Las entrañas de una casa poco común
Por Carmen Garrido
Tras la inauguración de La PENSIÓN de LAS PULGAS, en Escena-Culturamas queremos conocer a los padres de esta nueva sala teatral. Para ello, los visitamos en La CASA de la PORTERA, la primogénita de la pareja artística José Martret-Alberto Puraenvidia. ¿La cita? En ese ya famoso lugar de La Latina, Abades, 24, cónclave de estética barroca y joie de vivre teatral. Hablamos con ellos de la gestación de su proyecto, de su visión del teatro actual, de escenografía, de camisones de posguerra…Y hasta de La Terremoto de Alcorcón. Sírvanse.
Se ha hablado mucho de estas paredes, tanto y tan apasionadamente que han pasado de ser un trending topic viviente en los corrillos madrileños a pasear su explosión de teatro bien hecho y su casticismo gato por las páginas de The Guardian, El País, El Mundo o Frankfurten Allgemeine. Es la repetición de esas pequeñas fábulas que todos hemos leído: el talento de alguien comienza a despuntar dentro de un círculo pequeño hasta que, por el boca-oreja, esa valía llega más lejos de lo que el artista nunca soñó. En este caso, el dúo de amantes de las tablas (o el parqué de su recinto) responde a los nombres de José Martret y Alberto Puraenvidia y ellos mismos se sorprenden de que su apuesta a “todo al rojo” (el negro y lo cenizo queda excluido) haya llegado tan lejos. Durante esta charla repiten una y otra vez la misma idea: “Empezamos sólo para estar un par de meses, pero llenos de ilusión, de ganas y con la clara idea de que no nos íbamos a quedar de nuevo con los brazos cruzados obteniendo noes a nuestras propuestas”. De dos meses a convertirse en una de las salas de referencia del on-Madrid y a ampliar familia teatral con La PENSIÓN de las PULGAS. El éxito llegó sin buscarlo, pero su afán sigue estando alejado de las veleidades: lo depositan en encontrar lo mejor para esta casa, en descubrir a gente brillante y profesional, en escarbar en todas las posibilidades que quepan en La CASA de la PORTERA.
Ante la cifra de las 10.000 personas que han pasado por aquí, de los grandes nombres de directores que han montado sus obras en Abades 24 (Luis Luque, Quino Falero, Benja de la Rosa, Carlos Be) o el peso de actrices como Mariana Cordero, Bárbara Lennie, Maribel Luis, Cristina Fenollar o Marta Fernández-Muro, que han interpretado a grandes personajes en el antiguo salón de los Leyva, lo primero que le pregunto a Martret y Puraenvidia es si fue más costoso llegar a este punto o mantener este altísimo nivel de exigencia y de éxito.
José Martret: ¡Los primeros sorprendidos ante este éxito hemos sido nosotros! Cuando decidimos abrir el espacio y contamos nuestra idea a los nueve actores de Ivan-Off, que apostaron por ella, no sabíamos si estaríamos dos meses. Pensábamos que la curiosidad que puede despertar el lugar haría algo, pero entre la gente que conocía a los intérpretes o sus amigos. La gran sorpresa es que empieza a funcionar Ivan-Off, que empieza a funcionar el boca a boca y que empezamos a recibir propuestas. Nuestro horario era de una función al día, pero de repente llega Carlos Be con Carmen Mayordomo, Franz Arráez e Iván Ugalde y nos proponen Peceras, una idea que vimos clarísima desde el primer momento. Así que arrancaron los miércoles. Al mismo tiempo llegan Secun y Benja de la Rosa con Presencias. Todo eso va surgiendo, es un proyecto que va cobrando vida poquito a poco. No te sé decir qué es más difícil si tener éxito o gestionarlo porque ya veníamos de una situación muy complicada: el estar en casa con los brazos cruzados, esperando que nos llamara gente, que aprobaran nuestros proyectos… Que alguien decidiera si nosotros íbamos a trabajar o no. Es verdad que poner La PORTERA en marcha supuso mucho curro porque yo trabajaba con los actores y, a la vez, entre Alberto y yo, íbamos levantando la casa. Pero… ¡Es tanta la ilusión y las ganas que tenemos! Disfrutamos mucho y lo seguimos haciendo porque siguen llegando propuestas interesantísimas. Siempre lo hablamos. El primer gran éxito de la casa fue que la idea sedujese al público. Pero el segundo es que sedujera a los compañeros de la profesión. Que, de repente, Luis Luque venga y nos diga que quiere estrenar El Pelícano versionado por Paco Bezerra y con Mariana Cordero, Juan Codina, Raúl Tejón y Helena Castañeda como intérpretes es un sueño. ¿Cómo no vas a abrir las puertas de tu casa a estas iniciativas? Más todas las propuestas de gente más anónima que leemos y que tienen un potencial brutal y que encajan en estas cuatro paredes, algo que es fundamental.
