Manifiesto asténico
Eloy Sánchez Guallart
Urania ediciones, 2012
Por José Antonio Olmedo López-Amor
Con la publicación de “Manifiesto asténico” de Eloy Sánchez Guallart tenemos la dicha de asistir a dos nacimientos, por un lado el debut de Guallart en la poesía y por otro la aparición en el panorama editorial de “Urania ediciones” un proyecto literario que emerge con fuerza en uno de los periodos socio-económicos más complicados de la historia.
Natural de Castellón, Eloy Sánchez Guallart (1963) es uno de los miembros de la tertulia poética castellonense El Almadar y colabora habitualmente con sus textos en su revista Azharanía. Ha participado en las antologías de varios autores Poetas del 15M (Séneca, 2011) y Arando versos (ACEN, 2012). Sánchez Guallart debuta en la poesía con Manifiesto asténico que se enmarca como una ópera prima pionera en la colección Astrolabio coordinada por la poeta y editora Amelia Díaz Benlliure.
El título del poemario puede abocarnos a equívoco, ya que la astenia reflejada en él no hace justicia con el corpus final tras su lectura, la vigorosidad, el tratamiento colorista o su riqueza de imágenes no me permite aceptar que el conjunto sea un manifiesto escrito desde el decaimiento o la debilidad, sino más bien lo contrario, intuyo que está escrito desde una fuerza interior que ser rebela contra todo ello, aunque no por ello está exento del desencanto que proporciona ser consciente de la realidad que nos rodea.
Los temas centrales escogidos por el poeta castellonense para vehicular su discurso son el amor, el ser humano y el tiempo pero abordados cada uno desde las más variadas lecturas y gradación de hondura que su versatilidad como cantor y filósofo le confiere.
El libro está dividido en tres bloques. El primer bloque abre el fuego con una estrofa de la canción “Suzanne” que fue la más popular del disco en que se publicó y una de las más famosas de su carrera, The Songs of Leonard Cohen (1967) no por casualidad este disco es la ópera prima del autor canadiense que provenía de la literatura -ya había escrito dos novelas y cuatro poemarios- y se lanzaba al mundo de la música a la edad de 33 años. Son tantas las analogías que Sánchez Guallart encuentra en Cohen que el poeta de Castellón decide separar cada bloque de su poemario con fragmentos de canciones del genio autor de The Partisan.
El primer poema del libro lleva por título “Poética” y no en vano al mismo tiempo que inaugura la aventura en sus versos el poeta trata de justificar las motivaciones de su escritura, un envite en el que podemos entrever tanto los temas capitales de sus preocupaciones como el patológico e impulsivo mecanismo que lo lleva a escribir casi en legítima defensa, planteamiento que ya compartiera otro excelente poeta valenciano como es Sergio Arlandis en su obra Caso perdido (Renacimiento, 2010).
El poemario abarca un espectro muy amplio tanto en léxico como en puntos de vista del yo lírico, en el lenguaje por ejemplo encontramos desde lo sórdido y casi ordinario hasta lo más culto y refinado, pasando por una supresión de artículos y preposiciones así como un espíritu neologista que no ocultan una búsqueda estética y convierten la lectura en ocasiones -posiblemente alambicada para algunos- sofisticada e impactante. También observo un uso anárquico de las comas y las asonancias, rasgos que exigen cierta entrega por parte del lector y que además confirman una concepción ultra liberal de un versolibrismo desatado que busca nuevos caminos, algo muy de agradecer en estos tiempos en los que para mucha gente está todo dicho en la literatura.
