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Desde esta luz, de Francisco Basallote

 

Desde esta luz, de Francisco Basallote, Edición de Real Sociedad Económica de Amigos del País de VejerDesde esta luz, de Francisco Basallote, fanal encendido en oscura noche

Por Pedro Luis Ibáñez Lérida 

 

La mirada inflamada del poeta vejeriego prende, como pavesa encendida, en cada verso de esta bellísima obra antológica. Donde la memoria de la luz es estancia prodigiosa.

El tiempo poético tamiza la dimensión del que inexorable nos atraviesa como  golondrinas surcando el celeste cielo en su retorno primaveral. «El ángel de la verdadera poesía» expresaba y definía con extrema sencillez –¡Esas… no volverán!– el pulso que contiene la cadencia de su paso, y el malogrado empeño en retener la esencia. La evocación es un canto herido. Se manifiesta como el albor que libera al mundo de la espesa oscuridad. No sin antes sangrar su ingrávida naturaleza en el claror del horizonte. Tiempo y luz son capitel y cúpula. Arquitectura mundana y celestial de las ruinas que fueron muros insalvables en la niñez, cabalgadura pétrea en la adolescencia, linde de sueño y realidad en la ufana complacencia de la juventud y leve roce de los arrugados y entumecidos dedos, barruntando la decadencia, en la linea de sombra del periplo existencial.

Desde esta luz -Edición de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Vejer- se consagra a la ciudad de Vejer de la Frontera, «Y eres, como un lejano sueño / inaccesible alcázar / ciudad que blanca emerge / como espuma de cal / de las verdes colinas de Bashir«. Una obra antológica que recoge durante un periodo de veinticinco años, a modo de cosmogonía geográfica y anímica, la percepción del inveterado espacio que pervive con sinigual viveza y exorno en el patrimonio emocional del autor de Julio Mariscal y la revista Platero. Con una poderosa y hermosísima dicción lírica, sostenida por un trabajo de decantación paciente de la palabra poética, esta obra acuna el gozo de la recóndita belleza, «Como siempre, he subido / a Buenavista /para detener en su oro / el tiempo del crepúsculo / su instante de arrogancia / en que la tarde / quiere emular / con artificios / de cúmulos y estratos / tu geoda de luz»,  la fiera venganza del tiempo, «Quisimos retornar / al paraíso / y beber en la fuente / de los días felices. / Pero vuelvo con más sed. / En su caño seco / los despojos de una luz» y la reflexión mascullada en soledad, «Si como un reptil / se te enrosca la emoción / al árbol de las lágrimas / al poner los pies en este umbral / no lo hagas porque evoques / los días del limbo, / hazlo precisamente / porque es triste / que el único destino de las puertas / sea cerrarlas…«.

Sencillez, claridad y emoción son los ejes vertebrales que inciden con luz propia -desde la que nos habla- en los resquicios más íntimos en los que abunda esta panorámica del universo vejeriego. El poeta ciñe su escritura a la cartografía de un mundo sumido en los recuerdos. Puntal efímero y frágil del que se nutre para enunciar en el viario urbano, en el firmamento y en la conjunción de cielo y tierra, el amor por su localidad natal, «Cercarte ha sido siempre / labor de mi impotencia, / jalonaron mis ojos / tu silueta como borda / su lascivia el deseo / del desamado / en las sedas turgentes / de su tristeza» que es, a la par, amada y esquiva. Su dicha y desventura se hallan en el corazón de almagre sobre el que deposita el cúmulo infecundo de un tiempo dormido en la memoria. Tacto y sensación de pérdida, que es prefacio de lo tristemente imaginable, como expresaba Luis Cernuda -en este año 2013 se celebra el cincuenta aniversario de su fallecimiento en el exilio-, «los que se amaron perdieron / como un recuerdo en sueños«. El título de la obra es la consumación de ese apartamiento que tanto gusta al autor. Sitúa su posición en ese lugar que para él es principio y fin: el mismo lienzo para acoger la vida y acunarla pero también como mortaja para despedirla.

Francisco Basallote, autor de Desde esta luz.Francisco Basallote, en su aquilatada, fecunda y solitaria trayectoria poética, alberga el afán hospitalario, desde su faceta de crítico literario, de mantener una especial disposición y atención a los nuevas voces poéticas que inician su camino, componiendo en sus análisis literarios una caleidoscópica aproximación a los reflejos en los que sea aprecian la naturaleza de la materia transparente, inherente a la palabra poética. Con esta obra antológica moldea a aquélla con manos de gasa. La luz se filtra entre su trama hasta despertar el alma y esculpir su voz dormida. La inquebrantable decisión de mantenerse en la senda del silencio fideliza sus  principios, al prescindir de la banal y fútil presencia social y literaria. Señala Antonio Gamoneda que «la poesía es un asunto que se resuelve en soledad«. Soledad y silencio son compañeros de viaje de quien hace de la poesía su mandamiento de luz. Una luz que es canto y camino de levedad, «Cendal flotante de leve bruma«.

 

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