Alberto Puraenvidia: Las modas o el gestionarlas es algo completamente ajeno a nosotros, que estamos aquí dentro trabajando. Las modas se crean y surgen fuera y, como ya ha dicho José, los primeros sorprendidos somos nosotros.
J.M: Nosotros no creemos en la moda, creemos en el trabajo. Si lo que hacemos gusta, seguimos trabajando. Las cosas están de moda y otro día dejan de estarlo. Pero es que nos matamos por lo que nos gusta y por los proyectos que nos llegan, estén o no estén de moda.
P: De hecho, montan un teatro en pleno 2012 con una crisis galopante en el sector y con un Chéjov no muy conocido. ¿Por qué un Chéjov, cuando en esos momentos se buscaban obras posmodernas? ¿Por qué Ivan-Off?
J.M.- Era arriesgadísimo. Si yo voy a un productor y le digo que quiero hacer ese Chéjov, que no se ponía en escena desde 1983 en el María Guerrero, con nueve actores, con escenografía, hubiera supuesto un riesgo enorme y me hubiera dicho que no. Entonces, o lo hacíamos nosotros o nadie ponía dinero para hacerlo. Pero asumimos la aventura porque vimos que de ahí se podía sacar algo muy bueno. Así, que se lo planteo a Alberto y él imagina la decoración centrándose en la psicología de la obra y en las atmósferas. Fue un riesgo haber montado un Chéjov, igual que si hubiéramos empezado con una obra de Padilla o de Juan Mairena.
P: ¿Cómo son capaces de mantener ese justo medio entre el teatro más comercial y el más elitista?
J.M: Aquí tenemos de todo porque somos amantes del teatro en general. Yo puedo pasármelo bomba viendo un Chéjov y pasármelo bomba viendo Cerda, que es algo totalmente opuesto, o las propuestas de Benja de la Rosa, contrarias, a su vez, a lo que ofrece Luis Luque. Y me fascina Ahora empiezan las vacaciones, con esa familia encerrada de manera tan claustrofóbica y contemplando a dos palmos de mí a Lola Casamayor. Nos dejamos llevar por el instinto, por nuestro gusto y por las propuestas que recibimos. No creemos en la fórmula del éxito. Porque no existe. Si no, Pedro Almodóvar no haría una mala película ni Pandur dirigiría una mala obra de teatro. Y como lo tenemos clarísimo, arriesgamos y apostamos, no por obras de teatro en sí, sino por la gente y los grupos que forman esas obras. Si llega Lautaro Perotti y me dice que va a hacer una versión de Tennessee Williams con Bárbara Lennie y Santi Marín, tiene las puertas abiertas. ¿Y te lees el texto? Claro, yo me lo leo. Pero confías en que con este equipo van a hacer una maravilla, igual que confío en todos los equipos que trabajan aquí en la casa. Ninguno de los treinta montajes que han pasado ni ninguno de los treinta directores tenemos la fórmula del éxito, sólo la del trabajo.
P: Me gustaría que transmitieran a los lectores cuál es la quintaesencia de esta sala, qué la hace distinta.