“…talle frondoso en tarro esencial/volcánica flor hierática altiva/en formas sinuosas onduladas tu ser/capicúa guía deseo inalcanzable”
Poema “Mediodía”: quizá sea una apreciación mía pero encuentro en estos versos la misma cadencia que en la letra de una canción, por lo que intuyo cierta vocación de músico en Eloy, una inquietud que -de ser cierta- sin duda le beneficiaría a la hora de componer poemas: “Soy un flamenco rojo en la cocina, /aquel estúpido que todavía no emigró, /soy el último habitante que declina/los verbos del fútbol y el bar. /Así se dispone en los bandos que cuelgan/de las esquinas de plomo en esta puta ciudad”. La acólita visión descarnada de un mundo que acompaña a aquel que no lo asume no es cinismo ni crítica sino un lenguaje fundado contra la tiranía sistémica que instaura en los corazones tanta desazón como inhumanidad. “Tanta moneda en el centro de las apáticas vidas…” “Tantos números venciendo la lágrima en un desahucio…” “La horma se ha hecho sistema/y agrieta la calidad del ser que abrió…”. El poeta se indigna ante un panorama desolador, el escenario del urbanita del siglo veintiuno, no entiende el estatismo, la vida autómata, y hasta se cuestiona la utilidad de la poesía: “Tantos árboles huérfanos de abrazo/y tan poca/la utilidad de un poema”. Es lícito cuestionarse hasta la validez de nuestro silencio, es comprensible que nazca la desconfianza cuando lo demás no acompaña, somos humanos, por eso son necesarias las “Proposiciones”: “Provoquemos el acto, /una fugaz rebeldía, /las manos/que encienden/e incendian/el páramo ciego”. Revulsivo, fiscal acusador, díscolo sublevado, la audacia como autor de Eloy inquieta y atenaza al pensamiento, incita al movimiento y su dinámica. A lo largo de los 53 poemas que componen este libro vamos conociendo la historia no contada por su autor, el estigma del amor, la angustia por lo efímero de estar vivo, influencias musicales, como también influencias cinematográficas, si bien en ocasiones esas influencias se delatan textualmente en títulos como “Habitación con vistas” o “Del tiempo sin retorno o la conciencia del Replicante” hacia filmes -tan dispares- de Ivory o Scott respectivamente, también lo hacen sutilmente en descripciones muy gráficas dignas de una cultura audiovisual, se muestran perspectivas narradoras ubicadas con la misma precisión que colocaría sus aparatos un director de fotografía. Hay guiños en sus versos a autores clásicos como cuando dice: “Espinas como labios…” o a películas míticas de géneros mucho más explícitos: “Tras la puerta verde…” “Quiméricos inquilinos…” aunque debo confesar que mi intuición me dice que su criterio artístico le hace inclinarse más por el género de la ciencia ficción, no por nada es autor desde el año 2008 de un blog que lleva por nombre “Lágrimas en la lluvia” cuyo título hace alusión al magnífico monólogo interpretado por el actor Rutger Hauer en la secuencia final de la película “Blade Runner” un clásico que sin duda ha influido en este autor.
En la página 73 encontramos el poema titulado “El poema que escribo” donde el poeta se sincera con sus lectores en su afán por atisbar nuevos senderos en el lenguaje construido con palabras y confiesa tanto su necesidad de afirmarse como disidente gramatical de una mayoría aborregada –cronopio– como su verdadera naturaleza de autor-canal más que autor-caudal. Lo ajeno de la inspiración nos nombra cauces de argumentos que no entendemos, Eloy acepta ese sometimiento de orden natural pero no pierde la esperanza de intentar introducir sus cláusulas para mejorar las condiciones de ese contrato leonino: “El poema que escribo/se enzarza en las esquinas, /con ira costurera/gruñe su condición disidente/ajeno a los modismos/a los pies de la manada”.
En definitiva Manifiesto asténico es un viaje por las entrañas de un nuevo poeta que ofrece buenas formas y buenos contenidos, un poeta que no redunda en lo ya leído sino que con valentía aspira a encontrar nuevas vertientes, algo que lo destaca de una gran masa tradicionalista que comercia con monas vestidas de seda tan héticas como pergeñadas. Espero que en el futuro podamos hablar de Sánchez Guallart como uno de los benefactores de esa raza en peligro de extinción que son los verdaderos poetas.