Jérôme Ferrari acerca de "El sermón sobre la caída de Roma"
«Ignoramos, en verdad, qué son los mundos y de qué depende la existencia de los mismos. En algún lugar del universo tal vez esté escrita la misteriosa ley que preside su génesis, su crecimiento y su fin. Pero sabemos esto: para que surja un nuevo mundo primero debe morir un mundo antiguo.»
El escritor Jérôme Ferrari (París, 1968) es también traductor y profesor de filosofía en el Liceo Francés de Abou Dhabi, donde actualmente reside. Antes ha vivido y ejercido la docencia durante varios años en Argelia, y posteriormente en Córcega. Con su sexta novela, El sermón sobre la caída de Roma, Ferrari se hizo merecedor del Premio Goncourt 2012, el más prestigioso de la escena literaria francesa, y que se concede a la mejor novela publicada durante ese año. Reconocidos autores como Marcel Proust, André Malraux o Roman Gary, y más recientemente, Michel Houellebecq, Jean Echenoz o Amin Maalouf, ya recibieron el ambicionado galardón en pasadas ediciones.
Aunque escritor tardío, Ferrari ya ha demostrado con creces su talento literario. Si sus anteriores títulos están mayoritariamente ambientados en Argelia, en El sermón sobre la caída de Roma tampoco la olvida, aunque sobre todo centra la acción en Córcega, escenario de una historia que perfectamente podría asimilarse a una tragedia clásica. De forma alegórica, la novela toma su título de aquella arenga que a principios del siglo V, tras la ocupación de Roma por los bárbaros, dirigió San Agustín de Hipona a sus fieles con el fin de consolarlos ante la caída y fragilidad de los reinos terrenales: «¿Te admiras de que perece el mundo? Admírate de la vejez del mundo. Es como un hombre: nace, crece, muere. Envejece el hombre y se llena de achaques; envejece el mundo y se llena de calamidades.» “Es San Agustín el que me induce precisamente ese paralelismo porque él no trata únicamente la caída de Roma, sino que habla de una forma muy general sobre lo efímero de las cosas. Roma se convierte entonces en un ejemplo, entre otros muchos.”, comenta el autor.
El libro arranca con la Gran Guerra, señal inequívoca del final de una época, y de la mano de un pequeño microcosmos de personajes, atraviesa el siglo XX hasta nuestros días para poner en evidencia la inestabilidad del mundo y su falta de perdurabilidad. Ambientada en un pueblo de Córcega, El sermón sobre la caída de Roma nos descubre a Marcel, un arisco y tozudo viejo, oficial fracasado y superviviente de la Segunda Guerra, que parece volcar toda su frustración en su nieto Matthieu, un joven que añorante continuo de sus raíces corsas, decide regentar junto a Libero, amigo desde la infancia, un bar de la localidad. Ambos son capaces de renunciar a sus estudios de filosofía para levantar un espacio propio, el que para ellos sería el mejor de los mundos posibles. Completando el choque ideológico y generacional se encuentra Aurélie, hermana de Matthieu, que pasa momentos de confusión interior y serias desavenencias con su pareja.
“Matthieu es un personaje totalmente inconsciente. Lo concebí como un niño de tres años pero en el cuerpo de un joven. El hecho de negarse a ver lo que es desagradable es una característica muy típica de la primera infancia. Y además hoy día, vivimos en un mundo en que esa infancia tiende a prolongarse más de lo debido”, explica Ferrari. “Aurélie es quizá la más realista de todos, la que se enfrenta con más fuerza a las circunstancias, aunque no estoy seguro que ese personaje lo concibiese así desde el principio; es la joven que ve la realidad de manera más adulta. Y Marcel muestra una especie de simetría: lo que él detesta en su nieto es una imagen invertida de sí mismo. Marcel tampoco es realista, tanto es así, que no hay una forma de la realidad que pueda contentarle, sino más bien decepcionarle. Marcel sueña con irse y Matthieu con regresar, y no lo consiguen ni el uno ni el otro. Ambos terminan teniendo la misma desilusión, el mismo fracaso”.
