Lev Tolstói: «Sobre el patriotismo y la (necesaria) destrucción de los gobiernos»
Por Ignacio G. Barbero.
Poco de valor podemos añadir a la inmarcesible vida y obra de Lev Nikoláievitch Tolstói (1828-1910). Sus novelas, sus relatos, sus reflexiones sobre arte, sus pensamientos sobre la naturaleza de la religión, el conocimiento racional y el sentido de la vida, sus dudas existenciales y, por último pero no menos importante, su vehemente compromiso teórico y práctico con la justicia social constituyen un universo explicativo de tensiones poderosas. Quien se acerca a este cosmos es severamente afectado por la intensidad emanada de las palabras y los actos que contiene. En consecuencia, la atención respetuosa a lo dicho y mostrado por este noble que hizo voto de pobreza es siempre el primer paso para su correcta compresión. Y el resultado de esta actitud es siempre beneficioso, pues uno acaba descubriendo tesoros escondidos como el que les ofrecemos a continuación: un ensayo de contenido moral y político titulado originalmente «Patriotismo y Gobierno» y publicado en 1895 (hemos seleccionado dos amplios y representativos fragmentos del mismo; la versión íntegra se puede leer en la fuente señalada tras los textos).
Las fuerzas contrarias y complementarias que usualmente se concentran en todo escrito de Tolstói también impregnan «Patriotismo y Gobierno»; en este caso, una tesis central violenta, beligerante, contestataria –todo gobierno político supone el ejercicio constante y sistemático de la violencia, por lo que debe ser eliminado– viene acompañada de un argumento moral sobre la necesaria bondad de este cambio radical –los hombres dejarán de matarse y ultrajarse-. Las raíces anarquistas de este razonamiento son evidentes y no sin razón Tolstói ha sido incluido en la rica tradición rusa de este movimiento teórico y político (junto a Bakunin, Kropotkin, los «dujobores/dujobori», etc.). En fin, sin más preámbulos, pasen, lean y reflexionen:
I– El hecho es que los gobiernos, debido a la naturaleza de su actividad que consiste en ejercer actos de violencia, se componen siempre de los elementos más contrarios a la bondad. Se componen de los hombres más audaces, más sin escrúpulos y más pervertidos.
El gobierno en su sentido más amplio, incluyendo a los capitalistas y la prensa, no es otra cosa que una organización que pone a la mayor parte de los hombres bajo el poder de una parte menor que domina; ésta parte menor está sujeta a una parte todavía más pequeña, y ésta, a otra más pequeña aún y así hasta llegar al fin a unos pocos o a un hombre solo, que por medio de la fuerza militar tiene poder sobre todos los demás. Toda esta organización se parece a un cono cuyas partes están completamente bajo el poder de estos hombres, o de la persona sola, que están en la cúspide.
El ápice del cono está posesionado por esta persona o por estas personas que son, o aquella persona que es, más astuta, más audaz y más sin escrúpulos que las otras, o por alguno que la casualidad ha hecho el heredero de los más audaces y de los más faltos de escrúpulos. Hoy puede ser Goris Bodonof y mañana Gregorio Otropief. Hoy la Catalina licenciosa que, ayudada por sus amantes, asesinó a su marido; y mañana Gougatchef o Pablo el loco. Nicolás I o Alejandro Hoy puede ser Napoleón, mañana un Borbón o un Orleans, un Boulanger o una Compañía Panamá: hoy puede ser Gladstone, mañana Salisbury, Chamberlain o Rhodes.
