Una perspectiva del Pintor y la Modelo en «Picasso. En el taller»
Por María J. Pérez.
Fundación Mapfre
Paseo de Recoletos, 23
Madrid
Hasta el 11 de mayo de 2014
Bajo el título de “Picasso. En el taller” la Fundación Mapfre muestra sesenta años de vida artística del pintor, a través de 140 obras entre lienzos, dibujos y grabados en los que trabaja en diferentes estudios como son Le Bateau-Lavoir, Boulevard de Clichy, Boulevard Raspail, La Boétie, Boisgeloup, La Californie y Mougins.
Talleres que recogen ese permanente afán creativo, que marcan en el artista su trayectoria y vivencias reflejadas en innumerables muestras de arte.
Es Picasso uno de esos genios que tuvo el siglo pasado cuya traslación al cuadro de la visión angulosa y sublime de la realidad le convierte en un maestro multidisciplinar. Cerámica, grabado, escultura, pintura, collage, y cualquier técnica que se pusiera entre sus manos era transformada en una corriente de creatividad.
Tres guerras marcaron su vida e influencias de maestros pasados se advierten en su camino, pero sin lugar a dudas también franqueó innovaciones estilísticas e iconográficas que van desde la época azul y rosa –ausentes en la exhibición-, al surrealismo, cubismo y un estilo propio inconfundible que dejó huella decisiva en los artistas de las generaciones posteriores.
Dentro de su diversa temática, que va desde las tauromaquias hasta el circo, debemos reconocer que el gran asunto en la pintura de Picasso es la figura de la mujer. Un interés que nunca dejó de desaparecer mostrando toda su rotunda feminidad e inspiración para el artista que se delata como voyeur y demiurgo en el universo del arte.
Fernande Olivier, Eva Gouel, Olga Koklova, Marie- Thérèse Walter, Dora Maar, Françoise Gilot, Genevieve Laporte y Jacqueline Rocque, son los nombres de las ocho mujeres cuya pulsión amorosa trasladó a los lienzos.
No se trata de mujeres en general, sino de imágenes que reflejan rostros y almas, que configuran la esencia de sus historias de amor, dulces, convulsas, amargas o estables. Modelos recurrentes que inundan sus cuadros, encaminadas a acompañar al pintor desde las primeras etapas en Le Bateau-Lavoir hasta su ancianidad.
Cambian las mujeres pero la obra sigue fluyendo como un torrente inagotable. Así, sus pinturas exhiben los atributos del deseo, difícil de encontrar en toda la historia del arte algo similar.
El mirón-artista aparece con asiduidad en las obras, entregándose con complacencia a esa extrema forma de pasión que va desde la simple admiración al erotismo.
Y el taller, como testigo de excepción de este motivo interpretativo, en todas las variantes posibles, sin indicar por ello un agotamiento creativo, sino todo lo contrario, el gran iconoclasta que siempre había sido reinventa una y otra vez el lenguaje femenino, perifraseando la corporeidad.
El pintor y la modelo – 1961-1972
Precedente de este argumento picassiano son las cien estampas conocidas como la Suite Vollard que realizó entre 1930 y 1937 o la serie de 180 dibujos titulado “Picasso y la comedia humana” publicados en 1954 en la revista Verve, donde se recrea, a modo de catarsis y obstinación, en la relación con Françoise Gilot tras su ruptura.
Han pasado muchos años y una experiencia nada desdeñable con musas y amantes cuando Picasso compra en 1955 la villa La Californie con vistas a la bahía de Cannes y poco más tarde su última residencia, Notre-Dame-de-Vie en Mougins donde inicia una serie de obras inspirado en su nueva y definitiva compañera, Jacqueline Roque, que permanecerá junto a él hasta su muerte.
Como título de este apartado y del cuadro que lleva dicho nombre, El pintor y la modelo de 1963, podemos corroborar nuevamente el papel indiscutible de la mujer en la experiencia vital y artística de Pablo Ruiz Picasso (motivo central también del Cuaderno 1097 de 1964).
En este lienzo y en otros muchos de esta época, el estudio, el pintor y la modelo siguen formando una tríada inseparable como centro de su discurso artístico. La figura femenina alterna rasgos cóncavos y espacios planos, entrantes y contornos lineales que crean ritmo y musicalidad, signos pictóricos de un lenguaje estético autónomo a partir de la ruptura de la perspectiva.
En esta última etapa demuestra la total coherencia y síntesis de sus trabajos en la línea de conducta constante, donde Picasso plasmó su poderosa personalidad con contundencia en la exaltación por las mujeres y la belleza. Su vida y su obra son inseparables, una unidad que forma parte de la historia del arte.
Como siempre, un análisis fantástico de la exposición.
Me ha encantado el artículo, Un paseo sutil por la vida del autor a través de sus mujeres, pese a que algunas etapas no estén contempladas en la obra, este artículo me estimula a la visita de la exposición
Gracias