Entrevista a Javier Márquez Sánchez por «Afilado como un blues a medianoche»
Por Benito Garrido.
«–Dicen que el FBI ha conseguido un confidente que está cantando como Sinatra tras una velada con Kim Novak. Que lo está largando todo, vamos. Dicen que por primera vez están consiguiendo una descripción detallada de cómo funciona el crimen organizado, de cómo se lo montan esas familias criminales.» Novela negra de calidad y Javier Márquez Sánchez (Sevilla, 1978) van siempre de la mano. Márquez ha sido subdirector de Cambio16, jefe de cierre de la revista Esquire, y en la actualidad es redactor jefe de la edición española de Forbes. Ha firmado diversos libros de historia musical y colaborado en varias antologías de relatos. Es autor de las novelas La fiesta de Orfeo y Los rebeldes de Crow. En 2012 publicó Letal como un solo de Charlie Parker —ganadora del premio Novelpol 2012—, la primera historia protagonizada por el «solucionador de problemas» de Las Vegas Eddie «Siete Vidas» Bennett.
Afilado como un blues a medianoche. Javier Márquez Sánchez. Ed. Salto de Página, 2013. 320 páginas. 18,70 €
Estamos a comienzos de los años sesenta, la llegada de John F. Kennedy al poder, la implacable cruzada de su hermano Robert contra el crimen organizado y el rugido cada vez más ensordecedor por los derechos civiles parecen acelerar el pulso de la Historia. Mientras Huston rueda con Marilyn Monroe su mítica Vidas rebeldes, no muy lejos de allí, Frank Sinatra y sus chicos del Rat Pack prolongan su eterna y rutilante juerga en Las Vegas. Entre todos ellos se mueve Eddie Bennett, el carismático encargado de que ningún asunto turbio altere las intensas vidas de sus clientes. Cuando Sammy Davis Jr. es amenazado de muerte por un grupo supremacista, Bennett pondrá en juego su instinto y aptitudes para seguir la pista de los matones hasta Warren Steiger, un influyente magnate del petróleo. Al mismo tiempo recibirá un singular encargo del poderoso capo de Chicago Sam Giancana, en el que también parecen estar implicados la CIA y el FBI. Esta vez, descender a las cloacas del poder y regresar, seguramente requiera algo más que un par de tragos de bourbon.
P.- «Marilyn Monroe murió dos veces»… Así arranca tu novela, con un hecho que conmocionó al mundo y que ya atrapa al lector en la primera página. ¿Señal inequívoca de tu gusto por fabular sobre hechos reales, por mezclar ficción y realidad?
La realidad es demasiado interesante, demasiado literaria como para no aprovecharla. Me gusta mucho partir de hechos reales para crear ficciones. Aunque tanto en este caso como en el de la primera aparición de Eddie Bennett, hay mucha menos ficción en el libro de lo que podría parecer. Muchos de los personajes, de los hechos, de los situaciones ocurrieron de verdad, o al menos existen fuentes que así lo afirman. Utilizo la ficción como cemento para unir y dar cuerpo a esas piezas de realidad.
P.- Eddie Bennett no solo es el protagonista sino también el alma narradora de una novela que perfectamente podría haberse escrito en aquellos años 50-60 de corrupción y mafia. ¿Influencia directa de la novela negra americana?
Sin duda, y también del cine de ese género, que desde luego tiene la misma fuente. Hay historias que piden ese narrador en primera persona y creo que el negro es uno de los géneros en el que más partido se puede sacar a este recurso narrativo.
P.- ¿Cómo nació Eddie Bennett? ¿Qué imagen te sirvió de inspiración para dibujar un personaje tan redondo y atractivo?
Fue un proceso muy interesante y divertido. En primer lugar esbocé su personalidad. Quería que fuese un tipo nada claro, lleno de dudas, como cualquiera de nosotros: no es un detective privado, aunque todos lo identifiquen como tal; es un tipo duro y mujeriego que al mismo tiempo se pasa siete años enganchado a una misma mujer, Janet Baker, con la que anda como el perro del hortelano; vive en una de las primeras torres construidas en Las Vegas, pero en la primera planta… Cuando tuve todo eso definido, pensé que no quería perfilar un personaje a la medida de Bogart, Mitchum y compañía. Eddie debía ser más años 50 y sobre todo 60. En el reparto ideal que hago siempre al ponerme a escribir, Eddie es una combinación del Paul Newman y el James Cann.
