De la Sota y Fisac, luz y vanguardia en pleno franquismo
Por Lara Marchante.
Paseo del Prado, Madrid.
Hasta el 23 de febrero de 2014.
El Museo ICO recupera para el gran público a dos grandes figuras de la geografía urbana española en “Fisac De la Sota, miradas en paralelo”. Una ambiciosa muestra, compuesta por más de 500 objetos de distinta naturaleza, que recorre la trayectoria personal y profesional de dos de los arquitectos más importantes de nuestro país de mediados del siglo XX, reconocibles por no transigir con la ortodoxia característica del periodo en el que vivieron.
El homenaje a Alejandro de la Sota (Pontevedra, 1913 – Madrid, 1996) y Miguel Fisac (Daimiel, Ciudad Real, 1913 – Madrid, 2006) coincide con la celebración del centenario del nacimiento de ambos. Esta curiosidad temporal sirve como excusa para unir a los dos creadores y también para marcar el inicio de esta exposición, ya que son los aspectos de su biografía los que nos permiten sentar la base comparativa entre ambos, con evoluciones tan dispares. Por ello no es de extrañar que dentro de la antología se identifique a cada uno con un color simbólicamente antagónico: el azul para De la Sota y el rojo para Fisac.
La exhibición parte de un eje cronológico que reúne, a modo de collage, algunas de sus obras más significativas (fotografías, mobiliario, planos y maquetas) con elementos relacionados con su vida personal (como retratos de familia o dibujos de amigos de la profesión). El barrido nos permite trazar algunas similitudes profesionales ligadas al contexto, pues a medida que desarrollan unas arquitecturas alejadas de las propias del régimen franquista, sus proyectos dejan de ser de carácter público para ser de financiación privada, lo que les da más libertad y permite profundizar aún más en su estilo propio.
Frente al clasicismo historicista de corte imperial y el regreso al localismo dominante de entonces, De la Sota introdujo en la fisionomía de sus edificios el semblante racionalista, auspiciado por Mies van der Rohe, y Fisac quedó profundamente influido por el organicismo arquitectónico nórdico (Gunnar Asplund) y estadounidense (Lloyd Wright). Ambas vertientes, de inspiración internacional, acabaron en un proceso de experimentación matérico personal: mientras que el primero basculó a diseños más livianos, con prefabricados; el segundo apostó por soluciones estructurales y ornamentales en hormigón armado y materiales pesados.
Una de las partes de mayor interés para el visitante está situada en la entreplanta, destinada a tres de los trabajos más representativos de cada autor. Esta sala- de aspecto laberíntico- está compuesta por estanterías de las que cuelgan imágenes en distintos soportes de sus edificios (vídeos bocetos en papel, planos con alzados y plantas de las construcciones) y fragmentos de algunos de los materiales utilizados por los arquitectos para vencer, con imaginación, los obstáculos técnicos que les salían al paso.
Entre otros proyectos, se pueden contemplar el Instituto Cajal de Microbiología (1949-1950), de Miguel Fisac, y el Gimnasio del Colegio Maravillas (Madrid 1960-1962), de Alejandro de la Sota, dos de las edificaciones más inconfundibles del paisaje de Madrid. Ejemplos del periodo de maduración de Fisac -quién resolvió el edificio creando una estructura ingeniosa, dividida en dos pabellones unidos por una gran estructura central- y de la funcionalidad arquitectónica de De la Sota, que destaca por su iluminación natural.
La última de las plantas está divida espacios diferenciados: el de Fisac, más lóbrego, que pretende ser una alegoría de sus principales influencias (sus viajes y sus materiales fetiche) y el de De la Sota una habitación multimedia, en blanco, donde podemos observar sus obras en distintos catálogos y en una página web.
Esta retrospectiva podrá visitarse hasta el día el 23 de febrero, dejando patente el talento de ambos autores que supieron absorber y fagocitar las tendencias arquitectónicas exógenas que definieron el siglo XX. Como deberes para los asistentes quedan la búsqueda de los puntos creativos comunes de los diseñadores y el sentido de la existencia de esa tercera planta.
Los menos entendidos en esta disciplina podemos maravillarnos con las formas que tanto Fisac como a De la Sota nos dejaron, y quedarnos con el regusto esperanzador de la frase de Octavio Paz, aunque solo se aplicara a la estética: “La arquitectura es el testigo insobornable de la historia, porque no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él el testigo de una época, su cultura, su sociedad, sus intenciones…”