J.M: La intimidad que se vive aquí, sin duda; la cercanía que te da el espacio respecto a los actores y que hace que se tenga una experiencia absolutamente diferente a la que se pueda vivir en cualquier otra sala de Madrid o de España. Seguro que en el mundo hay teatros así, pero la nuestra está en Madrid y en ella puedes estar rozando, por ejemplo, a la gran Mariana Cordero y ver cómo ella desarrolla su personaje durante una hora. La experiencia que vive la gente cuando asiste a un Ivan-Off, sentados durante dos horas tan cerca de los personajes y siguiendo ese arco maravilloso de sentimientos que recorren todos y cada uno de ellos hace que salgan de aquí casi enamorados. Ofrecemos un ejercicio de aproximación teatral que un amigo nuestro definía como “subcutáneo”.
P: De hecho, al acabar Ivan-Off, la empatía que se crea con el personaje de Raúl Tejón, hace que el sentimiento depresivo y el vacío existencial tan bien descrito por Chéjov te inunde. Y te lo llevas cuando sales, al igual que la carcajada y la desesperación de los actores por ser libres en Cerda, de Juan Mairena, o la angustia del maltrato a una inocente en Animal, de Rubén Ochandiano. La cercanía, para algunos espectadores, ha sido en ocasiones tan tremenda que en la obra de éste último les daban ganas de levantarse y abofetear a María Vázquez, creciéndose en ese papel de madre atribulada.
A.P: Y a otros personajes dan ganas de abrazarles. Mucha gente nos lo dice: “Quería ponerme en pie y abrazar al actor porque he visto lo mal que lo estaba pasando”. El espectador está implicado, está viviendo la experiencia.
P: De hecho, la hambruna que recorre Ahora empiezan las vacaciones, la exitosa puesta en escena de Luis Luque, hace que cuando los protagonistas abren un armario donde encuentran delicatessens, uno salive, como un perro de Pavlov.
A.P: Te llegan como flechas los sentimientos. También últimamente hemos jugado con los olores, permitiendo el lujo de que el público experimente con el olfato.
J.M: En Elepé, por ejemplo, hacían un café en directo y la cafetera se pone, al estar calculado por texto, en el instante preciso, y se sirve a continuación. Y la salida del humo hace que todo huela cálidamente, como si estuvieras en tu casa. Las actrices de Vaca 35, el grupo mejicano que nos visitó por Fringe 2013 este verano hicieron lo nunca visto: una tortilla de cebolla en su cocinita. Primero, la pocharon, luego vertieron el huevo y luego se la comieron. Y el olor juega una baza muy importante, imagínate.
P: Son posibilidades que, hoy por hoy, en un escenario a la italiana o en un cine resultan imposibles.
A.P: Esto es una mezcla: ver el teatro en primer plano, de un modo cinematográfico y de una forma directa, con todo lo que conlleva. Y no sólo está la proximidad de la representación o de los olores, sino el vibrar del timbre de la voz de los actores.
J.M: Tú mismo tienes la posibilidad de hacer el montaje. Porque puede estar hablando un secundario y, teniendo a Juan Codina en primer plano, tu mirada se puede fijar en sus reacciones respecto a lo que está ocurriendo detrás. La obra cambia según donde estés sentado. Se puede repetir una obra que ya hayas visto, desde otro sitio completamente distinto, y te da una percepción radicalmente opuesta de la misma.
P: De hecho, en Cerda, la obra de Juan Mairena que vuelve ahora en diciembre, pasa algo así. El centro de todas las miradas es Dolly. Pero también puedes fijarte en la interpretación de David Aramburu vestido de monja alternativa o en la de Inma Cuevas como sor graffitera e inconformista. Otro plano ergo una distinta mirada. Eso es algo impensable, un salto en la concepción tradicional del teatro. Y hablando de tradiciones, ¿creen que el teatro más genuino se está haciendo ahora mismo en las salas alternativas?
J.M: Sí. El teatro público está de alguna manera desprestigiado, hacen cosas incoherentes. No dan acceso a la gente que está empezando y que está mostrando una gran profesionalidad. No son capaces de abrir sus puertas. Otras salas sí estamos dando oportunidad a todos estos talentos y les ofrecemos la posibilidad de mostrar su trabajo, con el riesgo que eso conlleva. Por mucho que tú programes en el María Guerrero un Shepard, no tiene el éxito asegurado. Nosotros, como te decíamos antes, confiamos en el trabajo y que ese trabajo genere expectativa y más trabajo, pero con una fe absoluta en los creadores.
