‘Dionisio Ridruejo’, tragicomedia de la España negra

Por Horacio Otheguy Riveira

El director Pérez de la Fuente, y los protagonistas Ernesto Arias y Paco Lahoz, aportan imaginación y fuerza a un texto que se bambolea entre el esperpento y el discurso desesperante.

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Detrás, Jesús Hierónides. Delante, Paco Lahoz (silla de ruedas) y Ernesto Arias.

Quien espere un cuadro certero sobre la personalidad del militar, político y poeta Dionisio Ridruejo, se encontrará con un vértigo teatral en el que más que un homenaje al valiente que se enfrentó a Franco, su padre político y espiritual, porque sintió traicionada su causa, hallará un delirio de coronel que siente la reencarnación de Dionisio el día de su muerte, y se pierde en su propia cobardía.

 Pero Ridruejo, en esta mezcla de testimonios históricos y melodrama compulsivo, aparece poco, sólo en su epidermis, y más como un pobre hombre cuyas veleidades políticas van del falangismo anti-republicano al deseo de una democracia pura imposible de crear, a una oscura pasión española por lanzarse a los brazos del griterío discursivo sin apenas raíces que de verdad compongan la capacidad de negociación política para sacar un país adelante. En su afán «recomponedor» de la figura, olvida bastantes datos como, por ejemplo, que también había sido nazi, pero no un nazi cualquiera, uno de boquilla o de café, sino uno condecorado por las fuerzas armadas unificadas del régimen (la Wehrmacht).

 Después de todo, la rivalidad real e interior de Ridruejo con Franco provoca más rechazo que comprensión para quienes no comulgan con el falangismo: todo el entramado de esta función parece desarrollarse en el infierno circular de un mundo sin salida, como lo fue para millones de españoles la esperpéntica mezcla de pasión católica y lucha anticomunista… para finalmente confabular un estado caciquista del que aún no nos hemos liberado.

 No fue posible entonces, no fue posible después —se maquilló una falsa transición— y aquí y ahora en este espectáculo se desangran las dos españas en una serie de monólogos que tornan muy denso y poco gratificante —emocional e intelectualmente— el desarrollo de las escenas. Los personajes no se comunican, sólo están para dar pie a los protagonistas con el objetivo de que puedan decir todo lo que piensan. Una estructura teatral muy estática que el director Juan Carlos Pérez de la Fuente dinamiza con la brillantez que le caracteriza, aportando un gran final surrealista —tal vez influenciado por su reciente puesta en escena de Dalí versus Picasso de Fernando Arrabal—.

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Foto de ensayo: de rodillas, Ernesto Arias, a su lado, Paco Lahoz. En los extremos: Jesús Hierónidez y Daniel Muriel.

Lo cierto es que el impresionante trabajo de Ernesto Arias, como el coronel que está ingresado por sus muchas tentativas de suicidio, y de Paco Lahoz, como el general franquista, eleva a muy altas categorías la experiencia escénica. Ambos se duplican: son ellos mismos y otro, Dionisio y el general Franco, respectivamente, en un interesante juego teatral que avanza hacia la inevitable derrota de ambos en un diálogo de sordos que les lleva a la autodestrucción.

Sobre las espaldas de Ernesto Arias reposa toda la función, y ésta le exige un esfuerzo memorístico extraordinario para ponerse al servicio de un final previsible que ha de dejarle completamente exhausto. No hay correspondencia entre su gran categoría de hombre de teatro y la pobreza creativa del texto, pero lograr superar semejante entuerto hace pensar que sus posibilidades son realmente infinitas, después de trabajos de dirección loables (El castigo sin venganza, de Lope de Vega…) e interpretaciones de grandísimo nivel, tanto cuando se le exige irónico intimismo como en El portero, de Harold Pinter, un realismo poético singular como el de El malentendido, de Albert Camus, o la expansiva ductilidad creada por Miguel del Arco en Veraneantes.

Resolución surrealista para un drama estático

 Les acompañan tres estupendos actores que apenas tienen juego: Daniel Muriel en un capitán que quiere ser rebelde, pero tampoco; Jesús Hierónides, como el comandante sumiso servidor del general; y Nerea Moreno, como la estricta enfermera con gran final cuyos hermosos pechos desnudos la convierten en símbolo de una naturaleza expansiva, radiante, liberadora… que es mero acto circense entre hombres destinados a la impotencia sexual y cerebral.

 Todo confluye hacia una unión estética y teatralmente admirable. Pero el segundo acto —que llega sin interrupción, tras un breve oscuro— se torna demasiado reiterativo, una auténtica losa con suma de discursos y monólogos del coronel y el general, de Franco y Dionisio, mientras los otros actores deben limitarse a poco más que escuchar.

 Es muy buena la escenografía del propio director, maravillosa la iluminación logrando singulares atmósferas, fascinantes las serigrafías en los laterales, ejemplar el encierro en el gimnasio… Una coproducción óptima entre el Centro Dramático Nacional y Pérez de la Fuente Producciones.

 Lo mejor y lo peor: un texto que puede generar buena polémica ideológica en un país que está todavía muy lejos de recomponerse, pero que como texto teatral adolece de un quejido abrumador, pues sustituye la acción de las situaciones dramáticas por un exceso discursivo, además de reiterativo, que obliga a pensar en otra cosa demasiado a menudo, alejando al espectador del personaje tan atractivo que ha dado pie a la creación de esta empresa.

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Radiante aparición de Nerea Moreno, excelente actriz que durante toda la función apenas participa. Un final delirante que simboliza la vibrante fuerza de un sexo femenino no correspondido.

 

Dionisio Ridruejo: una pasión española

Autor: Ignacio Amestoy

Director y escenógrafo: Juan Carlos Pérez de la Fuente

Intérpretes (por orden alfabético): Ernesto Arias, Jesús Hierónides, Paco Lahoz, Nerea Moreno, Daniel Muriel

 Iluminación: José Manuel Guerra

 Vestuario: Almudena Rodríguez Huertas

 Música: Luis Miguel Cobo

Asesoría escultórica: Esperanza D´Ors

Fotografías: marcosGpunto

Imagen de las serigrafías: Angelo, de Leonardo Bistolfi, Monumento al caduti

Lugar: Teatro Valle Inclán. Sala Francisco Nieva.

Fechas: Del 14 de marzo al 13 de abril. 

Encuentros con el público: Con la presencia del equipo artístico de la obra, jueves 27 de marzo, al finalizar la representación. Entrada libre, hasta completar aforo.

Los lunes con voz: lunes 24 de marzo a las 20 horas: La figura política, literaria e histórica de Dionisio Ridruejo. Intervienen: Ignacio Amestoy, Juan Cruz, Jordi Gracia, Enrique Múgica, Manuel Penella, Juan Carlos Pérez de la Fuente. Entrada libre hasta completar aforo.

 


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