba oro al monarca galo como si fueran caramelos, con tal de casar a su hija. Nunca dejaremos de asombrarnos leyendo cómo la miseria fue creciendo a medida que las minas de oro y plata de las Indias caníbales se vaciaban. Muy divertidas fueron las peripecias de Lázaro con uno de sus amos, un viejo ciego, tacaño como todos los ancianos. Fue una función humillante para nuestro Brujo. Smedia no le dejó instalar su decorado y tuvo que improvisar con el de Los hijos de Kennedy, obra de actores pijos. Salió airoso. (Fue una función inolvidable cuando se sentó sobre su baúl de vagamundo en el proscenio y empezó a sincerarse sobre su lasitud incrédula ante tantos recortes. España es el país europeo que más IVA impone a los artistas.) Lazarillo, ese plebeyo desencantado de las guerras que ya no daban honra u hombría sino ansias de títulos nobiliarios, codicia, acabó de pregonero real, en aquellos tiempos benditos en que hasta los mendigos aún podían aspirar a un trabajo digno.
Resumiendo, tres momentos claves en la evolución del Hambre del Hombre occidental: el guerrero astuto, el pacifista racional, el funcionario agradecido.