P: En los creadores que empiezan.
J.M: Claro. Es que si sólo vas a trabajar con los que ya están endiosados… ¿qué sentido tiene?
P: Seguir alimentando a determinadas élites y castas. Siempre las mismas caras en los teatros públicos.
J.M: Todo el rato.
A.P: Y en televisión más.
J.M: En los teatros podrían arriesgar porque ellos tienen subvenciones para dar motor a la creación. Y si no funciona una obra, pues no funciona, no pasa nada. Aun así, no asumen esa aventura de la apuesta por lo nuevo. Frente a la inoperancia, la asumimos nosotros, que no tenemos subvenciones y funcionamos a base de taquilla.
P: Una taquilla con el 21% pesando sobre ella.
J.M: La CASA de la PORTERA es una asociación cultural, todo lo que se gana se reinvierte en esto que ves. El 21% es un hachazo al mundo de la Cultura. Lo peor que tenemos ahora mismo es este Gobierno espantoso o este des-gobierno, como dijo Germán Torres al recoger el premio de la Unión de Actores. Un desgobierno que no ama a los artistas porque… ¿cómo puedes poner encima de algo, que ya está en la cuerda floja, un 21% de IVA? Es un asesinato. Y están consiguiendo llevar a cabo su crimen. Porque si ese 21% era para recaudar más dinero ha logrado el efecto contrario: acabar con muchos teatros, con compañías, con las giras… ¿Cuánto más tiene que pasar para que lo rectifiquen?
P: Quizá porque hay una profunda insensibilidad hacia lo que es el Arte. Presupongo que esas castas, metidas en las peceras de sus despachos, no bajan desde hace muchísimo a un teatro.
A.P: Yo casi lo llamaría venganza. De siempre, los actores han atacado mucho a los gobernantes y, cuando éstos se sienten criticados, cierran puertas, van a por los artistas.
J.M: ¡Pero nunca ha sido tan descarado!
A.P: Es que ya les da todo igual, en todos los ámbitos: el cultural, el educativo, el sanitario…
J.M: Sí, pero, en este momento, se vive una explosión teatral enorme, aunque no tengamos ayudas y quieran asesinarnos. Hay una oferta excepcional que el ministro de Cultura desconoce absolutamente. Tenemos una gama de posibilidades inmensa, te gustará una propuesta más, otra menos… ¡¿Cómo puedes decir que la gente no va al teatro porque no hay oferta?! ¡Es para traerlo a La PORTERA o a Las PULGAS y que vea toda la programación que tenemos y lo interesado que está el público!
P: Un público interesado, además, en espacios peculiares y cuidados. Siempre me ha llamado la atención el mimo que ponéis en La PORTERA en la escenografía, la iluminación y el vestuario. Cómo Alberto ha acariciado cada detalle de la decoración: el banco corrido de las salas, los cuadros de Roc Alemany, las cortinas pesadas, los espejos que juegan, las Vírgenes barrocas… Algo que tampoco veo en otras salas madrileñas.
A.P: La idea inicial de todo el tema de la decoración era Ivan-Off. El día que muriera la obra, cambiaríamos toda la sala. Pero llegó un momento en que el recinto estaba consagrado y era un delito tocarlo. Por ello, mantenemos lo que hay. De vez en cuando, voy encontrando tesoros con los que añadimos más detalles, pero ahora mismo ya nos plantamos en esto. Luego, cada obra que llega, tiene su escenografía y a algunas se las hago yo, como al nuevo Macbeth, a Cerda o a Huérfanas. En esta última, por ejemplo, convertimos el escenario en un orfelinato, con sus camas, y la otra sala en un camerino de artistas. Aunque este primer espacio es el salón de los Leyva, luego se va transformando en un lugar con detalles propios de cada obra, haciendo magia.
A.P: ¡Si soy yo, que he decorado todo esto, y no veo en ningún momento el primitivo salón de los Leyva!
P: Fascina también la dedicación exclusiva al vestuario. En Huérfanas, Jorge Calvo y José Martret, vestidos con esos camisones de postguerra, hacen olvidar que son dos hombres. E, inmediatamente, el espectador se mete en un orfanato y en la vida de las dos expósitas.
