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La piel de los extraños (Ignacio Ferrando)

 

 Por Juan Gómez Bárcena

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 La piel de los extraños, Ignacio Ferrando.

Editorial Menoscuarto, 2012. 235 pp. 

La piel de los extraños de Ignacio Ferrando (Trubia, Asturias, 1972), editada por Menoscuarto, acaba de alzarse con el prestigioso Premio Setenil al mejor Libro de Relatos del año. Este acontecimiento constituye un inmejorable pretexto para reseñar su obra en nuestra sección, complementando así la entrevista que le dedicamos el pasado año a cargo de Esther Ginés y la tertulia a la que fue invitado junto a Javier Sagarna  .

La fascinación que ejerce sobre nosotros el volumen comienza desde su título, muy sugerente y sobre todo extraordinariamente oportuno. Los once relatos que componen La piel de los extraños reflexionan precisamente acerca del concepto de identidad, los límites de nuestro yo, el encuentro a menudo hostil con el Otro. Así sucede por ejemplo en el cuento homónimo, donde asistimos al juego de seducción de una pareja que tras quince años de rutina deciden comenzar a “desconocerse”, ocultar mutuamente parcelas de su vida para devolver a su matrimonio la pasión por lo desconocido, y con ello lograr la conversión de la persona amada en una presencia deseable y al mismo tiempo amenazadora. Aún más simbólica es la carga del excelente relato “Tres violines”, donde se nos plantea hasta qué punto nuestra identidad reside en una esencia propia o en el discurso que aquellos que creen conocernos generan sobre nosotros. Esos extraños que nunca pueden reducirse a un papel de meros observadores, pues incluso su mirada acaba afectándonos y transformando nuestras vidas, tal y como les sucede a los delirantes científicos de “Los sistemas”.

Pero esta extrañeza de la que nos habla Ferrando se traslada también a la elección de los espacios. Casi indefinido es por ejemplo el campo de concentración que habita la protagonista de “Liberación”, un entorno que en su abstracción logra simbolizar todas las opresiones vividas por el género humano. Fantasmal es también la ciudad de Nueva Cartago, un enclave en la costa del Pacífico abandonada por sus habitantes en vísperas de que un tsunami la arrase: sus calles desiertas son el escenario elegido por dos adúlteros para pasar sus últimas horas, libres de la hipocresía social que les ha obligado a permanecer separados los últimos diez años. Otros escenarios son imposiblemente reales, como el desierto que cierto profesor sueña en “Los atardeceres de Tagfraut” y que finalmente resulta existir, si bien el protagonista no descubrirá en sus arenas la liberación sino el infierno. Por no hablar de la atmósfera kafkiana que envuelve “Babel”, que recoge las labores de construcción de una torre infinita.

Otro de los indiscutibles aciertos del libro es la potencia de su estilo. La prosa de Ferrando, meticulosa y precisa como un mecanismo de relojería, logra sin embargo insuflar a las palabras un calor y un poder emotivo que las convierten en una arquitectura viva, hecha de carne e irrigada de pasiones, capaz de asombrarnos intelectualmente pero también de emocionarnos. Tal vez el ejemplo más claro de la combinación de estas dos dimensiones sea el relato “Los sistemas”, donde un científico se propone estudiar un bloque de edificios hasta reducir a los seres humanos que lo habitan en variables cuyos efectos puede manipular y predecir. En este relato sin duda Ferrando bebe de sus conocimientos de ingeniería y matemáticas: de hecho todo el texto parece una encarnación de la hipótesis del demonio laplaciano, así como su desenlace me hace recordar la teoría de indeterminación de Heisenberg y su incapacidad de observar un sistema sin interferir en su desarrollo. Con este material, que fácilmente podía hacer caer el relato en lo cerebral o en lo farragoso, el autor sin embargo ha logrado dar al texto una respiración humana que nos conmueve y emociona.

La piel de los extraños, tercer libro de relatos de Ignacio Ferrando, ha supuesto la consolidación de una voz que ya se ha situado como uno de los indiscutibles referentes del género en nuestro país. Esperamos que el Premio Setenil que acaba de recibir sirva para hacer llegar más lejos este regalo que la editorial Menoscuarto nos ha hecho a los lectores. 

 

 

 

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