Andrés Ibáñez, a propósito de “Brilla, mar del Edén”, su último trabajo
«No tardamos en llegar a la playa, donde muchos de los supervivientes contemplaban ya el avión desde la arena o se refugiaban en la sombra de los cocoteros para protegerse del inclemente sol de del trópico.»
La vida de Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) ha estado marcada por la escritura y la música desde siempre. Ha escrito poesía y teatro pero también y sobre todo novelas, como La música del mundo (1995), El mundo en la Era de Varick (1999), La sombra del pájaro lira (2003), El parque prohibido (2005), Memorias de un hombre de madera (2009) y La lluvia de los inocentes (2012), además del volumen de cuentos El perfume del cardamomo (2008).
Brilla, mar del Edén. Andrés Ibáñez. Editorial Galaxia-Gutenberg, 2014. 768 páginas. 29,00 €
Esta novela se inspira en una famosa serie de televisión. Un avión de pasajeros que va de Los Angeles a Singapur se estrella en mitad del Pacífico y los noventa supervivientes se ven atrapados en una isla paradisíaca, aparentemente deshabitada, donde quedan incomunicados y a merced de toda clase de peligros y misterios. Entre los supervivientes hay americanos, españoles, indios, latinoamericanos, dos mormones, un obispo católico, un maestro de yoga con sus seguidores, un cirujano, un escritor chileno que se hace llamar Roberto B., una mujer española y su hija india adoptiva, un profesor de la Universidad de Calcuta y su joven esposa, un timador profesional, un millonario suizo, un japonés que estuvo en la secta Aum Shinrikyo y el narrador de la historia, un compositor español llamado Juan Barbarín que vive en Estados Unidos y está obsesionado con la música romántica y las mujeres. Ésta es una novela de aventuras y de vidas cruzadas, pero también una novela lírica y filosófica. Novela del fin de las creencias, describe la crisis total de un mundo y de una época y propone un nuevo camino, que surge de la música y del silencio.
P.- ¿Cómo surgió el hacer esta novela? ¿Cuál fue la idea detonante que te impulsó a escribirla?
La idea detonante fue una sensación general de crisis, de mundo roto. El mundo a mi alrededor se rompía y también yo sentía que se me rompían cosas por dentro. Todo aquello en lo que habíamos creído, de pronto parecía una sarta de mentiras, un gigantesco engaño. Esa fue, creo, la sensación detonante.
P.- Ya sé que mucho, pero ¿cuánto de paralelismo guarda con la famosa serie americana “Perdidos”?
Creo que el paralelismo es sólo externo. Es paralela la situación, algunos de los personajes y algunas de las situaciones del relato, pero el desarrollo de la historia y los personajes principales son distintos que en la serie. Escribo de lo que conozco, aunque sólo lo conozca fragmentariamente.
P.- Pasajeros tan reconocibles como Roberto B. o la actriz Nicollette Sheridan se codean con otros peculiares personajes… ¿Qué baremo escogiste para darles entrada en tu novela?
Quería poner a muchos personajes muy diferentes entre sí. Primero, por una cuestión narrativa, musical, para tener muchos colores y voces distintos que desarrollar. Luego, por crear una especie de espejo del mundo, con nacionalidades, creencias, profesiones, etc. muy diferentes entre sí.
P.- Novela de aventuras al más puro estilo americano… ¿Excusa atractiva y adecuada a la reflexión que sobre el mundo actual esconde tu libro?
Las novelas de aventuras no tienen por qué ser americanas. En nuestra tradición hay muchas novelas de aventuras. En el Quijote, por ejemplo, hay muchas aventuras: falsas aventuras, como la del león, o aventuras en toda regla, como la Historia del Cautivo, que siempre ha sido mi parte favorita. Cuando era niño, mis novelas favoritas eran de aventuras (London, Verne, Salgari, Scott, Defoe, Zane Grey, etc.) Quería recobrar esa magia de las lecturas infantiles, cuando devoramos los libros deseosos de saber qué pasará.
P.- Personajes con ideologías y pensamientos muy diferentes. ¿Somos esclavos de nuestras ideas, de nuestra educación, de nuestras creencias?
