Colección Masaveu: Del Románico a la Ilustración. Imagen y materia
Por María J. Pérez.
CentroCentro Cibeles
Pza. Cibeles, 1
29 de noviembre 2013 – 25 de mayo 2014
El espacio cultural CentroCentro acoge la exposición Del Románico a la Ilustración. Imagen y materia, ocasión única para contemplar una selección de obras de extraordinaria calidad, que van desde el arte medieval al barroco, introduciéndose además en el gótico internacional y el arte hispanoflamenco.
Con el objeto de acercar al público de una forma didáctica algunas de las colecciones de arte más relevantes del panorama español y de rendir homenaje a los grandes coleccionistas del país, CentroCentro presenta esta muestra dentro de su línea expositiva “Mecenazgo al servicio del arte” que se inició con El Legado Casa de Alba, prosiguió con La Colección Helga de Alvear, y ahora exhibe 63 piezas, entre pinturas y esculturas, procedentes de La Colección Masaveu.
Un recorrido a través de ocho siglos
La muestra plantea un discurso cronológico a la vez que religioso, pues abarca obras de esta temática debido al contexto social en las que se realizaron -de los siglos XII al XIX- donde se observa, a través de su recorrido, el cambio de materiales, de expresividad y de planteamientos artísticos.
Ángel Aterido, comisario de la exposición, ha clasificado la misma en tres secciones, en la que el visitante puede disfrutar de obras de pintores del arte español como El Greco o Zurbarán, junto a otras de artistas europeos como Matthis Gerung o El Bosco, algunas de ellas se exponen por primera vez.
El primer apartado, titulado “De Madera y Oro”, anuncia el predominio de ambos materiales en las artes del Románico al Gótico, con la única excepción de una maravillosa pieza de eboraria con la que se inicia, un Descendimiento –de apenas trece centímetros-, anónimo leonés del siglo XII procedente del taller de San Isidoro de León.
Aunque la madera servía de soporte preferentemente a las imágenes, estas esculturas en marfil fueron muy apreciadas en época románica por su técnica y estética, material considerado tan valioso como el oro.
La mayoría de las piezas de este primer apartado corresponden al periodo gótico en la que predomina el óleo sobre tabla, procedente muchos de ellos de retablos, uno de ellos se exhibe prácticamente completo. También se incluyen magníficas esculturas policromas como un Calvario del siglo XIII o una Virgen sedente del XIV.
En la segunda sección, “Entre el Gótico y el Renacimiento”, comprende los siglos XV y XVI, donde la madera siguió utilizándose como soporte pictórico, hasta el Renacimiento.
En cuanto a la escultura, destaca un anónimo castellano, “Santa Ana, la Virgen y el Niño” (1510) de madera policromada. Esta imaginería, denominada Santa Ana Triple, de gran contenido simbólico, carácter protector y fuerte hieratismo, alcanzó un importante auge a fines de la Edad Media y durante el Renacimiento fue paulatinamente quedando en desuso. Es una forma previa a la representación de la Virgen María en solitario que acabaría imponiéndose en el siglo XVI.
La pintura europea está representada por “El tríptico del Descendimiento” del pintor flamenco Joos van Cleve o por el mundo fantástico de El Bosco en “Las tentaciones de San Antonio”.
En el magnífico óleo renacentista alemán “El campamento de Holofernes” (1538), Mathis Gerung muestra una sofisticada narración que vela una interpretación de la política centroeuropea a través del relato bíblico de Judit y Holofernes con una relación de episodios presentados paralelamente.
Las pinturas de esta última sección evidencian los nuevos usos devocionales de la Contrarreforma, con obras de Luis de Morales o Hernando de Esturnio.
Las pinturas de este apartado están realizadas sobre tabla, a excepción del lienzo de Santa María Magdalena, de El Greco. En su mayoría, fueron piezas de altar o parte de un retablo.
En la más extrema dinámica manierista, la tabla “El Expolio de Cristo” (1577-1579).
de El Greco -considerada autógrafa- es una versión reducida de una de las primeras obras toledanas del artista y de las más destacadas de su producción donde sigue con fidelidad la composición, disposición y número de los personajes del lienzo definitivo, incluso la distribución de las manchas de color a la manera veneciana y la progresiva estilización de sus personajes que le confiere su característica impronta.
Es en estos momentos, entre el arte gótico y el renacentista, cuando desaparecen materiales como el oro y surge la perspectiva.
Y por último, “El Triunfo del Lienzo”, capítulo dedicado del Barroco hasta el inicio del siglo XIX, en el que se impone la pintura de caballete, utilizando el lienzo como soporte.
Comienza con obras naturalistas españolas e italianas de pintores de la talla de José de Zurbarán y sus dos impresionantes cuadros de la Inmaculada Concepción y de Santa Catalina, o Ribera, Alonso Cano, Cavarozzi y Carducho, entre otros.
En las tres pinturas de Bartolomé Murillo se aprecia ya el cambio de materiales. En “La Virgen con el Niño” (1660-1665), obra de gran simplicidad y composición equilibrada de la que el autor realizó varias versiones, Murillo abordó este modelo con frecuencia, aunque era más usual la representación de una advocación mariana en concreto. Este lienzo que se expone es la versión original de la que depende el resto.
En la serie de “Los cinco sentidos” del taller de Juan de Arellano, combina sabiamente alegorías con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento para explicar estas sensaciones.
Esculturas en madera, una magnífica témpera sobre vitela y un gran cuadro de Vicente López cierran el espacio cultural.
En el proceso de preparación de la exposición se han catalogado nuevas obras inéditas como es el caso, entre otras, de una escultura representando a “San Diego de Alcalá”, de Pedro de Mena, hasta ahora considerada anónima; así como también se han llevado cambios de atribución como el de “Liberación de San Pedro”, atribuida a Zurbarán y recatalogada en favor de Bartolomeo Cavarozzi.
Me ha gustado mucho, muy bien escrito y lleva al espectador a entender cada obra que se explica