Volverán las Naranjas: los nuevos lenguajes en la literatura

 

Por Anna Maria Iglesia

@AnnaMIglesia 

En un artículo publicado hace algunos días, La literatura se reincia, Miqui Otero citaba una palabras de Luna Miguel, quien afirmaba que «la literatura no es un corsé». Si bien las palabras de Miguel se referían a la Alt Lit, en ocasión del ciclo de conferencias organizado en Madrid por La Casa Encendida, ¿Literatura alternativa o alternativas de la literatura?, la concepción de la literatura como modo de expresión -y de creación- que no puede y no debe ser encorsetada dentro de unos parámetros preestablecidos y pretendidamente canónicos no se restringe al ámbito de la Alt Lit y de sus autores –Tao Lin, Michael J. Seidlinger, Ben Brooks o Ana Carrtete-, sino que es extensible, al menos en tanto que concepto crítico, a toda la tradición literaria, incluida, evidentemente, la literatura contemporánea. El academicismo literario neoclásico en la Francia de los siglos XVI y XVIII fue, aunque no con poca dificultad, contestado por los «excesos» expresivos y por el rechazo al concepto idealizado de belleza; los impresionistas propusieron, a través de exposiciones alternativas, una nueva forma de expresión pictórica, dirigida no sólo a captar la instantaneidad de la realidad, sino a realizar una crítica al gusto academicista burgués y, por tanto, a la hipocresía moral de la sociedad burguesa que se escondía tras la imagen idealizada de las obras artísticas -desde la pintura a la literatura, desde la arquitectura al teatro- así como de la conducta social. A lo largo de la historia, no son pocos los episodios de contestación al canon, de hecho, el propio Harold Bloom, el último gran apologeta del canon en contra a la, por él denominada, «escuela del resentimiento», plantea la historia literaria como una dialéctica entre el poeta consagrado y, por tanto, fuerte, y el poeta joven, débil, que trata de sacrificarle, en un freudiano intento de matar al padre, consciente de la imposibilidad de desprenderse de las angustiosas influencias que impregnan a todo autor.

volveran-las-naranjas_9788467040500Es precisamente por estos argumentos crítico-teóricos y, subrayo, crítico-teóricos, que la crítica literaria no debe sorprenderse y, menos todavía, ningunear de ante mano todo nuevo experimento formal y estilístico a través de los cuales el género novela o, más en general, la narrativa incorpora las nuevas realidades tecnológicas -desde los mensajes de móvil a los chat, e-mails o wassap- al cuerpo narrativo. Esto, sin embargo, no implica que la mera innovación signifique de por sí un valor literario añadido. No se trata, de ensalzar o condenar acríticamente estas nuevas expresiones literarias, desde la crítica debemos preguntarnos acerca de su aportación literaria y sobre todo preguntarnos el porqué de estas incorporaciones: ¿es verdadera y literariamente valioso el recurso del lenguaje de las nuevas tecnologías en la obras narrativas y/o poéticas? Sin duda una respuesta unívoca, un sí o un no, es completamente arbitrario, más bien la respuesta sería un «depende de cómo»: cada obra requerirá una respuesta distinta. Estas son las preguntas que obliga a realizarse la breve narración de Xisela López, Volverán las naranjas, publicada por Espasa. Y hablo de narración y no de novela porque, ¿es volverán las naranjas una creación novelística? Si entendemos novela como un texto de ficción, escrito en prosa, en un marco espacio-temporal, con un narrador y unos personajes, entonces sí, Xisela López nos propone una novela en la que se narra -disculpen la repetición- una historia de amor. Sin embargo, el uso de mensajes de móviles en sustitución al diálogo o la narración en tercera persona con un narrador externo, hace de Volverán las naranjas un palimpsesto textual en el que el concepto de novela, entendida como conjunto unitario, orgánico, aunque no necesariamente uniforme -¿acaso el Ulysses de Joyce tiene uniformidad estilística y temática?-, se desvanece. Xisela López construye un marco narrativo protagonizado por Álex una chica de veintiocho años que terminó convirtiéndose «en la policía más joven de la oficina de atestados de Lugo» después de que, como recuerda la propia Álex, «una tarde viendo Se ha escrito un crimen, decidí que sería investigadora».

Xisela López
Xisela López

En este marco narrativo, Xisela López, recurriendo al tópico del manuscrito encontrado, inscribe la historia de amor entre Elisa y su remitente, un hombre del que sólo se conoce el número de teléfono. En un -¿involuntario?- homenaje a la película de Lubitsch, El bazar de las sorpresas, la autora y publicista, escribe, únicamente a través de los mensajes de móviles intercambiados entre la pareja, la historia de amor entre Elisa y su «desconocido» remitente. El estilo inmediato, coloquial, con escasos, por no decir casi nulos, recursos retóricos, hace imposible definir Volverán las naranjas como una actualización de la novela epistolar, donde el manierismo estilístico de las cartas eliminaba la sensación de inmediatez y de coloquialismo en favor de una reelaboración estilística-piensen en la extraordinaria prosa de Goethe en Werther– así como de una problematización crítica del sujeto, en tanto que individualidad inmersa en una determinada realidad social. Con Pamela, Richardson hace un retrato de la sociedad inglesa del siglo XVIII, un retrato amargo acerca de la sociedad de clases en la nueva realidad urbana e industrial en la que se plantea la cuestión de la escalada social y las contradicciones entre los valores de clase, los valores y al conducta moral y los valores de superación en una sociedad que, con la revolución industrial y el auge de la burguesía, había abierto la posibilidad del ascenso social.  En Volverán las Naranjas, se plantea una vez más la temática de la crisis de pareja, el aburrimiento dentro de las relaciones de pareja tras años de relación, el tedio de la cotidianidad y la necesidad de volver a encontrar la curiosidad y la ilusión.. Los personajes de esta obra necesitan ser escuchados y, precisamente, los mensajes de móvil se convierten en el medio a través del cual recuperar una comunicación que en su día a día habían perdido. Con Volverán las naranjas, Xisela López propone, lejos de la mirada apocalíptica de algunos -los no integrados, que diría Umbero Eco-, el móvil y, por tanto la comunicación a distancia, como un medio a través del cual el contacto intrapersonal, perdido en la realidad nerviosa en la que vivimos, puede recuperarse. Asimismo, la obra de López evidencia la imposibilidad de ignorar la nuevas realidades comunicacionales que conforman nuestro día a día y que, inevitablemente, modifican -y modificarán- no sólo nuestra manera de interrelacionarnos, sino también el lenguaje, la expresión lingüística, que utilizamos. ¿Insertar este nuevo lenguaje y su forma en la narrativa? Afirmar lo contrario sería negar algo que distintos autores ya están realizado y, además, sería pensar en una literatura que da la espalda al presente. Si bien Volverán las naranjas muestra este nuevo camino que, llamemos Alt Lit o literatura transmedia, tanto autores como críticos han empezado a indagar. En este caso, sin embargo, todavía estamos lejos de poder afirmar que la narrativa ha incorporado con excelencia literaria de estos nuevos lenguajes: Volverán las naranjas es una entretenida lectura, un divertido ejercicio formal, pero no podemos hablar de literatura.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *