Hacer visible lo invisible: retratos-denuncia de “Mujer todos somos una”
Por Lara Marchante.
Museo Nacional de Antropología
Calle Alfonso XII, 68, Madrid
Prorrogada hasta el 2 de febrero de 2014.
“En determinados contextos socioculturales y en la mayoría de situaciones de conflicto, el hecho de ser mujer eleva el riesgo de sufrir discriminación, violencia, abusos, persecución e, incluso, la muerte”. Con este primer párrafo, firmado por Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), nos recibe la exposición “Mujer, todos somos una”, de la que podemos disfrutar hasta el 2 de febrero de 2014 en la planta baja del Museo Nacional Antropología.
Dos salas, una pequeña proyección y 38 fotografías de mujeres en primer plano ponen cara a esta amarga frase, escrita en pleno siglo XXI. A través de sus vestimentas, cicatrices y miradas estas supervivientes nos acercan a una historia invisible y latente, la del estigma que conlleva pertenecer a este sexo en situaciones límite en distintas partes del mundo.
La intención de extrapolar las vivencias de las protagonistas de esta muestra se advierte en la ausencia de una clara contextualización –pues los pies de foto no sirven para identificar el momento exacto de captura de la imagen- y de nombres propios. Sólo de una de ellas podemos conocer el nombre: la activista Samira Ibrahim, la única joven, de 25 años, que se atrevió a denunciar los abusos de la Junta Militar que recibieron 18 mujeres congregadas en la plaza Tahrir (El Cairo, Egipto) durante la primavera árabe, las cuales fueron torturadas y sometidas en 17 de los casos a pruebas de virginidad.
El testigo y creador de estas instantáneas es el veterano reportero gráfico Francisco Magallón, que con su teleobjetivo ha dado voz una vez más a aquellas que no la tienen, a “las nadie de las nadie” como se las llega a definir en la exhibición. Un proyecto que abarca desde el año 2006 a la actualidad y que nos lleva a países como Mauritania, El Congo, Uzbekistán, Haití o Bosnia, donde la guerra y las catástrofes naturales han determinado el rumbo de sus vidas. En algunos casos bastaron “40 segundos” para perderlo todo, en otros el conflicto militar les robó la infancia.
Pero no sólo hay víctimas de las contiendas bélicas o de los terremotos, también hay sobrevivientes de culturas profundamente misóginas, donde los matrimonios concertados de niñas con hombres adultos son legales, y la violencia y el repudio de éstas están a la orden del día. Así conocemos ponemos rostro a los matrimonios concertados de pequeñas convertidas en esposas a los 11 años sin su consentimiento o chicas que han sido desfiguradas, mutiladas o convertidas en esclavas sexuales. Sudán, India, Somalia y Bangladesh son algunos escenarios donde estas prácticas están aceptadas socialmente.
Aunque prime el clima de denuncia, en esta antología también hay cabida para la esperanza, pues junto a los terribles cifras e historias de maltratadas hay también textos dedicados a nombrar los últimos avances y conquistas de derechos en algunos de los lugares más conflictivos, como es el caso de la nueva Constitución de Somalia de 2012 (aplicada parcialmente en el territorio), donde está prohibida la mutilación de los genitales femeninos.
La finalidad de esta exposición es doble. Por un lado, concienciar al visitante sobre el urgente y siempre pendiente asunto de la igualdad de derechos entre hombre y mujer. Y por otro, reunir un mosaico de vivencias individuales, tan horripilantes como diversas, bajo el mismo envoltorio estético: el de la belleza de la dignidad humana.