J.M: ¡Piensa que en Huérfanas tenemos haciéndonos el vestuario a Paco Delgado, que ha estado este año nominado al Oscar por Los miserables! Eso se puede dar porque Paco es amigo y cuando le mostramos la obra se apasionó por ella abriéndonos sus almacenes. De hecho, esos camisones que mencionas están hechos con restos de tela de Los miserables… ¡Llevábamos una tela comprada en Austria de una textura maravillosa! ¡Eso es un lujo! También son muchas horas las que hay que dedicarle al estilismo. Todo el vestuario de Ivan-Off estaba firmado por mí. Lo ideé, pero no lo cosí, claro. Y en Cerda… Alberto ha hecho el palio con el que comienza la obra, pero no ha construido nada más en la casa, que funciona como un guante con la propuesta de Juan Mairena. La sala contigua se convierte en una especie de sacristía, simplemente, con la ayuda del banco corrido y sigue siendo el despacho original de Iván… ¡Pero ya no está en el imaginario! De pronto, se ha convertido en un convento por obra y gracia de otro texto!
Este verano, La CASA de la PORTERA ha contado, además, con la presencia de la compañía mejicana Vaca 35, como parte de Fringe Madrid con una brutal versión de Las buenas de Jean Genet. La obra llamada Lo único que necesita una actriz es una gran obra y ganas de triunfar, pasó previamente por Kubik Fabrik. Teatro conceptual, como la obra Zigurat de los asturianos Rabos de Lagartija, que también habitó Abades 24 en julio del pasado año. Representaciones que, al ser muy diferentes de las clásicas propuestas de La PORTERA, Martret y Puraenvidia también reivindican.
El espacio, además, va tomando un carácter multidisciplinar, aunque el teatro siga siendo el corazón de la casa. La música también asaltó la sala este estío de la mano de Fee Reega, con un memorable concierto desenchufado.
A.P: Hacer unplaggeds aquí es una idea que teníamos desde el principio. Pero nos dimos cuenta de que, verdaderamente, nosotros de lo que entendemos es de teatro. Nos resultaba muy difícil lo de programar música porque no somos especialistas, aunque la idea nos apasionaba. José me mandó un día un mail con el videoclip de Fee Reega de El hombre que fuma heroína y aluciné con esa manera de cantar y ese acento y pensé: “¡La quiero aquí! Pero la quiero aquí no sólo por programarla, sino… ¡porque la quiero ver yo, la quiero ver en mi casa!”.
J.M: Ella inauguró nuestros conciertos. Hizo dos seguidos el año pasado y nos fascinó. La idea de la música, que tenía que ser desenchufada, nos apetecía mucho, como dice Alberto. Aunque no podamos poner baterías o micrófonos, la intimidad del recinto le puede gustar mucho a un artista. Es como estar en su casa cantando para los amigos, pero con un público, como un regalo a esos fans que le siguen. Y existía un punto que no habíamos tocado hasta ahora: la danza, que ha llegado en octubre de la mano de Chevi Muraday con Cenizas. Estaba claro que la danza era algo que nos apetecía, pero tiene que llegar el proyecto y el artista que diga: “Yo aquí puedo bailar”.
P: Ya saben que uno de los primeros impactos que produce La CASA de la PORTERA, al entrar en ella, es el de la colección de cuadros de Roc Alemany que albergan estas paredes. ¿Tienen pensado ampliar estos deseos de interactuación con las Artes a la pintura, hacer exposiciones?
J.M: Lo pensábamos, pero nos gusta tanto la de Alemany, encaja tan bien dentro de la casa, que se va a quedar a perpetuidad.
A.P: Adoro el trabajo de Roc. Cuando comenzamos nuestro proyecto, se lo comenté y le dije que quería cuadros suyos. Dos días antes de la inauguración, apareció con estos lienzos y… ¡yo quería llorar, no me lo creía! (risas). Sabía que iba a hacer algo maravilloso, pero quedamos eclipsados. El baño también queríamos que fuera una zona para ir cediéndola a diferentes artistas, en la que pudieran hacer intervenciones, pero nos fuimos centrando tanto en la parte teatral que ya lo dejamos.