P.- Es cierto que Siete vidas Bennett se convierte en un verdadero solucionador de problemas. Tiene que bandearse con mafiosos, políticos, matones… ¿El Southern Comfort y el blues son sus únicos secretos?
Ayudan, desde luego. Creo que una de las claves de Eddie para poder moverse en todos esos mundos nace de otra de sus indefiniciones. Él ha trabajado para la Mafia pero no es un mafioso, se ha codeado con políticos pero no se vende, y es compañero de juergas y colaborador de artistas pero no pertenece a su grupo. Todos lo respetan por saber tratar a cada uno y no se pasan de confianzas porque saben al mismo tiempo que no es uno de ellos. En definitiva, es un buen profesional.
P.- Una curiosidad: ¿se dio de verdad aquella amenaza de muerte a Sammy Davis Jr.?
Desde luego. Sammy recibió muchas amenazas a lo largo de su vida, algunas de ellas tan graves como la que se describe en la novela. Fue un negro que rompió muchas barreras en el mundo del espectáculo, y tanto Sinatra como Dean Martin le respaldaron. Sinatra llegó a obligar que se le permitiera usar la piscina de un hotel o de lo contrario se negaría a cumplir con la actuación de la noche; se lo permitieron, y a continuación vaciaron la piscina y volvieron a llenarla. Sammy fue el primer afroamericano en dormir en hoteles que contrataban a los de su raza para actuar pero no les permitían alojarse. Y para rematar, eran bien conocidos sus romances con actrices blancas como Kim Novak o, claro está, su boda con Mai Britt. Aquella boda interracial fue un bombazo en la época y les llovieron las críticas y las amenazas por lo que muchos consideraban una aberración. Éste tema, el de la lucha por los derechos civiles, siempre me ha apasionado, y por fin esta novela me ha dado la oportunidad de abordarlo.
P.- «La gente como tú no se enamora» Sin embargo ahí está Janet que ¿quizá es lo más parecido al amor en la vida del protagonista?
Por supuesto. Y Eddie no hace más que darle vueltas a la cuestión. ¿Quiere seguir siendo un solitario bebedor de whisky, picando de flor en flor, o aceptar la idea de estar enamorado y asentarse junto a Janet? En la primera entrega cogí todos los arquetipos y clichés de la novela negra y traté de jugar con ellos, actualizarlos, pero ser muy fiel a un esquema tradicional. En esta segunda he intentado todo lo contrario. He querido ver qué hay dentro del tipo duro por antonomasia, del camarero filósofo, del artista irresistible. Y Eddie, sin duda, es un romántico empedernido. No hay más que ver cómo habla de la música o de los viejos tiempos.
P.- ¿Con qué personaje ficticio o real te identificas más como autor? ¿Te hubiese gustado vivir aquella época?
Me hubiese encantado vivir en aquella época y ser compañero de barra de Dean Martin, pasando horas sentados uno junto al otro apurando martinis simplemente escuchando la música, sin mediar palabra. Supongo que soy Eddie, o mejor dicho, que él es yo. Lo que pienso, lo que siento… Por eso Eddie no es especialmente brillante, nunca ve las cosas claras a la primera. Pero es tozudo, y acaba resolviendo los casos a base de tesón.
P.- La aparición de figuras (Sinatra, Martin, Sammy, Monroe, Kennedy…) y acontecimientos reales, ¿puede pesar demasiado a la hora de hacer ficción?
No, si se lleva bien. Ningún pasaje, ningún personaje, ningún diálogo debe ser anecdótico, estar por estar. Si puede cortarse, debe cortarse. En ocasiones, lo que a priori parece anecdótico puede que, visto con perspectiva, ayude a dar forma a un personaje, a matizarlo. Sólo me he permitido una licencia en este sentido. Me encantaba la idea de llevar a Eddie al discurso de Martin Luther King en Washington, en 1963. Y una vez allí, me pareció muy divertido que le tirara los tejos a Mary Taveller, de Peter, Paul & Mary. ¿Podría haber cortado eso? Probablemente. Pero en ese caso no habría roto la regla, y ya se sabe para qué están las reglas.
P.- El ingenio y el humor destacan como elementos realmente importantes en tu novela. ¿Señal de identidad en tu escritura?