Bueno, creo que sí. Hacemos una construcción mental muy bien explicada y organizada, y nos quedamos atrapados dentro. El problema es que esa construcción es muy lógica, y muchas veces es totalmente cierta en sus propios términos. Eso es difícil de las construcciones en las que nos quedamos encerrados: que casi siempre tienen una lógica implacable. Pero nos agostan, nos matan, nos quitan el brillo y la espontaneidad.
P.- Personajes presos por el espacio y también por el desengaño de su propia realidad, ¿existe algún camino de redención, de liberación?
Redención es un término religioso que me resulta ajeno. ¿Redención del pecado? Yo no creo en el pecado. Y liberación, pero ¿liberación en el sentido budista? Creo que el camino debe de llevarnos a la naturaleza, a lo que es natural en el hombre, al deseo de convivir, al placer de convivir, a la necesidad de celebrar. Y de la celebración al canto, a la danza, a la música. Debemos regresar a un mundo más humano. En el presente estamos dominados por máquinas, por números y por reglas de unificación y control. Es un tema muy amplio, como es obvio. Habría muchas más cosas que decir.
P.- ¿La crisis ha terminado cambiando nuestra forma de pensar, de ver el mundo? ¿Están ya las nuevas generaciones condicionadas por esa visión?
Cuando veo a mis hijos, me doy cuenta de que les estamos transmitiendo una visión muy pesimista de la vida. Pienso que quizá es una especie de reacción contra lo que yo recibí de mis padres, aquella confianza ciega en el futuro, en el trabajo, en los méritos… Sí, creo que las nuevas generaciones están muy condicionadas por la crisis. En España, de hecho, estamos formando ya una generación bilingüe que estudia la mitad de las horas en inglés, quizá con la idea de que se vayan todos del país cuando alcancen la edad adulta. La obsesión con el inglés da la medida de la crisis de autoconfianza que tenemos: ya no nos atrevemos ni a usar nuestro idioma.
P.- Se pueden encontrar pequeñas novelas dentro de la novela.
Sí, hay tres novelas, una americana, una mexicana y una japonesa. Son experimentos, retos personales. Me pregunto ¿hasta dónde puedo llegar? ¿Qué puedo contar? Y los límites se abren, se abren… En este libro a veces tenía la sensación de haber llegado al límite, al límite de lo que podía experimentar, de lo que podía contar. Pero luego el límite se abría.
P.- Tu libro también tiene humor y amor, ¿condiciones y sentimientos esenciales para que la lucha diaria valga la pena?
Sin humor no hay novela. Sin amor no hay vida. Brilla, mar del Edén es, entre otras cosas, una larga, muy larga historia de amor. Es esta historia, la de Juan Barbarín y Cristina, la que lo unifica todo.
P.- También eres crítico literario. Pero, ¿cómo reaccionas tú a las críticas que otros hacen de tus novelas?
Hace ya bastantes años que no las leo.
P.- Cómo escritor ¿qué opinas de la actual situación que vive el mundo editorial? ¿Crees que existe una saturación en la oferta literaria?
Sin duda. Se publican tantos libros que estoy seguro de que muchos libros maravillosos se pierden o pasan desapercibidos. Pero la saturación no es sólo de títulos, sino de traducciones y retraducciones. No creo que en otras lenguas existan, por ejemplo, diez traducciones distintas de un mismo libro.
P.- ¿Estás ya trabajando en nuevos proyectos de los que quieras hablar?
La verdad es que no. Cuando terminé Brilla, mar del Edén, comencé a escribir una novela para jóvenes, y escribí unas doscientas páginas y de pronto me paré y me di cuenta de que no funcionaba. Y luego, nada. Nunca me había pasado estar tanto tiempo sin escribir. Creo que Brilla, mar del Edén me ha dejado imaginativamente agotado. Espero que esta situación no dure mucho tiempo.
Por Benito Garrido.
tengo un recorte de periodico de culturama
de un libro mirada que cautiva la mirada
sobre unos niños discutiendo y otros en
el pizarron la sal se puso morena
por mariana yampolsky 1989
la foto es de 5 de mayo 2012
me gustaria una foto y
ponerle marco como puedo obtenerla gracias