Günter Brus en rojo sangre
Por Daniel Dimeco
El cuerpo humano, el propio cuerpo, usado a modo de lienzo de pintor, de muestra pública de la repulsión por lo burgués, la contra cultura, el arte contrario a las normas. Un grito en el vacío, poniendo a continuación la oreja para oír contra qué ha chocado. La dramaturga María Velasco se adentra en las disquisiciones de Günter Brus, el chico rebelde de la aristocrática Viena, quizá la ciudad más elegante de Europa, a través de una obra inquietante: Günter, un destripador en Viena.
Personalmente, todos carecemos de ciertas sensibilidades o de muchas, nunca he entendido a quienes creen que lo establecido se puede modificar llevando a cabo acciones factibles de escandalizar a una parte de la sociedad, por mucho que esa parte incluya a la mayoría. El establishment tiene la capacidad de abroquelarse, de blindarse y rechazar brutalmente aquello que lo amenaza y “el rebelde” termina convertido en un personaje mediático, máxime hoy que cabalgamos en una sociedad (cada vez más virtual) donde la existencia, el ser-en-la-realidad, es si transciende públicamente. O eso parece ser.
En el Günter de Velasco se contraponen opciones vitales como son el arte y la vida. El arte como forma de vida o la vida como arte. El artista que nos interesa aquí (y que reniega de su condición) es un hombre empeñado en alterar una sociedad que no está decidida a cambiar, al fin y al cabo para alterar hay que matar (a muchos), y lo que hace Günter Brus es autodestruirse, desarrollar voluntariamente una acción individual y personal, que lo alista en las filas del malditismo poético del siglo XX o de ciertos flagelantes.
La puesta en escena de María Velasco y Diego Domínguez nos conduce por los pasillos sinuosos del dolor físico a través de un personaje, interpretado por Aarón Lobato, que hoy en día sería, sin duda alguna, trending topic y contaría con cientos de miles de seguidores en Twitter. Un personaje nacido en un pueblo de Estiria, Austria, en 1938 (año del Anschluss) y cofundador del Accionismo Vienés, catalogado como uno de los miembros más sadomasoquistas del grupo, alguien que cantaba el Himno austriaco masturbándose o bebiéndose su propia orina. Junto al protagonista, Irene Serrano corre a cargo del papel de una desconsolada Ana, admiradora, compañera y modelo de Brus, una persona que intenta comprender los quiebres tortuosos del artista y cuya necesidad de ser choca frontalmente con la pasividad a la que el movimiento artístico de Brus la conmina por su condición de mujer.
Esta obra es la primera obra en subirse al escenario del 5 al 8 de febrero dentro del ciclo Impulso ETC. Las siguientes obras programadas son: Horizonte artificial, de Andrea Revilla-Fleury bajo la dirección de Arturo Bernal; Aquí hay una mano, dramaturgia de Juanma Romero Gárriz y dirección de Víctor Velasco, y En defensa, escrita por Lola Blasco y la puesta a cargo de Julián Fuentes Reta. Cuatro dramaturgos contemporáneos que han parido sus respectivas obras en el marco de los laboratorios En blanco-ETC de la sala madrileña, un verdadero espacio de creación teatral y una gran oportunidad para jóvenes dramaturgos en interacción directa con directores y actores.
Günter, el destripador de Viena
Autora: María Velasco.
Dirección: Diego Domínguez y María Velasco.
Intérpretes: Aarón Lobato, Irene Serrano y Miquel Insúa.
Artista plástico: Juan Zamora.
Espacio sonoro: Sergio T. Rodicio.
Compañía: Pecado de Hybris Teatro.
Lugar: Sala Cuarta Pared. c/ Ercilla, 20, Madrid.
Fecha: del 5 al 28 de febrero a las 21.00 horas (En defensa continuará en programación hasta el 15 de marzo).