"Los caracteres", de Jean de La Bruyère
Por Sara Roma.
Cuando Los caracteres se publicó en Francia en 1688 comenzó a rumorearse que había nacido un nuevo filósofo, discípulo de Platón. Razón no les faltaba a quienes leyeron la traducción de Los caracteres, de Teofrasto (372-288 a. C.), del griego al francés, de la mano de Jean de La Bruyère (París, 1645 – Versalles, 1696) escritor y moralista francés.
Desde 1688 Los caracteres es considerada una obra maestra de la literatura francesa, un clásico que se fue enriqueciendo a lo largo de los años gracias a las aportaciones de La Bruyère y que vio la luz en nueve ediciones sucesivas, completas y ampliadas hasta su muerte en 1696. Aunque en un principio su trabajo se limitó a la traducción de la obra homónima del escritor griego, posteriormente fue ampliando la obra con una serie de retratos psicológicos inspirados en personajes conocidos del siglo XVII analizados desde una perspectiva moral, pero escritos emulando el estilo de Teofrasto.
Ahora es posible disfrutar de esta lectura gracias a la continua apuesta de Hermida Editores por rescatar y poner en valor la lectura de clásicos como este que nunca pasan de moda. Hermida ha apostado por publicar una versión definitiva de esta obra maestra que ha sido traducida por la Fundación Consuelo Bergés, que además ha completado con la revisión y traducción de los extractos que faltaban (de la 414 a la 418) en la versión original.
Bajo el nombre de “caracteres” La Bruyère retrata a reyes, burgueses, cortesanos, príncipes, etc., constituyendo un crítico mosaico de una época marcada por la doble moral, los vicios y la frivolidad de la vida pública de una época, la del siglo XVII, que mucho se parece a la actual. Aunque se trata de piezas breves moralizantes, casi como cuentos, Los caracteres estaba escrito con un estilo literario tan labrado, centrado en la riqueza expresiva y la descripción precisa y minuciosa, que pronto se granjeó el favor y la admiración de un público que demandaba nuevas ediciones con más caracteres. Su obra se hizo tan célebre que contribuyó a la consolidación de una prosa clasicista que imitaron escritores como Flaubert, Balzac o Proust.
Fue su papel como preceptor del joven duque de Borbón lo que le permitió conocer de cerca a nobles y cortesanos para componer esta obra en la que abundan las consideraciones políticas y las reflexiones sociales. Fustiga, por ejemplo, la extrema desigualdad social, pero está lejos de ser un revolucionario y, ante la incertidumbre de lo que pueda venir, concluye que lo más cuerdo es optar por el estado y el régimen en que se ha nacido. En realidad, Los caracteres compendia todo su esfuerzo literario y pensamiento filosófico. Pero no debe perderse de vista que, en realidad, son los caracteres y las costumbres del siglo XVII las que le interesan describir. Para La Bruyère, todo lo que le rodea merece un exhaustivo y crítico análisis. Nada le es ajeno y le pasa desapercibido: desde el arte, al mérito personal, la espiritualidad, las mujeres, la fortuna, el amor, el arte de la conversación…
Leer Los caracteres en el siglo XXI es una cura de humildad, pues nos demuestra que, en definitiva, no hemos cambiado tanto. Pienso, por ejemplo en los políticos y en quienes nos gobiernan y veo que el pensamiento de La Bruyère es totalmente actual: “Muchos hombres se parecen a esos árboles ya crecidos que trasplantados a los jardines sorprenden a quienes los ven colocados en hermosos lugares donde no los vieron crecer y de los cuales no conocen ni los comienzos ni los progresos”.
—-
«Los caracteres»
Jean de la Bruyère
Hermida Editores, 2013
480 pp., 22 €