montón libros

Solo quien debe a los libros en papel una parte sustancial de su educación sentimental puede comprender la pérdida recíproca que supone, para la víctima y el verdugo, la imagen de un volumen agonizante entre latas, cartones, botellas y restos de comida generosamente regados por el orín de los borrachos.

Cual perro abandonado que mira con desconsuelo al horizonte, así de lánguido yace ese libro en el tártaro de la basura, esperando quizá, como Lázaro, el milagro de una voz –o de una mano– que lo alce de la muerte más ignominiosa.

Conmovidos y escandalizados a la par por el atropello, algunos jugamos a redentores, dando a esos ejemplares nueva vida en nuestras estanterías, y de tales rescates nace Delicias de contenedor, una colección de reseñas sobre clásicos de la literatura –y no tan clásicos– recuperados del abandono y la mugre a la que fueron condenados por sus antiguos dueños.

Desde el lunes 24 de febrero de 2014 y con periodicidad semanal tendremos una cita con Virgilio, Gógol, Twain, Heine, Goethe, Meyrink, Tolstoi, Hamsun y otros grandes autores, leídos en las viejas ediciones que conseguimos salvar de la basura.

Por Ignacio González Orozco