"El gran favor": juguete cómico para José Luis Gil y Muñiz de Urquiza
Por Horacio Otheguy Riveira
El gran favor es un disparate de los de antes, con poca chicha, escasa inspiración y mucho pitorreo. El público lo agradece: sabe a lo que va y lo disfruta.
Dos actores con notable éxito en comedias de televisión han llegado al teatro de la mano de buenas funciones, con textos divertidos muy bien elaborados como, por ejemplo, Fuga, de Jordi Galcerán, donde José Luis Gil protagonizaba a un ministro corrupto que se creía muy listo y que solo, solito y solo se fue directo a la boca del lobo felizmente enganchado a una mujer de rompe y rasga, a su vera (tras brillantísimo reparto con Amparo Larrañaga, Kyra Miró y Francesc Albiol, dirigidos por la gran Tamzin Townsend), había un desopilante Mauro Muñiz de Urquiza, timador un poco bobo que se las apañaba para provocar carcajadas interpretando a un falso y temible pistolero.
Aquello fue de impacto y allí a los dos actores les nació una amistad duradera, compacta, en la que se asomó la posibilidad de trabajar juntos. Así las cosas nació El gran favor, como una posibilidad de aprovechar sus habilidades en un contexto de divertimento puro y duro. Lo que les ha salido es lo que en tiempos se hubiese llamado juguete cómico o disparate cómico o sainete de los deprisa y corriendo. Así de antigua es la función que, a pesar de estar firmada por dos autores de hoy, apenas tiene desarrollo, avanza a trompicones con exceso de lugares comunes ya que la estructura brilla por su ausencia, y el crecimiento de las situaciones se basa exclusivamente en la capacidad histriónica del dúo, apenas acompañado por otros actores en vídeo con proyecciones a los lados del escenario.
Graciosos en la pista
A pesar de tantos defectos hay que reconocer que la cosa tiene su gracia, especialmente si se tiene en cuenta lo mucho que influye un público entregado que acaba por conformar otro espectáculo paralelo. Por ejemplo, el público de un jueves (patio de butacas lleno) que, a partir de los primeros 15 minutos de desconcierto, festeja la juerga escénica de tal manera que los cómicos aumentan sus recursos, sacan brillo a sus chistes de texto e improvisación, y sobre todo destacan en muy aplaudidos momentos de guasa y expresión corporal a tope.
Hay quien llora de risa, tanto entre los mayores que han vivido los espectáculos de célebres cómicos nacionales que se comían lisa y llanamente la función (léase Pepe Isbert, Paco Martínez Soria, Quique Camoiras, Tony Leblanc, Andrés Pajares, Fernando Esteso, Maricarmen Prendes, Lina Morgan…), como jóvenes que no han tenido esa deliciosa y a la vez perniciosa experiencia de un teatro pobre y enemigo de la creatividad, pero con capacidad de crear un género que, primero y principal, ha de contar con la complicidad de los espectadores.
La comedia va de un tipo muy tímido, beato, colgado de su madre a pesar de su edad bastante avanzada, que entra en el bar de otro más joven, tatuado y decidor de algunos tacos, y tontería va tontería viene se dan cuenta que se sienten solos y no les vendría nada mal tener un amigo. No tienen nada que ver, no se parecen en nada, y sin embargo son dos caras de una misma moneda: alegremente torpes, tristemente desolados, rellenando tiempos vacíos hasta que el del bar necesita que su ya gran amigo le haga El gran favor: uno nada común relacionado con el sexo, la esposa, y las cosas del amor que les atraviesan como flechas cargadas de veneno reidor. Cuando se llega aquí, ya la sala está completamente rendida, bien dispuesta a dejarse mojar por una imparable lluvia de disparates. La función nos premia con un final sorprendente que nos induce a salir del teatro con una sonrisa.
El gran favor
Autor: Carolina Noriega y Mauro Muñiz de Urquiza.
Director: Manuel Gancedo.
Intérpretes: José Luis Gil, Mauro Muñiz de Urquiza.
Música: Mauro Muñoz de Urquiza.
Escenografía: Decoración Dharma.
Iluminación: Eduardo Vizuete.
Lugar: Teatro Reina Victoria.
Fechas: Hasta el 26 de enero de 2014.
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