Scott Walker, el dandy yankee triste
Por Jon C. Alonso.
He de reconocer que no soy un crítico cartesiano. Ni mucho menos un escritor impenitente. A mi manera, repleto de virtudes y rebosante en defectos; mi prosa genera adicción. Ahora, me entero que algún lector despistado no terminaba de codificar; la metonimia atrezo o atrezzo (del italiano) musical. Bien, como en el fútbol iba para estrella, pero mis dolencias congénitas no me dejaron explotar, lo confieso: profeso una enorme empatía por el síndrome Walker. Aún recuerdo cuando mi madre puso en casa, Montague Terrace (in blue). Tendría seis años y la casa se inundó un halo de melancolía calidoscópica. Entendí a este genial yankee y su tristeza.
Bien, hablando de este espléndido músico. Lo primero que te viene a la memoria era el gran chorro de voz que poseía, como la de un entrenador de rugby galés. Nada más lejos de la realidad. Scott nació en Ohio(EEUU) hace 71 años, aún muy recientes. Ya de muy pequeñito prometía, fue en Denver donde se doctoró con 13 años como el mejor barítono de un certamen. El dandy esquivo sacado de una película del barroco, J.Losey con ínfulas a lo Dirk Bogarde fue haciendo carrera junto a sus coligados de apellido, en aquella banda de culto de los deliciosos 60; The Walker Brothers. Entre lo oscuro y encantador, siguió nadando a contracorriente del mainstream, en un mundo llamado: siglo XX. Nacionalizado como súbdito de la Gran Bretaña, pues no tuvo reparos en alabar a la tierra que le elevó al estrellato.
Tuvo en sus orígenes, una carrera de lo más asombrosa en el Pop Rock light. Scott Walker, genio y figura. Amado y odiado, héroe o villano. De salir en una portada de revista para mamas en una pelu del Cuéntame, a refugiarse en una abadía benedictina con una botella de Macallan en el bolsillo para iniciarse en el reflexivo avatar del canto gregoriano.Ente subliminal que despierta admiración y adoración entre incondicionales y grandes estrellas del Rock & Roll en todas sus vertientes. De repente, nos sale por petenerasy aparece con un disco completamente opuesto a aquellas bellas, melosas y recargadas baladas que selló en la década de los 60. Evidentemente, estamos en 2014. Todo ha cambiado para bien, incluso para el bueno de Scott. Quien no recuerda aquellos viejos vinilos, junto al trío The Walkers Brothers o los arreones versus noche de fiesta, Rafael Made in Spain más histrión que una pandereta de Navidad, cantando en la lengua de Shakespeare los interminables temas del belga Jacques Brel. Entusiasta de los sonidos cool de Henry Mancini. Sí, de los hits parades del Top 40, las ventas millonarias yconciertos a tutiplén, para si te he visto; ya no te veo. El dandy y sus aturdidas neuras. Scott pasó, en tiempo record de teenager idol melódico a cantautor pseudomaldito. Una cabeza de turco deseada por los viles caprichososdel respetable desconcertado. Sus desapariciones, idas y venidas en un momento donde tenía que elegir, sacaron de quicio a toda su grey. Apostó todo al rojo, con un cambio de repertorio donde se atisbo un enorme desperdicio de talento.
Desde los 70, empecinado nuevamente- en conseguir la aprobación de la creme de la gran industria del vinilo. Hasta que a finales de la década comenzó a cultivar la canción cercana a los vericuetos de lo experimental. Lo intenta de nuevo con los Walkers Brothers (en un anhelo desesperado) y compone un disco maravilloso “Nite Flights” (1978). La crítica —de sottovoce— elogia el trabajo, especialmente, el retake de Tom Rush que hacen del tema “No regrest”. Generando una curiosidad exacerbada entre las nuevas proles. Desde David Sylvian, Marc Almond, al mismísimo Sting. El influjo de sus notas impregnó a estas nuevas esencias del panorama musical. Empero, con un material muy reducido en los 80.Virgin se harta de esperar. Y finalmente, se edita una autorecopilatorio con un poso muy ochentero e influenciando por M. Knopfler, M. Isham, Billy Ocean o Evan Parker.
Flor de un día y material muy art rock de la época que quedará para la posteridad.La crítica lo trituró y Walker pasó —de nuevo— a la indigencia musical; el más absoluto abandono de la propia industria que lo encumbraba décadas no muy lejanas. A día de hoy, sigue siendo venerado como un genio incomprendido y un influyente renovador de la interpretación vocal del rock.Todo ese estilo armonioso (la grandiosa voz de barítono), su curiosa y fascinante obra discográfica —esos primeros cuatro discos en solitario, del 1 al 4, imprescindibles— han sido admirados y alabados por gente como David Bowie (una influencia decisiva la de Scott en su carrera) confidencia, confesada —repetidamente— por el duque blanco. Pasando por Julian Cope, Nick Cave, Jim Morrissey, Jarvis Crocker, Richard Hawley Radiohead, Tindersticks o The Divine Comedy y otros, caso en España de Bunbury. En definitiva, el cantautor, chansioner, cantante country, músico art experimental, cantante de balada comercial cuasi eurovisiva y etc.
Es visto, en un documental que es una recomendación muy sugerente. Dirigido por el director, Stephen Kijak; Scott Walker “el hombre del Siglo 30” (2006). Año, donde nos dejó una de sus últimas joyas, The Drift y se pone de relieve toda la obra multidisciplinar de Walker. Evidenciándose, las debilidades e inseguridades que produjeron los errores —algunos garrafales— de una carrera atractiva y fluctuante, que nos devuelve el retrato de un artista que en el fondo habitaba en otro lugar. Sabía que su travesía a contracorriente por el siglo XX estaba allende del actual siglo. Es decir, estábamos ante un tipo de un siglo que no conoceremos ni él, ni nosotros mismos: porque no estaremos aquí para contarlo.
Ahora el casi septuagenario Scott, sigue vivo y disfrutando de una madurez fructuosa. Gozando de la pretérita reivindicación externa de un dulce pájaro de juventud artística. De aquellos momentos gloriosos.Eso sí, subestimados. Todavía envuelto enincertidumbres ocultas en su darkzone. Añora en convertirse en el Jacques Brel anglosajón con el que soñó contar la mayor de las desdichas humanas. Es el momento de su homenaje, a la hora de presentar temas como Mathilda My Death o Amsterdam donde la emoción, que vemos en la pantalla de gente como Brian Eno o Damon Albarm no tiene precio. Al igual que ver feliz al dandy rebelde americano, con andares de inglés. Mr.Walker se ha vuelto a reinventar con Bish Bosch (2012) y tiene ganas de más.
Escucha a Scott Walker en Spotify
Este artículo sobre uno de los ídolos del Duque Blanco, me ha maravillado. Es fabulosa! Imágenes, vídeo y texto. Un placer leerte, Jon