Magnífica María Botto sobre los escombros de la crueldad histórica
Por Horacio Otheguy Riveira
‘Rudolf’: poético enlace entre el horror de los crímenes nazis y la belleza del amor que intenta superarlo. Mientras tanto “se construye Alemania”.
Un apartamento a punto de derrumbe, de tal pobreza que la pianista ha vendido su instrumento y se conforma con el teclado de un piano dibujado; las paredes reflejan una obra en construcción, pero todo, en aquellos años 50 está en construcción, el sonido de las obras a veces ensordece, lastima los oídos, entorpece el habla, pero a ella, la hermosa mujer que se niega a envejecer y se empeña en sobrevivir, no le molesta: “Es Alemania que vuelve a construirse”.
Llaman a la puerta y una vez que quien la busca afanosamente traspasa el umbral, la mujer renovará una vaga esperanza, aunque para ello habrá de convertirse en traidora, creerá que volverá a ser deseada, a divertirse en el despliegue fascinante de caricias sobre su cuerpo aún lozano, se autoengaña, se confirma a sí misma y se desplaza por la piel de un desconocido como si fuera otro, como si fuera el personaje ahora ausente, como si fuera Rudolf.
Acompaña una compleja estructura sonora con los golpes de los obreros para derrumbar y reconstruir, momentos de silencio, y el teclado imaginario con la tan romántica obra de Ludwig van Beethoven, “Para Elisa”… y un circuito breve pero bien sostenido de lejanas crueldades… hacen lo demás.
María Botto compone un personaje destruido que hace lo imposible por reconstruirse, que tiene hambre de comida, y será saciada a golpe de traición, pero que tiene otras necesidades que sólo a medias podrá cubrir, y algunas nunca más. Discurre su cuerpo ligero con una elegancia y una gracia que dan porte magnífico al personaje, como si a través de los gestos expresara los sentimientos que sólo comunicará al final, cuando las lágrimas estén a punto de desbordarse de su enigmático rostro.
Roberto Drago la acompaña en la difícil realización de un hombre a medias, cuyo juego y obligación le impiden ser absolutamente él mismo en el juego de seducción y de compromiso moral: y es que por debajo de su vida, hubieron muchos años de expansiva crueldad mundial que también alcanzó a su familia.
Dos actores formidables bajo la dirección “musical” de Cristina Rota afianzando ese estilo tan suyo de comunicar en profundidad las heridas de dramas lacerantes, lográndolo con delicados matices, sugiriendo sin estridencias, con la sutileza del dolor que deambula por el mundo marcando las huellas del futuro, en la esperanza de pequeñas-grandes justicias que vayan devolviendo a la humanidad su rostro solidario.
La complicidad de las clases dirigentes
Patricia Suárez es una prolífica escritora argentina en diversos géneros. Como autora de Rudolf sorprende la notable coincidencia de este texto con un momento crucial en la vida de la República Federal de Alemania suscitado por un célebre abogado defensor, el penalista Ferdinand von Schirach, quien además es un excelente escritor con un estilo muy atinado donde confluye la máxima frialdad expositiva con el hondo sentimiento de dolor de aquellos que han padecido el revulsivo de la dictadura.
La novela de Von Schirach, El caso Collini, ha expuesto al mundo entero en 2012 —67 años después del final de la guerra—, la habilidad con que el mundo jurídico alemán protegió a los forjadores del Tercer Reich hasta el último aliento. Al final del libro se puede leer:
En enero de 2012, pocos meses después de que se publicara este libro, el Ministerio de Justicia de la República Federal de Alemania encargó a una comisión independiente la investigación del pasado nacionalsocialista en el Ministerio de Justicia.
Rudolf suscita estas y otras muchas reflexiones acerca de las barbaries sobre la población civil y la rapidez con la que la clase dirigente de cada país reconstruye sobre cadáveres a golpe de cemento, manteniendo por todo lo alto el cinismo de falsas democracias. Uno de los países que mayor justicia consiguió con una de las democracias más jóvenes del mundo fue Argentina donde se condenó, liberó y se volvió a condenar —y aún hay más— a responsables de torturas y asesinatos bajo botas militares con la colaboración de amplios sectores de la clase política y religiosa.
España tiene una transición que se mantuvo como un modelo sólo aparente: demasiados cadáveres aún no han sido entregados a sus familias y demasiados cómplices de los 40 años de dictadura pululan en los negocios de la España financiera, tal vez la misma que se enriqueció cuando los españoles padecían la miseria de la posguerra.
Rudolf
Autora: Patricia Suárez
Directora: Cristina Rota
Intérpretes: María Botto, Roberto Drago
Gestión: Nur Levi
Comunicación: María Díaz
Diseño de iluminación: Jorge Colomer
Arreglos musicales e interpretación: Alejandro Pelayo
Espacio sonoro: Nacho Cobos
Diseño de escenografía: Beatriz San Juan
Construcción de decorados: Miguel Ángel Infante
Decoración de espacio: Carlos Aparicio
Vestuario y atrezzo: Carlos Aparicio
Fotografía: Guillermo Pérez
Lugar: Centro Nuevos Creadores. Sala Mirador
Fechas: Hasta el 30 de marzo de 2014