«Contra los pastores, contra los rebaños», de Albert Libertad
Por Layla Martínez.
Cuando Víctor Serge conoció a Albert Libertad no era más que un adolescente. Había trabajado desde niño en varios oficios distintos, pero todavía no sabía nada de la vida. No sabía que sus ideas estaban a punto de llevarle a la cárcel, que iba a ser expulsado del país, que conocería la derrota demasiado pronto en una Barcelona que temblaba de miedo y de rabia en aquel agosto de 1917. No sabía que la victoria llegaría solo unos meses más tarde, en medio de la nieve, en un idioma distinto y en una ciudad fría y oscura; que durante ocho años trabajaría para la revolución y que la revolución acabaría acusándolo de traición; que sería encarcelado y deportado por decir que el poder tenía el mismo rostro en todas partes.
Serge aún no sabía nada de la vida, pero aprendió algunas cosas de aquel muchacho con aspecto de mendigo al que todos llamaban Albert Libertad porque nadie conocía su verdadero nombre. Años más tarde, cuando Serge tenga tantas cicatrices que no pueda contarlas y se siente a escribir sus memorias, se acordará de Albert Libertad: “inválido de las dos piernas, apoyado en unas muletas que usaba vigorosamente en las escaramuzas, gran peleador por lo demás, llevaba sobre un torso poderoso una cabeza barbuda de frente armoniosa. En la miseria, llegado del sur como un mendigo, empezó su predicación en Montmartre, en los círculos libertarios y las colas de gente a la que se distribuía sopa no lejos de los solares del Sacré-Coeur. Violento y magnético […], le gustaba la calle, la multitud, el barullo, las ideas, las mujeres. Tuvo hijos que se negó a inscribir en el registro civil: ¿El registro civil? No sé qué es. ¿El nombre? Me importa un carajo, ellos tomarán el que quieran. ¿La ley? Que se vaya al demonio.”(1)
Cuando Serge escriba sus memorias, Albert Libertad llevará casi cuatro décadas muerto. Había fallecido en 1908, después de recibir una brutal paliza a manos de la policía. Dejaba tras de sí decenas de artículos, muchos de ellos publicados en el periódico L´anarchie, que él mismo había fundado y que se había convertido en la publicación más influyente dentro del movimiento anarquista francés. Libertad escribía como vivía, con violencia, con pasión, con rabia, sin tiempo para las construcciones teóricas perfectas, porque la vida estaba en la calle y no en los libros ni en las mesas de los despachos. Una calle que Libertad conocía bien, en la que había dormido muchas veces y en la que se había peleado muchas más, en la que se había enamorado de las hermanas Morand, que le dieron un hijo cada una, y en la que había conocido a Louise Michel, la heroína de la Comuna, que le dio las llaves de la redacción de La libertaire porque las noches en París eran frías y en los bancos del parque se dormía mal.
En sus artículos, Libertad defenderá una concepción del poder entendido no como algo que se posee sino como algo que surge en una relación: es decir, el poder no es algo que tienen los de arriba, sino algo que consienten los de abajo. De ahí que sus textos critiquen por igual a los explotadores que a los explotados que toleran su situación, a los amos que a los esclavos satisfechos: “Eres el criado voluntario, el doméstico amable, el lacayo, el arrastrado, el perro que lame el látigo, arrastrándote bajo el puño del amo. Eres el sargento mayor, el carcelero y el soplón. Eres el buen soldado, el portero modelo, el inquilino benévolo. Eres el empleado fiel, el devoto servidor, el campesino sobrio, el obrero resignado a su propia esclavitud. Eres tu propio verdugo ¿De qué te quejas?”. La lucha de Libertad será una lucha contra toda forma de poder y de autoridad, incluidos los sindicatos y las organizaciones obreras. Sus textos defenderán un anarquismo individualista y vitalista, para el que solo importarán los hechos y no las palabras. La revolución no es algo que se planea para el futuro, y ni siquiera es algo que se hace: es algo que se es. “No hay paraíso futuro, no hay porvenir –escribe Libertad-. No hay más que el presente”.
El volumen editado por Pepitas de Calabaza recoge algunos de los artículos más conocidos de Libertad, muchos de ellos inéditos hasta ahora en castellano. A pesar de la gran influencia que ha tenido el anarquismo francés en el movimiento libertario español y lo conocida que fue en su época la figura de Libertad, sus textos habían pasado desapercibidos hasta ahora para los editores de nuestro país, con la excepción de un volumen de varios autores que editó La Linterna Sorda a finales del año pasado. Ni siquiera las referencias de Serge en su famoso Memorias de un revolucionario habían conseguido llamar la atención sobre este autor, que ahora por fin es editado en un volumen único. Contra los pastores, contra los rebaños es un alegato contra el liderazgo, contra la explotación, contra cualquier forma de poder y de autoridad, pero sobre todo es un alegato contra la apatía y la resignación. “¡Vivamos!- escribió Libertad en 1905- La resignación es la muerte, la rebelión es la vida.”
(1) Serge, V. Memorias de un revolucionario. Madrid, 2011. Veintisiete Letras (p. 39)
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Contra los pastores, contra los rebaños
Pepitas de Calabaza, 2013
268 pp, 13€