Entrevista a Ingrid Rubio
Por Rubén Romero Sánchez.
Quedo con Ingrid Rubio (Barcelona, 1975) para hablar de Solsticio, el último cortometraje de Juan Francisco Viruega, uno de los directores con más proyección del cine español. Ella llega encantada tras rodar con Chus Gutiérrez, a pesar de la lesión en la pierna que se produjo “justo al final, cuando ya habíamos terminado todo”. La actriz, ganadora de un Goya por su sobrecogedora interpretación en Taxi (1996), de Carlos Saura, es dicharachera y muy acogedora. Cuenta anécdotas del rodaje, de los ensayos en casa de Juanfran y habla con la ilusión del que acabara de empezar en esto del cine.
– ¿Qué tal el resultado final?
– Juanfran tiene la capacidad de jugar tanto con la imagen como con la palabra, es superelegante. Tiene un estilo. Si ves Postales desde la luna, y también ocurre en Solsticio, ves un estilo. Y me fascinó ver su trabajo. Luego me leí el guión y lo que más me sedujo, como actriz, fue el halo misterioso que tienen estos personajes, que son aparentemente fríos pero a los que les ocurren cosas todo el tiempo. Más allá de la situación externa que sucede en el corto, que es lo que hace que Joana, mi personaje, tenga que volver a sus raíces, a su tierra, y reencontrarse con su padre, que está desaparecido, Solsticio tiene muchos simbolismos; pero más allá de los físicos, como las esculturas del padre, yo lo que trabajé con Juanfran fue llegar a esta mujer desde la razón, desde la cabeza. Tiene una madre castradora, que no ha salido jamás de esa isla. El padre simboliza el conocimiento, la madre simboliza el pecado, y la verdad es el proceso que ella hace para llegar a su propia verdad, y quitarse esa cosa tan mala que es la culpa.
– El corto reflexiona sobre las relaciones humanas y sobre la inexistencia de esas relaciones. ¿Cómo se ha conseguido esa mezcla de algo tan simbólico con algo tan profundamente humano?
Eso es trabajo de Juanfran, porque lo de los actores tiene que ver con un proceso de línea de pensamiento. Recuerdo que cuando me senté con él para desgranarlo todo había cosas que él me tenía que explicar, porque todo ese simbolismo está en su cabeza. Entonces tienes que entender al autor y entender que tú eres una herramienta para contar su historia. Yo creo que mi personaje es una tipa fría, que no expresa. Juanfran es muy concreto pero a la vez está muy abierto para escuchar cualquier propuesta y para aprobarlas incluso. Estuvimos tres semanas ensayando, no ha sido un corto al uso.
– ¿Cómo surge la oportunidad de rodar este corto?
Juanfran llamó a mi representante. Me pasó el guión, lo leí y quedamos en La Central con Pablo (Ramos, productor de Solsticio) y no me tuvo que convencer ni nada, porque me encantó. A mí me daba más vértigo captar todo ese simbolismo y llevarlo a esta tipa. Hay cosas que creo que se pueden entender y otras que no tanto, y eso me fascinó del corto, ese misterio. Esos personajes tan misteriosos, que no se dicen nada. Me pareció bonito el proceso de aceptar, por parte de Joana, que esa madre nunca va a cambiar.
Las cosas están tan fatal que últimamente uno hace lo que quiere también en el cine. Hace lo que puede y luego lo que quiere. Pero sí creo que hay que ponerse el traje optimista, aunque hay muchas fórmulas que no funcionan, independientemente de que ya no haya ayudas, sino todo lo contrario. El corto siempre ha sido la ventana a cualquier creador para decir: “existo, y quiero crear esto”. Además, para hacer un corto necesitas menos medios y es más viable. Hacer un largo es mucho más complejo y hacer tu segundo… ya no te digo nada. Pero todo esto, muy a nuestro pesar, hace que haya gente que se anime a hacer lo que sea: Jonás Trueba y muchos otros, que no tienen ninguna ayuda.
– En Solsticio hay muchos silencios. Trabajáis mucho con las miradas. ¿Cómo se consigue así transmitir tanto?
Las herramientas de un actor son sus pies, su cuerpo, su expresión, sus cejas, sus ojos… Se consigue mirando al otro y, sobre todo, con lo que te da el otro. Cada personaje tiene una mirada. Es cierto que este personaje tiene una mirada melancólica todo el tiempo. Sí trabajamos toda la parte del cuerpo. Decíamos que era muy postural, muy de yoga, de Pilates. Trabajamos también toda la parte del maquillaje, potenciando mis arrugas, dejando las ojeras, maquillándome más blanca, con dos tonos menos del color de mi piel, para dar algo no tipo la novia cadáver, pero sí para enseñar a una tipa que está mal. Con todo esto sumado, más el compañero, esa mirada de la que me hablas surge.