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La Venus de Polanski

Por Juan Luis Marín. Y Dios lo castigó… poniéndole en manos de una mujer.

Así es…

Porque como te enamores de ella estás jodido.

Dicen que son el sexo débil. Y puede que así sea. Al menos físicamente. De ahí las “quejas” de amigos que a lo largo de los años se preguntaban por qué en las pruebas físicas para entrar en INEF, ser policía, bombero y demás (menos para mi deporte favorito, el sillónball o la barra fija), a ellas se les exigía menos. A fin de cuentas, el trabajo (o estudios) a realizar eran iguales para todos. Pero en caso de correr los cien metros, subir la cuerda o hacer el Test de Cooper… ellas tenían más tiempo. Sí, quizá en eso eran más lentas pero, ¿y si su mente fuera más rápida?

De modo que ahí estamos, hombre y mujer enfrentados en vida. No somos iguales (por mucho que quieran hacernos creer lo contrario… y menos mal). Pero nos atraemos (por mucho que nos joda). Caprichos de la naturaleza. Con la excusa de la procreación y mantener viva la especie nos vemos obligados a entendernos. O eso quieren que pensemos. Porque de lo que en realidad se trata es de una lucha sin cuartel de la que ninguno puede salir vencedor. Donde lo más inteligente sería que unos y otros aceptásemos la derrota.

Antes que me humillen prefiero unas tablas (sobre todo de ibéricos).

Es difícil hablar de esto, más con una mujer, sin que salten chispas. Menos mal que tenemos las películas. Porque, aunque el diálogo que estableces con ellas (también son mujeres) sea interior, se manifiesta en una eclosión de ideas que puedes revisitar cuando te salga de los huevos sin temor a que te manden a dormir al sofá o te castiguen con una larga temporada de celibato por cojones.

Una nueva fémina de celuloide se suma a mi lista de conquistas (donde, obviamente, el conquistado soy yo) que no solo me ayuda a entenderlas a ELLAS, sino también a mí.

A NOSOTROS.

Wonderland, de Michael Winterbottom, Eyes wide shut, de Stanley Kubrick, Lunas de hiel, de Roman Polanski… y La Venus de las pieles.

También de Roman.

Con un talento cinematográfico inversamente proporcional a su tamaño (poco más de metro y medio) que ha convertido, él solito, a Emmanuelle Seigner en tres o cuatro mujeres en una que demuestra (de nuevo) que sí, que podemos correr los mil metros en menos tiempo, pero en otros menesteres, más prácticos que exhibicionistas, estamos por debajo en la escala evolutiva.

Y Roman lo sabe a golpe de cuchillo. Como el que en 1969 se clavó hasta 16 veces en el cuerpo de su mujer, Sharon Tate, embarazada por aquel entonces de 8 meses.

16 puñaladas que alcanzaron corazón, pulmones e hígado provocando una hemorragia masiva.

El mismo día que vi La Venus de las pieles me sumergía en la lectura de Manson, de Vincent Bugliosi, donde se narran los hechos (y posterior investigación) que acabaron con la vida de Sharon Tate y otras 4 personas en el 10050 de Cielo Drive, Los Angeles.

¿Angeles?

Coño, algún día me gustaría conocer alguno.

Porque a veces creo que solo estoy rodeado de demonios.

Los más peligrosos… en mí mismo.

Y les tengo miedo. Mucho miedo.

Sobre todo cuando me enamoro de una mujer.

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