Francesco Pacifico: «Lo que le falta a la literatura italiana es un interés fuerte por el libro como objeto en sí mismo»
Por Carlos Palacios
Francesco Pacifico (Roma, 1977) es uno de los escritores italianos jóvenes más apreciados por la crítica de su país. En 2003 publicó su primera novela, Il caso Vittorio, pero el éxito le llega en 2010 con Storia della mia purezza, publicada en España por la editorial Salamandra. Pacifico además de escritor es traductor y colabora con diversos medios periodísticos.
¿Quién es Francesco Pacifico?, ¿cuáles son sus influencias? En una reseña de La historia de mi pureza publicada por el periódico inglés The Guardian se hablaba de J.D Salinger y El guardián entre el centeno y de Philip Roth. ¿Estás de acuerdo?
La historia de mi pureza es un intento de retomar los modelos literarios de Itavo Svevo y Luigi Pirandello, que son los dos grandes escritores burgueses italianos que no han querido ser otra cosa que escritores burgueses. Pero la base de toda mi escritura es El Decamerón, que en mi opinión ha establecido de qué tiene que escribir un autor italiano: enfermedad, dinero, comida, sexo, intrigas, prejuicios, sabiduría, muerte. No olvido a Alberto Arbasino. Los escritores extranjeros que tenía presentes mientras escribía la novela eran Proust, Bellow y Singer.
En un artículo aparecido en la revista Orwell hablabas del “generone” de la literatura italiana. ¿Crees que existe en Italia una confusión sobre el oficio de escritor? ¿Se trata de un oficio que ha sido usurpado por figuras no literarias? En español se establece una distinción entre “escritor” y “escribidor” por la que el segundo sería “el que escribe mal”. ¿Podemos afirmar, de este modo, que en las librerías italianas los “escribidores” tienen cada vez un espacio mayor y que incluso son considerados como “escritores”?
No pretendía hacer una división entre los escritores verdaderos y los no escritores. Lo que me interesaba en aquel artículo (y en general es lo que pienso cuando reflexiono sobre la escritura) es entender lo que la lengua nos ofrece y los escollos que al mismo tiempo presenta. Me interesa mi lengua materna, encontrar el mejor italiano para escribir las novelas que quiero escribir. La dejadez estilística o el descuido lo considero un problema mío personal, no un argumento general, y si escribo un artículo sobre la lengua de las novelas italianas lo hago con la única intención de aumentar mi conciencia sobre el instrumento que uso para escribir que no es otro que la lengua italiana. No soy un crítico, no tengo que ayudar a los demás a entender su propia escritura porque a mí me interesan solo los problemas que debo resolver para conseguir escribir una buena novela.
Decías en el artículo de Orwell, los escritores italianos «usamos una lengua priva de tradición burguesa y novelesca y no sabemos nunca cómo inventarnos el italiano que nos sirva para unir a la abuela de los Abruzos, los estudios humanísticos o la lengua de los email». ¿Cómo se puede colmar este vacío? Además de escribir novela traduces obras de ficción, ¿se puede importar un modo de escribir?
No se puede importar un modo de escribir porque sería algo horrible, pero sí que podemos hacernos una pregunta: ¿esa cultura contemporánea ha encontrado áreas de profundidad emotiva mayores y soluciones sintácticas y simbólicas más fuertes que las nuestras? Dicho esto, un libro de no ficción de Emanuele Trevi o de Edoardo Albinati, una novela de Starnone o Lagiogia o Piperno, tienen mucha más sustancia que la que contienen las obras de sus contemporáneos americanos, aunque estén menos cuidados editorialmente respecto a un país que cuenta con editores de la talla de Gordon Lish y Max Perkins. La relación con la memoria epidérmica, el juego entre lo local y lo nacional, las descripciones de los barrios, de los sabores, las reflexiones históricas o la tensión filosófica, son más densas en los autores italianos que he citado que en los escritores norteamericanos que rondan los cincuenta años.
Lo que le falta a la literatura italiana es un interés fuerte por el libro como objeto en sí mismo, un objeto que esté logrado y realizado para poder ser disfrutado independientemente de la existencia del autor. En Italia, el autor es sobre todo un intelectual, estamos aún bajo la estela de los Vittorini, Calvino o Pasolini; en este sentido, los libros son considerados a menudo objetos efímeros del mismo modo que lo son los artículos periodísticos, las presentaciones o los debates. Para mí, el libro es todo, y lamento vivir en un mundo editorial que trata el libro como si fuese algo secundario en la vida del autor.
Parece que en La historia de mi pureza existe una evidente preocupación por el estilo. ¿Cuánto cuenta para ti el modo de escribir? ¿Eres un escritor de historias o de estilo? La historia de mi pureza es mucho más experimental que Il caso Vittorio, aunque no se mencione a menudo. De todas formas, la próxima novela (que se titulará “Class”) será más experimental que mis dos primeras. No puedo responder acerca de la pregunta historia/estilo, tan solo decirte que me gustan las ideas, me gustan los personajes que afrontan las grandes cuestiones de la historia occidental como la religión, Freud, la política o la Ilustración. Además de esto tengo un procedimiento propio que uso con mis editores en Mondadori: a la jefa le cuento la novela como si fuese un relato, sobre todo con la intención de excitarla sexualmente porque es una estupenda lectora que se exalta y se excita físicamente cuando escucha una buena historia. De modo que hablo con ella para entender si lo que estoy escribiendo es de verdad o no una historia que merezca la pena. Con otros editores puedo hablar de teología o de Montaigne. Del estilo no hablo con nadie porque es algo que tengo que entender por mí mismo.