J.M: Es que se nos escapan algunas cosas que soñamos hacer. Tanto no se puede. Porque sólo estamos Alberto y yo dirigiéndolo todo, con la ayuda de Carmen Aragunde, que nos echa una mano trabajando aquí. Pero no damos abasto. Aparte de las dos salas, se usan más espacios de la casa. Marta Fernández-Muro, con su obra Un pasado en venta, donde busca compradores para su propio hogar, utiliza la taquilla. Sale a la calle a buscar al público y ella misma ayuda a que los espectadores entren y dejen los abrigos.
A.P: En la obra, Marta también utiliza el portal. Y porque la vecina de arriba no nos deja el salón que si no…
J.M: Y en Historias del chiscón, Rulo Pardo empezaba en el cuarto de baño, con doce personas metidas dentro, el resto de público en el pasillo y él sentado en la cisterna actuando durante diez minutos.
A.P: Ha habido ideas de todo tipo. Yo quería hacer un concierto en el patio, pero ahí ya implicamos a los vecinos. ¡Imagínate un concierto con La Terremoto de Alcorcón, que era lo que soñaba! Pero quedó parado porque pensamos en ir poco a poco y cuidar mucho al vecindario.
P: Otra de las características de esta sala es la interacción constante que tiene con sus seguidores a través de las Redes Sociales. ¿Qué papel juegan para La CASA de la PORTERA?
J.M: Son importantes, fundamentales. Porque creemos que ha cambiado la manera de llegar al público. Somos muy activos en Twitter y en Facebook. Vemos que hay una comunidad a la que interesa lo que sucede aquí y que está muy pendiente de la programación. Antes parecía que, o colgabas un cartel en el Metro o en las vallas, o nadie venía a verte. Nosotros no hemos colgado ninguno. Cuidar y tener informados a nuestros seguidores es imprescindible para nosotros, al igual que mantener al día la web, que tiene más de 320.000 visitas a día de hoy. Y a esa gente nadie la obliga, entran ellos porque quieren saber qué es lo que está pasando. También nos ha ayudado mucho el interés que ha mostrado la prensa y, obviamente, eso es estupendo para promocionarnos, pero las Redes Sociales son imprescindibles.
La conversación termina hablando del memorable cumpleaños de Alaska, del que hizo partícipe José Martret a sus seguidores a través de su Instagram. También hablamos de sus premiados cortos (Taboulé, ¡¡¡Todas!!!), con vestuario de Lorenzo Caprile, otro amigo de la casa, que ya colaboró con Martret en Que nadie se entere, protagonizado por la musa del mallorquín, Maribel Luis. Caprile firma también el vestuario de Rocío Muñoz-Cobo, la perversa Lady Macbeth de MBIG (Mc Beth International Group), versión del clásico de Shakespeare que inaugura La PENSIÓN de las PULGAS.
Martret y Puraenvidia también nos avanzan el nuevo proyecto de Raúl Tejón, que verá la luz el próximo 5 de diciembre. De la interpretación Tejón se pasa a la dirección con una particular versión de El jardín de los cerezos, retitulado El huerto de guindos y que contará con intérpretes como Consuelo Trujillo, Nacho Fresneda, Carles Francino o Germán Torres.
“Fíjate todo lo que tenemos entre manos”, remata José Martret. “Y aunque tengo proyectos relacionados con cine y televisión guardados en el cajón, el teatro nos ha dado tanto que, para volver a ellos, tendrían que estar clarísimos. Aquí es donde empecé y aquí es donde está toda mi formación”.
Y mirándome fijamente, termina con una pícara sonrisa: “He vuelto a mi esencia”.
Para encontrarla, tomen la Línea 1, estación de Tirso de Molina. Encamínense por las sombras de La Latina, cuando se encienden las viejas farolas madrileñas. O interactúen con el espíritu de Lope hacia el Barrio de las Letras. Dos teatros, La PORTERA y Las PULGAS. El mismo savoir-faire. Déjense seducir.
Fotos: Pablo Álvarez Mendivil