Y en manos de tales gobiernos se entrega pleno poder, no solamente sobre propiedades vivas, sino también sobre el desarrollo espiritual y moral, la educación y la dirección religiosa de todos. Los hombres construyen tan terrible máquina de poder, y dejan posesionarse de ella a cualquiera que pueda (y las probabilidades son siempre de que se apoderará aquél que es moralmente el más indigno), se someten a él servilmente y se asombran después cuando resulta tanto mal. Temen a las bombas anarquistas y no tienen miedo de esta terrible organización que les amenaza continuamente con las calamidades más grandes. (…)
Para salvar a los hombres de los males terribles que resultan de los armamentos y las guerras, que continuamente aumentan, no son congresos ni conferencias que se necesitan, ni tratados, ni tribunales de arbitraje, sino la destrucción de aquellos instrumentos de violencia que se llaman gobiernos y de los cuales resultan los mas grandes males que sufre la humanidad.
Para destruir la violencia gubernamental, una sola cosa se necesita, y es que los hombres lleguen a comprender el sentimiento de patriotismo que solo sostiene dicho instrumento de violencia; es pues, un primitivo, indigno y pernicioso sentimiento y que, sobre todo es inmoral. Es un sentimiento primitivo, grosero, porque es únicamente natural en las gentes colocadas en el nivel más inferior de la moralidad, y que no esperan más de las otras naciones sino aquellos ultrajes que ellos mismos están prontos para cometer contra ellas; es un sentimiento pernicioso porque perturba las relaciones ventajosas, alegres y pacíficas con los otros pueblos, y sobre todo porque produce aquella organización gubernamental bajo cuya dirección el poder puede caer y cae, en manos de los peores hombres; es un sentimiento indigno, porque convierte al hombre no simplemente en esclavo, sino en gallo de riña, toro o gladiador que gasta sus fuerzas y su vida en fines que no son los suyos propios, sino los de su gobierno; y es un sentimiento inmoral, porque en vez de declararse hijo de Dios como el cristianismo nos enseña, o siquiera hombre libre dirigido por su propia razón, cada uno bajo la influencia del patriotismo, se declara hijo de su patria y esclavo de su gobierno, y comete actos contrarios a su razón y a su conciencia.
Solo es necesario que el pueblo llegue a comprender eso, y la traba terrible que llamamos gobierno y que nos tiene atados caerá deshecha por sí sola, sin lucha; y con ella desaparecerán los males inmensos que produce. (…)
II– Pero, generalmente se dice: «¿qué habrá en lugar de los gobiernos?». No habrá nada. Una cosa que ha sido mucho tiempo inútil, y, por eso, superflua y mala, será abolida. Un órgano que siendo innecesario, ha llegado a ser dañoso, será suprimido.
«Pero» repiten «si no hay gobierno los hombres se matarán unos a otros».¿Y por qué? ¿Por qué será que la supresión de una organización que se originó por causa de la violencia, ─que ha sido transmitida por tradición, de generación a generación, para ser violencia─ porqué será que la supresión de semejante organización, actualmente sin utilidad, tendrá por resultado que los hombres se maten y se ultrajen? Todo lo contrario; es de presumir que la supresión del órgano de la violencia tendrá por resultado que los hombres cesarán de ultrajarse y matarse.
Actualmente ciertos hombres están especialmente educados e instruidos para matar y ejercer la violencia con los otros, -hay hombres que tienen concedido el derecho de hacer violencia y hacer funcionar una organización que existe al efecto; y los actos de violencia y muerte efectuados por ellos se consideran buenos y laudables. Pero en aquél entonces no habrá gente así educada e instruida y nadie tendrá el derecho de hacer violencia a otros, y no habrá ninguna organización formada con el objeto de hacer violencia, y, como es natural, también en nuestros tiempos, la muerte y la violencia serán miradas como acciones malas, cualquiera que sea quien las cometa.
Pero suponiendo que estos actos continuarán cometiéndose hasta después de la supresión de los gobiernos, sin embargo, serán seguramente menos numerosos que ahora que tenemos una organización especial con el objeto de realizar estos actos, y un estado de cosas que reconoce los actos de violencia y de muerte como buenos y útiles. La supresión del gobierno nos libraría simplemente de una organización que nos ha llegado de herencia desde el pasado, y que tiene por objeto cometer violencia y justificarla.
