Heli (2013), de Amat Escalante
Por Cristina Castro Alonso.
El director de Sangre (2005) y Los Bastardos (2008) Amat Escalante vuelve a la carga con Heli un film que cuenta con Carlos Reygadas como productor y que está fuertemente influenciado por su obra. La crudeza de Heli ha revuelto más de un estómago y ha hecho sacar los colmillos a cierto sector de la crítica (aquél que se emociona con The Artist), no obstante, Amat Escalante se ha hecho con el premio al Mejor Director del festival de Cannes (qué significa eso a día de hoy es algo que habría que discutir largo y tendido, en el marco de este texto supongamos que continúa siendo un agente de prestigio).
Ciertamente la posición del espectador de clase media europeo ante el visionado de Heli resulta incómoda, uno se ve confrontado con la muerte desde la primera escena y desde entonces sólo podrá pensar en las vidas de los protagonistas del film como en algo efímero y accidental sujeto en todo momento a una amenaza de violencia inminente. Desde esa perspectiva el despliegue de su cotidianeidad se vuelve casi insoportable ¿cómo se sienta uno en el sofá a ver la tele bebiendo coca-cola mientras el dolor, la violencia, el miedo y la muerte se mantienen incansablemente al acecho?…uno se sorprende imaginando si podría vivir en semejante atmósfera y a continuación toma conciencia de que hay quienes viven en ella, quienes trabajan en fábricas por una miseria sabiendo que en cualquier momento pueden ser objeto de la violencia, de la tortura, de la violación… y que a pesar de eso viven, follan, beben coca-cola y ven la televisión, van al colegio y sueñan con el futuro, se enamoran, tienen hijos, tienen padres y hermanos a los que quieren.
La vida de los protagonistas de Heli transcurre en esta tensión entre la violencia extrema y la cotidianidad, algo que queda magistralmente reflejado en la escena en la que Heli, tras el brutal asesinato de su padre, coloca en la pared una vieja fotografía familiar en la que vemos por primera vez a su madre, ausente el resto del film, y acto seguido pregunta a su hermana dónde la tenían secuestrada, para llevar a cabo su venganza. Esta tensión también queda retratada en el último plano de la película, en el que encontramos a Estela, la hermana pequeña de Heli, abrazada al hijo de éste en el sofá, la pintura azul de la pared está desconchada, los muebles son viejos, las cortinas blancas dejan pasar el viento y filtran la luz de la tarde mientras ambos duermen, mientras Estela parece tranquila pese al horror que ha sufrido.
Pero sin duda el momento más incómodo para el espectador es la tortura del novio de Estela, retratada sin tapujos y expuesta en toda su crudeza, no obstante, no es el visionado de los detalles de ésta lo que verdaderamente incomoda si no la presencia de adolescentes contemplándola y el que uno de ellos participe. En esta escena demoledora se nos presenta un tipo de cotidianidad distinta a la de la familia de Heli, la cotidianidad de los narcos y los chavales que han caído en su órbita. Antes de que comience la tortura podemos ver a estos chicos jugando a un videojuego y fumando en el sofá, un momento de ocio que nos resulta absolutamente familiar y que precisamente por ello se vuelve aún más inquietante.
La presencia del logo de coca-cola, la televisión y los videojuegos remiten al espectador europeo a su mundo, pero las reglas que imperan en el de Heli son bien distintas, o tal vez no tanto, tal vez sólo están exageradas hasta quedar deformadas y es eso lo que nos hace revolvernos en nuestras butacas. En cualquier caso Escalante nos obliga con sus dosis de realidad y lirismo a meternos en la piel de quiénes viven allí donde el juego se vuelve extremo, de quiénes han de aceptar para sobrevivir lo que a nuestros frágiles nervios les parece insoportable y que lo hacen bebiendo una coca cola frente al televisor… . Acaba la película, fundido en blanco, suena la canción Esclavo y Amo de Los Pasteles Verdes… allá cada cual con sus reflexiones.