Las intenciones, inicialmente inexpertas, de Matthieu y Libero cuajan a la primera. Aquel negocio ha conseguido dar valor a sus vidas: «eran los amos y señores de un mundo perfecto, un país bendito, en el que manaban la leche y la miel». En su huída de aquel mundo que se les pretendía imponer, han construido un pequeño edén sustentado de grandes ilusiones. Pero como ocurre en toda creación del hombre, pronto se les escapará de las manos y les sobrepasará. «Y si no la destruye, es ésta quien lo destruye a él». El sueño se convertirá en una pesadilla de vergüenza y corrupción. Y lo peor para ellos, no será contemplar impasibles aquello en lo que se estaba convirtiendo su mundo ideal, ese que con tanto esfuerzo habían levantado, sino asumir la maldición de verlo caer.
Convocado a reconstruir los despojos de la guerra, Marcel se trasladó siendo joven a la parte francesa del África Occidental. Aurélie por su parte emprende un viaje a Argelia para trabajar en las excavaciones arqueológicas de Hipona. Ferrari reconoce que ese país es un tema que no puede dejar de tratar en sus novelas: “Argelia fue una experiencia que me marcó mucho. Es un país difícil para vivir, aunque a la gente allí es realmente encantadora. Llegué en 2003, cuando a causa del terrorismo los Liceos Franceses llevaban diez años cerrados. Cuando se retomaron las clases, los alumnos, en su mayoría argelinos, retornaron al Liceo con un deseo de aprender realmente increíble, algo que no había visto antes, y que un profesor no suele ver. Esos años de residencia cambiaron mucho mi forma de escribir; no sé por qué, pero es algo que ocurrió… como pasa con todos los cambios profundos, que son difíciles de comprender. También la Segunda Guerra Mundial o el imperio colonial son temas que me gusta tratar: vienen de una tradición familiar de ascendientes militares que habían estado en África, Indochina… De hecho, en Córcega impactó mucho en la vida cotidiana la historia colonial francesa”.
Literatura y filosofía se dan la mano en un texto que enfrenta los planteamientos y las reflexiones de los personajes sin ocultamientos, sin máscaras que disimulen la claridad del mensaje buscado. Con la audacia de una prosa limpia, ordenada, a veces presurosa y otras abiertamente poética, el autor reviste las ideas de San Agustín y Leibniz de una ficción vehemente, que quizá más que calmar, busca soliviantar al lector sobre la imposibilidad de las cosas eternas. Como Roma, el bar representa ese entorno de aparente perfección donde los pobladores creen haber encontrado la tranquilidad y la dicha, sin ser conscientes de que el alma de los hombres está normalmente predispuesta a corromperse. Es entonces cuando ya solo queda esperar el final, aceptar que todos los mundos tienen una génesis, un crecimiento y un fin… Ferrari pretende interpretar las crueles rutas que va marcando esa ley. “Eso no evita que, afortunadamente, la gente tenga proyectos. Hay una frase de Nietzsche que dice que el hecho de que la gente viva, muestra, pese a eso, hasta que punto al vida es interesante”, comenta el autor.
“La idea de corrupción me interesaba para comprender como terminan las cosas, como acaba algo… debido a un hecho externo, accidente, o bien que la lógica del fin de una cosa es inherente a la cosa, como si acabara derrumbándose por su propio peso. Me da la sensación que en la historia asistimos más bien a derrumbamientos internos que vienen dados por la propia podredumbre de las cosas”. Con un lenguaje contundente y hermoso, de frases categóricas y profundas raíces filosóficas, el autor abarca varios espacios temporales en función de los pasos que siga cada personaje. Con ello busca también reforzar ese eje e idea esencial que subyace a lo largo de toda la novela: la temporalidad de los mundos, de la amistad, de las civilizaciones, del poder, de la felicidad, del hombre, del destino…
El sermón sobre la caída de Roma. Jérôme Ferrari. Editorial Mondadori, 2013. 192 páginas. 17,90 €
Por Benito Garrido.