Juan Bonilla: «Maiakovski, si hay un cielo o un infierno, podría reprocharme haber utilizado sus cartas de amor o sus informes para la Checa de manera libre»

BONILLA--647x300Hace unas semanas el escritor Juan Bonilla se alzaba con la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa por su obra, Prohibido entras sin pantalones (Seix-Barral, 2013), en la que recrea la vida del poeta futurista ruso Vladimir Maiakovski e incluso llega a meterse en los entresijos del amor imposible que le persiguió durante toda su vida. Se trata de una novela gamberra, descarada y que golpea primero, dos veces, y las que le dejes. Con su autor conversamos en esta entrevista donde se muestra simpático y hablador.

Por María Molina

−Supongo que ya te lo habrán preguntado mil veces, espero que me lo perdones. Pero, ¿por qué Maiakovski?

No te preocupes [ríe]. Porque es un poeta que me fascinó desde muy joven. Me fascinaba su tono de voz. Supongo que todos admiramos aquello que no somos capaces de hacer. Y este sentido de la espectacularidad que tenía Maiakovski: el poeta que puede ser un payaso, un actor, que puede dar mítines en las fábricas, que puede convertir la poesía en un instrumento para cambiar el mundo, me pareció fascinante. Cuando estás en el instituto y conoces a los poetas que te dan a leer (Unamuno, Bécquer) y encuentras una voz tan ronca, tan tremenda como Maiakovski, me pareció hechicero. De alguna manera me hechiza esa personalidad.

El-escritor-español-Juan-Bonilla-premio-Bienal-de-Novela-Mario-Vargas-Llosa−¿Cuánto hay de ficción en Prohibido entrar sin pantalones?

No lo sé. No lo podría computar matemáticamente [ríe]. No podría decir “hay un 40% de ficción”… Es verdad que he tenido que casar hechos que no se produjeron como están contados. Es cierto que el propio Maiakovski, si hay un cielo o un infierno, podría reprocharme haber utilizado sus cartas de amor o sus informes para la Checa de manera libre pero, ¿cuánto hay de ficción en Guerra y paz? Yo creo que el 100% de ficción.

−Por eso es una novela y no una biografía, ¿no?

Efectivamente, aunque los hechos narrados sean reales están narrados en ficción.

−Una biografía no podría estar contada con este estilo narrativo, a fin de cuentas.

Obviamente, en una biografía no se podría. Tienes que tratar de ser objetivo, con notas a pie de página, demostrando cada una de las citas. Yo quería hacer mi novela incluyendo los versos de Maiakovski dentro del caudal de la prosa, ir contando la historia y utilizar frases literales de Maiakovski y otras veces cambiando tres palabras de esa frase para llegar a lo que se quiere contar, pero digamos que si me preguntan “¿Los hechos que aquí acontecen son reales? ¿Sucedieron de verdad?” la respuesta es: sí. Y sin embargo, es ficción. Porque la ficción no es tanto el hecho de que lo que se cuente sea real o no, que el hecho de cómo cuentas esa historia.

−¿Puede ser que un poeta como Maiakovski sólo fuera posible en un contexto como el suyo?

Creo que sería posible, es algo que se da en casi todas las épocas de crisis. Siempre que hay una época de crisis, en alguna parte hay un artista que eleva la voz y que dice “¡esto tiene que cambiar!”. Estoy convencido de que en algunos periodos de la Historia romana hubo alguno así [ríe]. No siempre tiene que ser un poeta, puede ser un filósofo, o cualquier otro tipo de intelectual. Evidentemente, en fin, la Revolución Francesa tuvo mucho que ver con gente como Diderot o d’Alembert, que eran intelectuales y no políticos. Y cada vez que ha habido un periodo convulso o titubeante en el que no se ha sabido por dónde van a ir las cosas, eso hace que en el aire haya algo que hace surgir los personajes de estas características.

prohibido-entrar-sin-pantalones_9788432215605−¿Y ahora mismo?

Ahora mismo, ¿dónde? ¿Aquí? Estamos anestesiados. Es raro que estemos tan anestesiados, pero creo que la propia dinámica, el hecho de que todo se haya convertido en mercado, de que las cosas duren un fin de semana, de que como mucho lo que uno pueda aspirar con una novela es a estar dando que hablar 4 o 5 días… En Italia no están tan anestesiados, pero en España estamos muy cabizbajos, fatigados, nos da igual ocho que ochenta. Y en cuanto al mundo intelectual, aquí nadie alza la voz, aquí todos estamos muy bien educados, somos muy buenistas y no veo ganas de bronca por ninguna parte. Y me parece que la bronca sería muy sana y muy necesaria.

−También me he fijado en la gran presencia del amor en la novela.

