Redd Kross: sobre visiones proféticas y estallidos sonoros
Por Nil Rubió
REDD KROSS + BISCUIT, Sala Bikini 20/01/2014 (organizado por Houston Party)
Hoy hemos visitado la Sagrada Família y tuve una visión… ¡Esta noche vamos a celebrar una fiesta de rock ‘n’ roll!
Así de profético se expresaba Steven Shane McDonald (como le presenta siempre su querido hermano Jeff), antes de que Redd Kross levantaran al personal con una de las canciones más celebradas de la velada, Jimmy’s Fantasy. Steven, siempre obstinado en regalar todo tipo de caras, posturas y desafíos al público, encarna perfectamente lo que ha supuesto el retorno de Redd Kross a la actividad después de tantos años. Han envejecido, sí, pero en actitud parecen haber sufrido una regresión a sus inicios. No paran. Como si una extraña condición nerviosa impidiese que se tomaran con relajación el asunto, forzando a cada uno de los integrantes actuales de la banda a moverse a veces epilépticamente (ahí el pequeño de los McDonald es un espectáculo), en vaivenes de melena ondeando, saltos, posturas a lo Kiss (a los que versionarían en su última pieza con Deuce), lanzamiento de pandereta, malabares más o menos exitosos… Jeff parece sufrir vocalmente, especialmente en las canciones nuevas, nada conservadoras, pero qué más da. Sigue y sigue atacando, con sus movimientos delicados característicos, manos al aire dibujando e invitando, con un poco menos melena y menos androginia que antaño, pero con el gran magnetismo de estrella del rock de culto, que ha redescubierto su amor por los escenarios.
Como en su tremendo tema del enorme Researching The Blues, disco de retorno, Stay Away From Downtown (repasada junto la canción homónima y Uglier), estábamos un poco lejos del centro, en la Sala Bikini, allí donde la Diagonal se va alejando paulatinamente, lo que ofreció un espacio con el tamaño adecuado para no poder escapar del directo de los Redd Kross actuales. Por desgracia, su tremendo retorno no les ha supuesto, por lo visto entre el público congregado en Barcelona, darse a conocer a demasiada gente que ya no los tuviera en su radar musical entre quince y veinticinco años atrás, siendo la mayoría impulsada por la curiosidad y la nostalgia de volver a verlos encima del escenario. ¿La paradoja? Que Jeff, Steven, Roy y el sustituto de Robert Hecker, un afiladísimo Jason Shapiro a la guitarra, tocan con la energía que lo hacían para los adolescentes de sus inicios como Red Cross en la soleada y extravagante Los Ángeles de principios de los ochenta. Como díscolos de la escena punk-hardcore preponderante, en su particular estilo, cóctel de punk, pop chicletero, hard rock y una pizca freak psicodélica con toques de glam que los ha hecho inconfundibles. Su directo actual es una contradicción con la actitud contemplativa y el desdén nostálgico, es una invitación a destrozar el local. Apabullante, decibélico, destripado, hasta Annie’s Gone sonó contundente (lo que quizás fue la única canción que se resintió un poco). Antes de los bises, Crazy World fue convertida en una mastodóntica ola de groove, construïda a fuego lento con una nueva intro, jugando con el ritmo para que el público pusiera la base coreando su mantra característico (It’s a crazy crazy world we live in…) sobre el que Jeff cantaba y Steven gritaba como un poseso para desatar la catarsis final.
Fueron los cortes de Phaseshifter (también cayó Lady in The Front Row) los que generaron más entusiasmo y también quedó claro que el nuevo disco ha sido muy bien recibido. Switchblade Sister, otro clásico, seguida por Blow You a Kiss in The Wind (directa del Teen Babes From Monsanto de sus inicios) iniciaron el espectáculo, y se siguió repasando un poco de todo con Mess Around, Pretty Please Me, Frosted Flake, Play My Song, Cover Band…Siempre por el camino directo, siempre al límite de la voz, con el humor entre hermanos, con Shapiro dando clase magistral, con Roy lanzando baquetas por los aires constantemente y aporreando como ya hiciera en el mítico Neurotica. Un arrollador directo, introducido como teloneros por otro de estos grupos “locales” que uno siempre se pregunta que sería de ellos si viniesen del exterior. Biscuit tienen el rock ‘n’ roll desde siempre en su ADN, y como bien comentaron y se demostró con los teloneados “el público de Barcelona es difícil”. Quizá fuera el lunes. Aun así, terminaron empapados con su poderoso sonido, curtido en un directo que eleva la intensidad de lo grabado en estudio a los efectos de la exposición directa.
Mientras Steven se despedía “hasta la próxima”, que si sus predicciones se cumplen, será con otro nuevo álbum, el chismorreo agradecido, incluso gratamente sorprendido, empezaba a apoderarse de las nacientes conversaciones de la gente en despedida. La mejor forma posible de sobrevivir a otro lunes de mierda.