Arte

Personajes de guache y carboncillo. La Fundación Lázaro Galdiano esboza su visión de los siglos XIX y XX

Por Lara Marchante.

 

 

Emilia Pardo Bazán por Leal da CâmaraNo es de extrañar que en la primera obra española dedicada a la caricatura, escrita por Jacinto Octavio Picón, se comparara a los dibujantes del retrato humorístico con los cronistas, poetas y novelistas más relevantes de la época. En su arte, cargado de sátira, siempre quedaba la esencia de esa verdad sabida por la sociedad, pero no divulgada. Un importante testimonio en trazos cómicos que nos devuelve, de forma genuina, a ese preciso instante de la historia.

 

El museo Lázaro Galdiano rinde un homenaje a estos peculiares espejos de papel y cartulina  con “Caricaturas. Ilustradores de los siglos XIX y XX”. Un conjunto de secretos a voces de lo que molestaba e impresionaba a los urbanitas contemporáneos, y lo que se ocultaba tras los personajes más admirados de principios del siglo XX en España.  Estos retales de nuestro pasado, compilados de forma incansable por el editor y empresario que da nombre a nombre a dicha fundación cultural, vuelven a ver la luz hasta el 16 de diciembre.

 

En un pequeño espacio de la planta baja se exponen 26 dibujos y litografías de las 172 caricaturas que componen el fondo dePuvis de Chavannes por Luque esta colección. Una pequeña selección tras la que se esconde un año de trabajo de catalogación y selección. Los visitantes que se acerquen al antiguo palacete de la calle Serrano podrán disfrutar de algunas obras de los principales dibujantes de la época (como Pedro de Rojas, Francisco Sancha Lengo, Inocencio Medina Vera, Manuel González Martí “Folchi” o Joaquín Santana Bonilla), las cuales fueron portada del famoso semanario Madrid Cómico, en los primeros años del 1900.

 

Una redonda y oronda Emilia Pardo Bazán comparte protagonismo con un homenajeado Sinesio Delgado y otros personajes del momento: desde actores (el galán de la escena Emilio Thuiller y el matrimonio Loreto Prado y Emilio Chicote) a escritores convertidos en políticos (Eduardo Benot y Teodoro Llorente). Ni el propio Galdiano se libra de su versión en carboncillo y guache, a la que se le caen papeles de distintos diarios, mientras contaba los días para poder mudarse del Gran Hotel a su nueva residencia madrileña.

 

Pero el sentido del humor tuvo otra de sus dianas en la sociedad de la época, que cambiaba a la vertiginosa velocidad tranvía eléctrico (“Crítica situación”) y traspasaba las fronteras nacionales. Ejemplos de esto último son los famosos frailes parisinos de Francisco Javier Ortego o las animalescas sombras de Jules Ferry, capaz de plasmar rasgos del físico y de la personalidad de sus modelos jugando con la proyección de la luz. Los roces políticamente incorrectos con el país de la Commonwealth quedan retratados por José Parera y Romero, donde insinúa, mediante “La gracia de Inglaterra”, la escasa belleza de las anglosajonas europeas.

 Sinesio Delgado por Rojas

También hay sitio para las alusiones menos superficiales, llevadas cabo por la magistral mano de Honoré-Victorin Daumier el famoso dibujante de Le Charivari, que supo reflejar y denunciar como nadie algunas de las malas prácticas de sus coetáneos, como la crítica al espíritu belicista bonapartista (1850) o los métodos disciplinarios empleados por los profesores en las escuelas (1848).

 

Para los que esta antología les sepa a poco, en la propia sala de la  muestra hay una pantalla plana donde se exhiben otras caricaturas que pertenecieron al magnate navarro. Los amantes de las ediciones impresas tienen además una cita la tienda del museo, ya que con motivo de esta exposición se ha creado un catálogo con el que poder retrotraerse al humor gráfico de las dos centurias anteriores.

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