La historia de mi pureza no es solo estilo. Es también una obra tremendamente irónica, divertida y, en ocasiones, de un humorismo trágico, una novela de formación invertida que no ahorra críticas: del odio y la curiosidad hacia los judíos, a la presencia de estos jóvenes católicos ultrafundamentalistas amigos de Piero Rosini, jóvenes que se han convertido en viejos prematuros gracias a una elección de vida que los ha condenado a una existencia al margen del mundo de hoy en día. También Vittorio, el protagonista de tu primera novela era un católico integrista. ¿Cuánto hay de autobiográfico en tus novelas?
Antes hablábamos de las ideas. De autobiográfico hay mucho: desde que tengo dieciséis años quiero ser escritor, no tengo otras ambiciones en la vida, no me interesa lo que pienso ni el modo en el que vivo. Soy una persona mimética. Me han tachado de comunista, de fascista, de reaccionario, de cattocomunista, de fundamentalista, de moralista, de sociopático, de conformista.
La historia de mi pureza se desarrolla en torno a dos ciudades: Roma y París. Además, el protagonista y narrador adquiere una personalidad doble: la persona que es (Piero Rosini, la vida gris en la periferia romana) y la persona que querría ser (Rosenzweil, un Rosini liberado, sin ataduras, casi un bohemio que vive en París rodeado de mujeres). ¿Has pensado alguna vez en tu novela como una metáfora del inmovilismo de Italia? ¿Hace falta emigrar para realizarse como persona?
En realidad quería contar un caso de emigración que no dependiese de la crisis sino de la psique del personaje, en particular son las frustraciones de Rosini las que le empujan a armar un buen lío y a terminar por despedirse a sí mismo del trabajo que tiene en Roma. Su objetivo es escapar de su vida aunque él no lo sepa. Son éstas las cosas que me gustan y si además en la novela hay espacio para un relato fiel de lo que está sucediendo en la sociedad pues mejor, describamos esta sociedad contemporánea. Sin embargo, el objetivo de un escritor no es reescribir el telediario.
Un aspecto que me ha llamado la atención de tu novela es la abundante presencia de la escatología y del elemento grotesco. Además, la relación que tiene Piero Rosini con su cuerpo y con el cuerpo de los demás personajes es verdaderamente conflictiva. ¿Crees que esta fuerte presencia escatológica es tal vez una reacción al rechazo del cuerpo típica de la iglesia católica o es únicamente un elemento más de la comicidad de La historia de mi pureza?
Mi referencia es Bajtín, que dice que hubo un tiempo, digamos en la Edad de Oro, en la que todas las partes de la vida humana estaban juntas y no separadas: el sexo, el rito, las estaciones o el trabajo. Todo acontecía al mismo tiempo y después, desde las primeras sociedades evolucionadas, se produjo su separación. Lo que tiene que hacer la literatura es juntar de nuevo esas partes separadas, para que el lector vuelva a experimentar un estado de unidad y totalidad. Por tanto, me gusta unir al sexo la escatología, como a otras cosas. Además de todo esto, sufrí durante un tiempo de colitis nerviosa, por lo que el tema de dónde cagar está siempre presente en mi narrativa…
Para un autor romano, sobre todo después del éxito de La grande bellezza, ¿qué importancia tiene Roma como lugar o escenario literario? Lo menciono porque en la novela la toponimia urbana tiene un papel fundamental y está descrita con detalle. ¿Escribes a memoria o haces trabajo campo para documentarte?
Investigo, adoro escribir sobre las ciudades. La arquitectura y la novela comparten muchas características. Escribir historias urbanas ignorando la arquitectura quiere decir amar lo genérico y lo genérico es el mayor enemigo de la literatura.
La historia de mi pureza ha sido publicada en España por la Editorial Salamandra. ¿Cómo ha sido la acogida de los lectores y de la crítica?
No tengo ni idea. Salamandra no ha contactado nunca conmigo. No he hablado con el traductor ni con el editor que ha adquirido los derechos del libro y es algo que lamento. Dejando aparte el dinero, es como si no hubiese pasado nada. En cambio, tener relaciones con los editores extranjeros es una buena cosa, es emocionante y además ayuda mucho a entender la propia escritura.
Para la próxima entrevista, ¿qué escritor joven italiano aconsejarías a los lectores o a los editores españoles?
Cristiano De Majo. No ha publicado aún en el extranjero pero ha escrito una novela estupenda (Vita e morte di un giovane impostore scritta da me, il suo miglior amico) y va a publicar próximamente un memoir del título Guarigione (Curación).