Secreto a voces
Por Dinorah Polakof.
Una opción interesante para el verano de los jóvenes, entre baños de mar y sol, es la lectura. Sigo creyendo en ellos aunque el deterioro cultural de un país que supo ser abanderado con altos índices en alfabetización, gane la partida.
El crecimiento de producción en libros, cuyas temáticas oscilan entre ficciones terroríficas y fútbol, comunicaciones on line resistiendo el lenguaje de persona a persona mirándose a los ojos, no es suficiente. Como deficientes son los errores gramaticales y ortográficos en que incurre la mayoría de los no lectores de libros, que espanta y debería asustar por lo menos a las autoridades.
Sepan disculpar mi alegato pero como balance del 2013 el platillo ha quedado en baja. Ahora bien, las editoriales continúan trabajando y es probable que las ventas hayan aumentado. No en vano se entregan premios a todo un conglomerado de autores nacionales y extranjeros, en diversas categorías y afines.
Durante este año que finaliza he tenido que fallar en cuatro Jurados y en dos concursos. Tarea ardua que junto a los otros miembros nos ha quitado horas de sueño y tranquilidad, pero no exenta de alegrías por el resultado. Además, ¿de qué otra forma se podría obtener un amplio espectro de la literatura sino leyendo cada página, consultando con los que saben y estudiando más para lograr la ecuanimidad en el resultado?
Es impensable desaprovechar este espacio e incluir un comentario sobre literatura infantil-juvenil, crítica devenida luego de leer SECRETOS EN LA POSADA VIEJA de Helen Velando, ilustraciones de Gerardo Fernández Santos, Alfaguara, Montevideo, 2012.
Por su aspecto exterior, una combinación de portada en su diseño y dimensiones reconocemos que estamos ante una creación para una población a partir de los doce. El sello Alfaguara distingue la lectura para jóvenes bajo un formato diferente. El grosor no determinaría un estadio ya que el antecedente de novelas como Harry Potter, ha excedido la cantidad de páginas pautadas en el pasado. En este caso, primera y última páginas sirven de introducción a una lectura diferente porque confieren al todo una intención de retroceso en el tiempo, arabescos que empapelaban casonas del S. XIX. Y precisamente en una casa abandonada, es donde se mueven los personajes: adolescentes y adultos que trascienden el mundo real y el universo fantástico. Aquí confluyen historias del dueño y visitantes que habitaron la Posada, rodeadas de una visión extenuante sobre el paisaje marítimo. ¡Nunca pensé que para dialogar con el océano hiciera falta tanta retórica!
El lenguaje y las descripciones enlentecen la acción. La repetición de términos e ideas, en boca de Juanchi no condicen con las de un muchacho de esa edad. Luego están las incongruencias como “La fotografía en blanco y sepia mostraba a un señor con un rostro muy pálido y adusto…” y una se pregunta cómo logró el narrador descifrar la palidez en una fotografía bajo los tonos reseñados.
Esta novela necesita abundante “corte y corrección”, con lo que el texto ganaría en fuerza y verosimilitud. El abuso en detalles resulta accesorio, las comparaciones y metáforas repetidas retrasan la lectura con la consecuente pérdida del conjunto. Velando se aleja en forma desmesurada de la prosa aventurera, complementada con humor que resulta atrayente a muchos lectores. Prefiero aquel estilo, dinámico y convincente.
Foto vía/ www.prisaediciones.com