‘Picasso en el taller’: La Fundación Mapfre nos muestra la inspiración del maestro
Por Lara Marchante.
Paseo de Recoletos, n. 23. Madrid.
Hasta el 11 de mayo.
La fundación Mapfre nos transporta a ‘Picasso en el taller’. Dos plantas del edificio del Paseo de Recoletos sirven para trasladar al visitante al Picasso más genuino y reconocible, con creaciones que abarcan 60 años de su carrera. Una cuidada exposición sobre uno de los artistas más venerados de todos los tiempos precisamente por romper con todos los preceptos pictóricos y estéticos establecidos. Del resultado podremos disfrutar hasta el 11 de mayo.
“La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando” es quizá la frase más famosa de Picasso y también la que mejor resume su actitud ante el arte. No es de extrañar, por tanto, que el eje central de esta exposición sea su lugar de trabajo, el taller; con cerca de 200 piezas capaces de retrotraernos a su labor. Bajo esta idea, algunas de las paletas del artista vuelven a reencontrarse con más de un centenar de obras a las que dieron origen y 20 fotografías del anciano pintor en uno de sus últimos de sus estudios, cerca de Cannes.
En la muestra no hay rastro de sus primeras etapas (conocidas como los periodos azul y rosa) sino que se inicia con un joven autor ya convertido en maestro. Prueba de ello es que el archiconocido cuadro que abre esta antología, ‘Autorretrato con Paleta’ (1906), es una pintura que desafía a las reglas de la profundad espacial y perspectiva, y demuestra su voraz curiosidad por otras formas de arte primitivas.
A partir de aquí las temáticas que se suceden están relacionadas con los espacios interiores y la reflexión del artista en torno a su trabajo: naturalezas muertas (`Guitarra y frutero con naranjas´, 1925 ), panorámicas desde algunos de sus talleres(‘Ventana del taller’ , 1943), obras de artistas con sus modelos en distintos soportes (el óleo ‘El pintor y la modelo’, 1963, o piezas de cerámica de ‘El pintor en su estudio’ de la década de los 50 ) y la revisión de 1957 de una de las pinturas más importantes del patrimonio español, Las meninas, sobre la que creó una serie.
Unos contenidos a veces empañados o profundamente influidos por su situación personal o/y un contexto histórico convulso. Si bien es cierto que no encontraremos en esta selección plañideras o felinos devorando aves, la oscuridad de la guerra está presente en otros elementos que incorpora a sus naturalezas muertas, como el cráneo (animal o humano) o la vela (‘Cráneo de toro, frutas y jarrón’, 1939). Esta implicación emocional también queda plasmada en sus trazos y en la deconstrucción severa del cuerpo femenino en los retratos pertenecientes a este periodo bélico.
En su arte nada es fruto del azar. Este es el resultado de un profundo estudio y horas de experimentación, combinado con un genial talento siempre receptivo a nuevas corrientes. Picasso tiene un estilo propio y, al mismo tiempo, es capaz de fagocitar las distintas tendencias del momento (como el Cubismo) y referencias pictóricas clásicas. Sólo un artista tan humilde y generoso con su principal disciplina es capaz de desarrollar una visión transgresora, con un lenguaje único, pero la a vez de alcance universal.
Por todo ello poco importa que la temática principal escogida se haya repetido en otras exhibiciones o que los asiduos a estas citas se reencuentren con series expuestas habitualmente en la capital (como es el caso de ‘La Suite Vollard’). Cada uno de sus trabajos es único en sí mismo y, por suerte, esta antología temporal está compuesta por piezas procedentes de unas 30 colecciones distintas, públicas y privadas, muchas de ellas desconocidas para el gran público.
En definitiva, esta propuesta es una fantástica oportunidad para hacer un recorrido por el Picasso creador, curioso, amante y comprometido con su tiempo, pues como él mismo advirtió sobre su obra: “Pinto como otros escriben su autobiografía. Mis telas, acabadas o no, son como las páginas de mi diario, y como tales, son válidas”.