Ojalá sea así, porque no son nada conscientes. Surgen al ir dejando hablar a cada personaje. Me asusta mucho hacer humor porque creo que es lo más complicado, y seguro que si me lo planteara de forma consciente acabaría siendo un desastre. Creo que las notas de humor surgen del cinismo de algunos personajes y de la amistad que hay entre otros. Al final, cuando escribo me siento tan cercano a ese mundo, tan metido dentro, que supongo que en cierto modo es como si estuviera con mis propios amigos, con los que bromeo continuamente. Y eso acaba transmitiéndose al papel.
P.- Tu libro aprovecha el ritmo del thriller y la realidad de la historia para hacer balance y crítica social de un momento marcado por la segregación y la crisis política. Imagino un arduo trabajo de investigación.
Sí, pero no ahora para la novela. Es algo que llevo arrastrando desde hace muchos años. Recuerdo que tenía 14 o 15 años cuando, a través de las canciones de Bob Dylan y Paul Simon, comencé a descubrir la historia de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. Luego llegarían novelas, estudios y películas. Luther King, Malcom X, etc. Es un tema que siempre me ha fascinado. Y es un tema íntimamente ligado al Rat Pack y a los Kennedy. Lo investigué de forma más profesional cuando escribí Rat Pack. Viviendo a su manera, en el año 2006, y desde que lo terminé me fue imposible librarme de esos personajes y ese mundo. No dejaba de pensar que se merecían una novela. Hasta que llegó Eddie y me brindó la oportunidad.
P.- Novela muy cinematográfica, repleta de diálogos que se podrían antojar interpretados por Bogart, Cagney o Robinson. ¿Son horas de mucha filmoteca o de devoción por el género?
Cine en vena, desde luego. Después de todo, no olvidemos que el cine negro de los 40 y 50 contó no sólo con grandes novelistas del negro como fuente para las historias sino también como guionistas. Los diálogos son fundamentales para mí, y siempre vuelvo al relato ‘Los asesinos’, de Ernest Hemingway, cada vez que escribo algo nuevo. Es como un ritual de preparación. Me parece magistral. Cormac McCarthy, John Fante o George V. Higgins son otros de mis autores de referencia desde una perspectiva estilística. Curiosamente, siendo estadounidense el escenario de mis historia, debo reconocer que para el género negro me quedaré siempre con la santa trinidad patria: Vázquez Montalbán, Andreu Martín y Juan Madrid.
P.- Las Vegas y sus casinos se convierten en otro de los protagonistas de la novela. ¿Seguirá existiendo algún barman tan comunicativo y enterado como Jerry Jenkings?
En Las Vegas no lo creo. Allí está todo demasiado controlado, es demasiado artificial. Todo está diseñado para sacarle los cuartos a los clientes. También lo estaba en los años 50, pero era otro espíritu. Había más diversión. Todos querían pasarlo bien. Así que no, en Las Vegas no. Pero en Madrid sí que podría darte un par de direcciones en las que pasar un buen par de horas cerveza o copa en mano sin ocasión para aburrirte sentado a la barra.
P.- Los saltos en el tiempo permiten ubicar al personaje en un escenario histórico y físico que termina atrapando al lector hasta involucrarlo en la trama. ¿Influencia quizá de tu faceta periodística a la hora de novelar?
Es posible. Desde luego mi forma de escribir está muy influida por mi trabajo en prensa. Desde al forma de preparar las obras o de organizar el trabajo al estilo directo y tan limpio como pueda conseguir. Después de todo el periodismo que siempre me ha gustado era el que cuenta historias. De mis ensayos me han dicho siempre que eran muy narrativos, así que es supongo justo aceptar que mis novelas sean muy periodísticas.
P.- Vista la corrupción que hoy nos gobierna, ¿crees que hemos evolucionado mucho respecto al momento en que se desarrolla tu novela?
Sí, hemos evolucionado hacia peor. El gran tema que comparten las dos novelas protagonizadas por Eddie Bennett es el del poder intocable, esa cumbre de unos pocos escogidos y blindados por el gran capital, hasta la que llegan casi todas las grandes tramas de corrupción, casi todos las guerras, las crisis económicas… Que se benefician de todo y nunca pagan por nada, porque la senda de migas de pan siempre se pierde antes de llegar a ellos.
P.- ¿Tienes ya nuevos proyectos a corto plazo de los que pueda hablar?
En estos momentos tengo dos novelas empezadas cuya escritura voy alternando. Una de ellas es un thriller internacional con una de las líneas argumentales desarrollada en Sevilla. La otra es una ‘road-novel’ con la que estoy recorriendo la península dejando una buena carnicería al paso de los personajes.