Por qué escribo
Por Miguel Ángel Montanaro. A la inmensa mayoría de los lectores no les preocupa en absoluto qué es lo que lleva a un autor a escribir; por lo general, se conforman con que lo escrito tenga una calidad literaria aceptable y que cumpla el propósito de entretenerles.
Escribir, por lo tanto, no parece gran cosa.
Dicho así, la literatura podría parecer incluso, una actividad artística de una vacuidad insolente e insoportable; si no fuese porque nadie está dispuesto a renunciar a su derecho a soñar despierto.
¿O está usted dispuesto a permanecer insomne toda la vida?
Yo al menos no lo estoy.
Opino que escribir no consiste en estructurar un texto de acuerdo a unas reglas gramaticales y de estilo –que no son sino unos ruedines donde se apoyan aquéllos a los que les da miedo la velocidad de su propio impulso–, para después, buscar la aprobación de un público, reconozcámoslo, en muchas ocasiones, teledirigido en sus gustos por la publicidad inmisericorde –la evidente y la subliminal–, de los grandes grupos editoriales o de comunicación.
Para mí cada renglón escrito es la brazada del nadador, si el nadador deja de nadar, se hunde y se ahoga; lo mismo me ocurre si dejo de escribir.
Escribo novela, columnismo, guiones cinematográficos, canciones, poemas, teatro; sueños que después comparto con ustedes porque si hay algo que merece la pena en esta vida –que alguien dijo que era sueño–, es precisamente, compartir los sueños.
Quizá sea por eso de que los sueños deben ser compartidos, que no he podido decirle que no a Enrique Escudero en un nuevo proyecto teatral que hemos titulado: El Molinete. Amores cantados a la luz de una farola.
Enrique me lía una madrugada y antes de que quiera contarme las tramas de la obra que ha ideado, ya le estoy proponiendo escenas, cuando me describe personajes, los veo y los dibujamos –creando su personalidad–, hablamos de ambientación y nos atropellamos las palabras, extrañamente y como siempre, coincidimos.
Hay sincronía.
Esa misma noche, por videoconferencia y nunca mejor dicho, nos ponemos manos a la obra.
Nos emocionamos, nuestras respectivas parejas nos llaman la atención porque es muy tarde y alzamos demasiado al voz, pero es inevitable, estamos creando y somos dos sonámbulos con logorrea y muchas ganas de compartir nuestros sueños con ustedes.
Enrique ha situado la acción de la obra en Cartagena, en el célebre barrio chino conocido como El Molinete, en una época difícil. Los años 30.
En este montaje teatral recrearemos a personas y personajes que sufrieron los rigores de una vida descarnada, narraremos amores por conquistar y contaremos historias de subsistencia y de generosidad. De cuchilladas y despedidas. Nos asomaremos a la Guerra Civil –que en esta obra, es un accidente más en las azarosas vidas de los protagonistas, pues la guerra no es la trama principal–, y descubriremos juntos, un barrio lleno de sorprendentes personajes que nos arrancarán muchas sonrisas y alguna lágrima y que por encima de todo, nos recordarán, que supieron vivir con dignidad en condiciones extremadamente difíciles.
Las escenas comienzan a tomar forma. Cambiamos impresiones durante todo el día con los teléfonos en ebullición, Enrique, en Cartagena, comienza el casting y me comunica que el joven pero ya veterano maestro Carlos Campoy, se hace cargo de la dirección musical de la obra y que los actores Pepe Salguero y Cristina Muiño empiezan los ensayos –porque sepan queridos lectores, que en esta obra, los actores cantan en directo–, pero la cosa no queda aquí…
Se han embarcado en el proyecto intérpretes de la talla de Manolo Llamas, Almudena Martínez, José Antonio Ortas, Ana Jerez, Tony Marlon, Lali Gómez, Berni García, Al Fernández, Silvia Conesa, María Sánchez, Raúl Palacios, Teresa Hernández, debuta en las tablas Enrique Escudero Fernández, y también nos acompaña Javier Vilar, que además, llevará el vestuario y la ambientación.
Los ensayos se encarrilan bajo la dirección de Enrique, los actores se mudan la piel para absorber a sus personajes, mientras él y yo seguimos escribiendo, asegurando el ritmo de las tramas para llevarles de la mano desde el día del estreno, a que conozcan historias secretas y amores prohibidos por aquellas calles prohibidas.
Amores cantados a la luz de una farola.
Si he conseguido transmitirles nuestra emoción, ya habrán descubierto por qué escribo y que el milagro del autor, es algo aún más prodigioso que darle vida a un personaje imaginado y consiste en conseguir que un lector o un espectador, estando despierto, sueñe.
Por ello, créanme si les aseguro, que entrarán en la sala como simples espectadores y saldrán de ella, como cómplices absolutos de esos personajes del Molinete que hemos resucitado para ustedes.