Claro, fundamentalmente, por debajo de toda la peripecia de Vladimir Maiakovski hay una historia de amor muy fuerte, muy potente y muy imposible, que parte de la necesidad de oponerse al amor tradicional y burgués, al amor de pareja de siempre. Se proponen inventar un nuevo amor de pareja pero finalmente eso pasa factura y ninguno de los tres es feliz. Maiakovski sufre muchísimo la imposibilidad de alcanzar el objeto de su amor y Lily Brick sufre mucho la imposibilidad de retenerle a él. En cualquier caso, si bien Lily es un personaje más oscuro, su marido tenía unas ambiciones políticas desmedidas y fue director de la Checa de Moscú y  le tocó ser el testigo de todo lo que ocurrió. Efectivamente, es una historia de amor que nunca abandona a Maiakovski a lo largo de toda su historia.

−Hay una frase en el libro, «quien no olvidó al primer amor no vivirá el último», que es una especie de presagio de la destrucción de este amor, ¿no?

Efectivamente. Creo que Maiakovski al final de sus días se preguntaba mucho por qué razón no había conseguido de sus relaciones amorosas una especie de entrega o de pureza. Por qué sus relaciones amorosas terminaban ensuciándose por un lado o por otro. La respuesta es evidente: es muy difícil crear una relación sentimental sin aceptar que una parte fundamental del propio relato de la construcción de una relación sentimental es la rutina. Cuando tu enemiga fundamental es la rutina y tú no quieres que tu vida sea rutinaria, es muy difícil que alguien te acompañe en ese viaje. Y esta necesidad constante que tenía Maiakovski de reinventar su vida para no caer en la rutina de alguna manera le impedía igualmente alcanzar la plenitud de un amor.

−Y, de todo, ¿qué fue lo que llevó a Maiakovski a pegarse un tiro?

Supongo que en un momento de desesperación uno hace una especie de evaluación y pone en un platillo de la balanza las cosas por las que merece la pena pegarse un tiro y en otro las cosas por las que no merece la pena pegárselo. Y bueno, en ese caso hay unas circunstancias sociales o públicas muy evidentes: Maiakovski ya no es quien era, ya no es el gran poeta nacional, es abucheado por los jóvenes, es perseguido por los esbirros de Stalin, lo llaman a conferencias sólo para hacerle pasar por la humillación de ser abucheado… Todo ello debió de pesarle bastante. También estaba la sensación de no tener fuerza, haber perdido la juventud, el frescor, el vigor; el darse cuenta de haber perdido su vigor genuino, porque de hecho se suicida justo después de haber hecho una exposición recopilatoria de toda su vida, 20 años de futurismo, cuando se da cuenta de que no va a llegar más lejos de ahí. Hay un tercer hecho sentimental importante, una relación con una mujer casada, Ylena, que se queda embarazada y que no sólo aborta sino que le deja claro que jamás dejará a su marido por él.

−Cambiando de tema, ¿cómo ves el panorama literario español actualmente?

No sabría definirlo. No sé, hay autores que me gustan mucho y ya está. Algunos los conozco y son amigos, a otros no los conozco. Cuando estoy leyendo una novela, no lo hago como un historiador de la Literatura, pensando si se inserta dentro de una tradición literaria o no, estoy leyendo una novela y ya está. Entonces, he leído alguna novela de autores actuales españoles que me parecen muy buenas y otras muchas no he podido acabarlas. Pero no creo que sea un panorama muy distinto a los años noventa o los ochenta: poco bueno y mucho regular.

P−Y para los jóvenes que quieran dedicarse a la escritura, ¿qué dirías?

R. Es un momento en el que no sabría qué decir. A ver, ¿qué significa dedicarse a la escritura? ¿Vivir de la escritura o escribir?

−Escribir.

Vale. Pues que escriban. Que lean y que escriban. Y que los resultados que se obtengan de eso, sean lo que tengan que ser. Que el cauce por el que vayan los textos y demás sea el que tenga que ser. Es un momento dificilísimo ahora mismo: la gente no lee, para qué nos vamos a engañar. Es un país en el que no se lee, pero eso no tiene una relación causa-efecto con la necesidad de escribir.

Pero si no se lee, ¿para qué vas a escribir?

Porque necesitas escribir. Porque no te importa que no te lean. A mí no me importa que no me lean. Si escribo esta novela no es porque esté pensando en que estás tú, es decir, una lectora que me va a leer. Si tú no estuvieras yo también hubiera escrito la novela. Y eso es lo primero que tiene uno que tener en mente: pensar que hay alguien al otro lado, pero si no está, no pasa nada. Ya estará. No es una necesidad. No es un negocio. Yo quise un día ser escritor por imitatio, por querer ser como la gente que un tiempo atrás me había hipnotizado: leía cuentos de Carver, o novelas de Nabokov o poemas de Maiakovski y quería ser como ellos. Creo que la imitación es un paso fundamental para aquel que empieza.

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