«Pero, entonces, no habrá ley, ni propiedad, ni tribunales de justicia, ni policía, ni educación Popular», dicen aquellas personas que, con intención confunden el empleo de la violencia por los gobiernos con las diferentes actividades sociales. La abolición de la organización gubernamental que tiene por objeto la violencia, no significa la supresión de ninguna cosa razonable o buena, y, por consiguiente no basada en la violencia.
Al contrario, la supresión del poder brutal del gobierno que no tiene otro objeto que su propio sostenimiento, facilitaría el advenimiento de una organización social más justa y razonable que no tendría necesidad de violencia. Tribunales de justicia, asuntos públicos y educación popular existirán mientras que sean realmente necesarios, pero de tal manera que no estarán rodeados con los males del sistema actual del gobierno. Lo que se destruirá será simplemente lo que sea malo y contrario a la expresión libre del pueblo.
Pero suponiendo que con la supresión del gobierno habría tumultos y luchas civiles, todavía la situación del pueblo sería mejor que ahora. La posición actual es tan mala que es difícil imaginar cosa peor. (…)
Así es que, aun cuando la supresión del gobierno resultara la anarquía, en el sentido negativo de la palabra, como queriendo decir desorden, -lo que está muy lejos de su verdadera significación,- aun todavía, en ese caso, ningún desorden anárquico podría ser peor que la situación a que los gobiernos ya han llevado a sus pueblos y hacia donde están llevándolos. Y por consiguiente la emancipación del patriotismo, y la destrucción del despotismo del gobierno que descansa en él, no puede ser sino benéfica al género humano.
¡A despertar, hombres! ¡Y por vuestro propio bienestar físico y espiritual, por el amor de vuestros hermanos y hermanas, pensad, reflexionad con calma en lo que estáis haciendo!
Reflexionad, y comprenderéis que vuestros enemigos no son los boers ni los ingleses, ni los fins, ni los rusos, sino que vuestros enemigos sois vosotros que mantenéis con vuestro patriotismo los gobiernos que os oprimen y os hacen infelices. Se encargaron ellos de protejeros de todo peligro, y han llevado su pseudo-protección al punto de que vosotros todos os habéis vuelto soldados o esclavos y estáis arruinados u os estáis arruinando más y más, y de un momento a otro podéis y debéis esperar que la cuerda tan tirante se corte, y que una matanza atroz de vosotros y de vuestros hijos resulte en consecuencia.
Pero por más grande que sea la matanza aquella, y cualquiera que sea la conclusión del conflicto, el mismo estado de cosas continuará. De la misma manera, y todavía con más encono, los gobiernos os armarán, os arruinarán y pervertirán a vosotros y a vuestros hijos, y nadie os ayudará a contener el mal o impedirlo si vosotros mismos no os ayudáis; y no hay más que un modo de ayuda posible que consiste en la abolición de la liga terrible de aquel cono de violencia que permite a la persona o a las personas que consiguen posesionarse del ápice, ejercer poder tan grande sobre todos los otros, y mantener el poder tanto más firmemente cuanto más crueles e inhumanos son como vemos en los casos de Napoleón, Nicolás I, Bismarck, Chamberlain, Rhodes y nuestros dictadores rusos que gobiernan al pueblo en nombre del Czar.
Y no hay más que un solo medio para destruir este encadenamiento: sacudiendo la sugestión del patriotismo. Tenéis que comprender que todos los males que sufrís, vosotros mismos los causáis prestando crédito a las sugestiones de los emperadores, los reyes, los miembros del parlamento, gobernantes, capitalistas, sacerdotes, autores, artistas y todos los que necesitan esta mentira del patriotismo para poder vivir a costa de vuestro trabajo, y que por eso mismo os engañan.
(Fuente: Biblioteca Anarquista )