El consejero
El consejero. Cormac MacCarthy. Mondadori, 2013. 144 pp. 15,90 €
Por Pedro Pujante
Sería absurdo afirmar a estas alturas que MacCarthy es uno de los novelistas más prominentes de la actualidad. Norteamericano pero de un espíritu universal que ha sabido esbozar en sus obras relatos humanos, hondos y desgarradores, con resonancias de las tragedias clásicas y de una fuerza cautivadora. Exponente de la ‘pesadilla americana’ y autor de culto. A lo largo de su trayectoria sus obras no han carecido de interés y su prosa ha sido y es de un lirismo inimitable, concisa y demoledora.
Prueba de su innegable valor y de su encanto se puede apreciar en las variadas apropiaciones que el cine ha hecho de sus novelas: La carretera, quizá la más sobresaliente y que le valió el Pulitzer, pero también No es país para viejos o Todos los hermosos caballos.
En este sentido, en el que confluyen las tintas y el celuloide, el cine y la literatura, apunta su última creación publicada por Mondadori, el guión del filme El consejero (2013), que ha rodado Ridley Scott con un reparto de lujo: Penélope Cruz (quien también apareció en Todos los hermosos caballos), Brad Pitt o Javier Bardem (asesino carismático de No es país para viejos).
El argumento que desarrolla El consejero se centra en la arriesgada peripecia de un abogado que decide tomar partido en una peligrosa operación de tráfico de drogas, en un mundo atroz en el que la violencia y la maldad, elementos principales en la obra maccarthiana, están más que presentes. Sin embargo, las decisiones que se toman siempre tienen consecuencias, y en esta ‘aleccionadora’ historia en la que una moral diluida consigue sobrevolar la obra, seremos testigos de ello.
El delirante mundo que se configura en la frontera EEUU-México, con los peligrosos cárteres actuando, los asesinatos indiscriminados como telón de fondo y la corrupción imperando será el escenario en el que El consejero tendrá lugar. Una geografía que en nada se diferencia de un infiernokistch y posmoderno. Poblado por personajes sin escrúpulos dispuestos a todo, al margen de la ley, que se deslizan como bestias hambrientas, como sombras a la caída del ocaso en un mundo al límite de todo y de todos.
Es, no lo olvidemos, un guión cinematográfico, lo que hace que su lectura requiera cierta concentración por parte del lector. Si bien en sus novelas nos regala con su poética lumínica y profusa, adusta pero certera un gran número de imágenes de exótica belleza y exorbitado impacto sensorial, en esta pieza nos habremos de conformar con breves acotaciones, que sirven de explicación somera más que de recreación literaria, para llevar a la pantalla el artefacto literario. Además de los diálogos, parte principal y central de El consejero.
En este sentido, es bien cierto que la obra se distancia en profundidad y calidad del resto de las novelas anteriores. Aunque se aprecie el espíritu de MacCarthy nada tiene El consejero que ver con La carretera o Meridiano de sangre, por citar dos de sus mejores novelas.
Es evidente que un guión está al servicio de una obra cinematográfica y que para valorarlo en su totalidad habría que acudir a la cinta a la cual está destinado. No es esta nuestra labor aquí.
Nos limitaremos a señalar, para acabar, que como pieza literaria deja bastante que desear aunque sea interesante para apreciar la faceta menos novelesca y la vena más comercial de este gran autor americano.
El señor McCarthy escribió directamente el guión, no se trata de una novela adaptada, por eso no entiendo la insistencia en querer equipararlo a su narrativa para concluir que «se distancia en profundidad y calidad del resto de las novelas anteriores».
Decir que «como pieza literaria deja bastante que desear» es tan profundo como decir que una manzana está bien, pero como piña no está a la altura.
Aunque no lo parezca, entre el público hay lectores de guiones y así se explica que se publiquen algunos que son obras de arte en sí mismos como los de El hombre que nunca estuvo allí o Malditos Bastardos, y que, obviamente, se trata de un género distinto a la novela e incluso al teatro.Sin duda, pienso darle la oportunidad al guión del señor McCarthy para valorarlo conforme a su naturaleza sin compararlo con una novela, lo cual, en conclusión es ridículo.