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Günther Anders: «El secuestro de la legitimidad»

Por Cristóbal Vergara Muñoz.

 guntherLa reflexión que queremos proponer hoy es breve pero creo que cargada de contenido y significación dados los frenéticos eventos que estamos condenados a contemplar dentro de nuestro orden social. Un mar de corrupción impune se extiende por todos los poros de nuestra sociedad guiado desde las mas altas instancias de poder y nos hemos acostumbrado a observarlo como si de una cinta transportadora se tratase, la cual nos presenta el nuevo modelo de robo y pillaje de los esfuerzos y recursos de la sociedad civil hasta que su novedad se agota y pasa entonces al siguiente. Desde arriba nos dicen que los ciudadanos somos los culpables una y otra vez. Es ilegítimo cualquier acto de rebeldía o de oposición a lo establecido porque es un acto de violencia, de caos y de destrucción injustificada.

En esta ocasión he elegido un texto del brillante filósofo polaco Günther Anders (1902-1992) para que con su sagacidad nos instruya sobre ese fenómeno que nos ocurre diariamente de culpabilización de los inocentes y de cómo la legalidad está secuestrada por una falsa idea de lo que es un Estado de Derecho. Para enmarcar brevemente el pensamiento de Günther Anders hemos de decir que es una de las figuras principales del pacifismo del siglo XX., siendo paradójicamente la obra de la que hemos extraído el texto la que marca su desligadura de esta corriente para mostrarse a favor del combate directo y, por tanto, en defensa del derecho a ejercer cierta “violencia” hacia los poderes que rigen nuestras vidas injustamente. 

El tema principal de su pensamiento radica en una incansable lucha contra las armas nucleares y en el análisis del caso “nazi”, en el cual encontramos los horrores más terribles acaecidos en la historia de la humanidad perpetrados y ejecutados por una serie de “inocentes” que sienten tener la conciencia completamente limpia. Su obra magna es “La obsolescencia del hombre”, aunque destaca también por el libro “Más allá de los límites de la conciencia”. El texto escogido procede de una sección del breve escrito “Estado de necesidad y legítima defensa”, publicado por el “Centro de documentación crítica”. Esa parte se compone de una entrevista ficticia realizada a su persona que en realidad sirve al autor para exponer de una inteligente manera su propio pensamiento.

Dicho esto, procedo a ofreceros el texto para que juzguemos cada uno en nuestro fuero interno sus consecuencias y su alcance:

4. La  capacidad de ejercer violencia, llamada “poder”, se arroga el monopolio de la legalidad.

A: Nos llaman “amigos del caos” porque no reconocemos el monopolio de su poder basado en la violencia, es decir, en la capacidad para amenazar y golpear. Puesto que ellos hacen pasar el poder, su poder, por orden, nosotros somos eo ipso los desordenados, los amigos del caos, a quienes se les reprocha hasta el peinado, el cabello largo que para Durero o Schiller era todavía normal, como una muestra de desaliño, o sea de criminalidad, o sea de bolchevismo. Por lo visto, quien lleva el cabello largo (aunque el número de melenudos entre los enemigos de lo nuclear es bastante reducido) no tiene derecho a defender el derecho de la humanidad a la supervivencia. Por absurdo que sea, los [Joseph] Strauss y los Zimmermman usan como argumento a favor de Wackensdorf y otras instalaciones nucleares la afirmación de que sólo la gente sucia y melenuda se opone a la carrera armamentística nuclear.

 

5. La inversión.

A: Al mismo tiempo que nosotros, los defensores de la paz y los adversarios de la amenaza, se nos tacha de “violentos” cuando no nos limitamos a las protestas puramente verbales, todas las potencias verdaderamente agresivas se consideran a sí mismas defensivas. Detrás de la intoxicación química de Vietnam o del reciente bombardeo de Trípoli no estaba, obviamente ningún “Departament of Aggression” sino un “Departament of Defense”, aunque evidentemente ni a Vietnam ni a la minúscula Libia se les habría ocurrido ni en sueños querer (ni poder) atacar Estados Unidos. Cuando los agresores se llaman “defensores” (y, corrompidos por su propia mentira, ni siquiera se asombran de llevar y de reivindicar esa etiqueta mentirosa), entonces tampoco sorprende que, a la inversa, nos traten como agresores a quienes estamos luchando por la paz empleando contra nosotros armas que son claramente armas de guerra, como sucedió, por ejemplo en Wackensdorf. Esta actividad contrarrevolucionaria suya nos convierte efectivamente en revolucionarios y provoca una situación que se aproxima verdaderamente a la de una guerra civil no declarada. Y si un ciudadano sufre algún daño, entonces demuestra con ello que él había sido el agresor.”

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