MISIÓN CUMPLIDA
Por Oscar M. Prieto. Queridos amigos,
Salvo algunos astrofísicos y genios locos que defienden la posibilidad de viajar en el tiempo –fundamentan estas extrañas teorías en algo que llaman “agujeros de gusano”-, nadie en su sano juicio creerá que el tiempo tenga vuelta atrás. Todo el mundo sabe que el tiempo es un camino sin retorno, que sólo avanza en una dirección y además lo hace de manera irreparable.
Y sin embargo, como la Historia de la Ciencia nos ha enseñado en tantas ocasiones, en tantos otros casos, no siempre, todo el mundo, es decir, todos aquellos con el juicio sano, tienen la razón (la razón nunca es democrática).
¡Claro que se puede volver atrás en el tiempo! Y no me refiero a recordar, al viaje hacia atrás al que nos invita la memoria. No, me refiero a un viaje real en el tiempo. Yo no tengo teorías para sustentar esto que afirmo, ni agujeros de gusano ni espacios curvos y tampoco lo digo basándome en la “Teoría de la Supercuerda”. Qué va, no tengo nada de esto. Y sin embargo lo afirmo, afirmo que se puede volver atrás en el tiempo porque lo he vivido, yo mismo soy mi caso empírico que lo demuestra
Esta misma mañana he viajado en el tiempo.
Os contaré brevemente cómo ha sucedido y dónde y quizás por qué.
Hace unas cuantas semanas, como muchos sabéis, os invité a escribir una carta para Santa Claus. Os invité a sentaros un momento y pensar en qué era lo que de verdad deseabais en vuestras vidas y tuvierais el coraje de pedirlo y de comprometeros a luchar por ello. Me parecía un ejercicio muy saludable para todos.
Bien, pues he recibo cerca de 200 cartas, unos por correo postal, otras en mano y muchas también en soporte digital. He recibido cartas de gente mayor y de niños que no saben todavía escribir. He recibido cartas, la gran mayoría de España, comprensiblemente, pero también de Singapur, de Alemania, de Italia, de Francia, de Argentina, de Portugal, de Brasil… A todos los que habéis escrito, os quiero dar las gracias.
Ha sido emocionante llegar hasta aquí. Partimos de Madrid, escala en Bruselas, en Helsinki, en Oulu, en Rovaniemi, hasta por fin, en Laponia, habiendo ya cruzado la línea del Círculo Polar Ártico, en Napapiiri, hemos encontrado la casa de Joulupukki, que es como llaman aquí a Santa Claus.
Sus ayudantes, los elfos, nos han guiado hasta su despacho y allí nos ha recibido con toda la amabilidad. Ha sido en ese momento, justo antes de entrar y cuando le di la mano y le entregué todas vuestras cartas, cuando sucedió: mi viaje en el tiempo. No en la memoria, ya he dicho, un viaje real. De pronto, allí, sentado a su lado, dejé mis 40 años y volví a tener no más de 5. Es lo prometo.
Cinco años, quizás cuatro. Con todo lo que eso implica, es decir, lo milagroso de, por unos instantes, tener los ojos tan limpios como para volver a ver en todo lo que nos rodea lo que en ello hay de maravilloso. Es cierto que también ha tenido que ver la responsabilidad que sentía de ser el cartero de todos vosotros. Me he tomado esto como una misión que no podía fallar. Esta noche, incluso, reconozco que con los nervios me ha costado dormir. Pero os aseguro que ha merecido la pena. Volvería hacerlo, sin duda.
Me ha prometido que leerá esta noche todas las cartas que le he entregado. La verdad es que él también parecía un poco emocionado por tantas cartas cómo le hemos entregado. He visto las estanterías en las que los elfos las van colocando y os puedo asegurar que es verdad que las lee todas. Palabra.
En fin, nos aburro más quien quiera puede ver ese momento, está grabado. Lo tenéis aquí:
(una vez aquí, entráis en la galería y en vídeos y creo que es el primero de ellos).
No quiero decir que haya que venir hasta los 66º 33’ 07 25 de latitud Norte para ser feliz. Se puede ser feliz mucho más cerca, también en casa, con los tuyos, pero sí digo que si hay que venir hasta lejos por hacer feliz a alguien, nunca dejéis de hacerlo.
Y ahora me voy en busca de una aurora boreal!!!!!
No dejéis nunca de soñar!!!
Un abrazo
Salud
Ps: No puedo dejar de agradecer desde lo más hondo de mi corazón el apoyo y la ayuda de Nacho que me ha acompañado hasta aquí. Gracias, Nacho.