Crónicas ligerasEscena

El teatro se ríe de sí mismo en ‘¡Qué desastre de función!’

Por Horacio Otheguy Riveira

Acertada exhibición de un brillante cruce de personajes por delante y por detrás del escenario, con una coda final desternillante.

Una excelente farsa del arte de la comedia desarrollada en un sinfín de tropiezos. Es el gran acierto del autor Michael Frayn muy bien llevado a cabo por el director Alexander Herold. Caso único en la historia del teatro de un director que organiza puestas en escena diferentes con distintas compañías tanto en España como en Reino Unido ¡de la misma comedia durante más de 20 años!, además de muchas otras funciones de clásicos, contemporáneos y óperas. Sin duda su sentido de la musicalidad y la expresión corporal de los actores facilita esta explosión de talento ya que el esfuerzo de los intérpretes es mucho mayor de lo normal.

De manera que lleva razón en su loco amor por esta loca comedia; si estuviera en mis manos haría lo mismo, ya que no ha surgido otra pieza teatral que supere este juego de rivalidades entre actores y sus personajes en un símil de la vida cotidiana con su gran despliegue de disparates.

'Qué desastre de función'
Foto: Josep Aznar.

El primer acto presenta a una compañía muy sobreactuada ensayando un modelo de vodevil cutre (¿Me enseñas la sardina?) con elementos de engolada ‘alta comedia inglesa’, con intérpretes que delimitan papeles de otros actores muy definidos, todos carcajeantes, a la vez que procuran interpretar los personajes propios de la obra.

El segundo acto transcurre meses después, en la parte de atrás del decorado que vimos en el primero, mientras se representa la función que al principio ensayaban y que ahora está muy deteriorada, con muchos fallos y rifirrafes. El elenco va y viene de la escena al otro lado y lo que vemos es una parodia sin palabras mientras se escuchan ráfagas del texto de la función; líos sentimentales, barrabasadas técnicas, amistades enrarecidas, ramos de flores en manos equivocadas, uno que otro embarazo, deseos y penalidades con mucho del mejor slapstick: estilo de comedia proveniente del cine mudo basado en golpes, caídas y empujones que exigen una gran disciplina en teatro donde los trucos han de repetirse con enorme precisión; cuando se logran con la eficacia de esta función resulta muy impactante, un retorno al humor más directo mientras se entreteje una comedia muy elaborada.

La acción es trepidante, nos reímos mucho de los actores tan ridículos y luego nos reímos con los ridículos actores y enseguida nos despatarramos de risa pensando que esos tarados tan ridículos podríamos ser nosotros.

El título original es Noises Off (Ruidos fuera), y se estrenó en 1982. Se ha traducido a 28 idiomas y se ha representado en 50 países. Una compañía con Amparo Baró entre sus intérpretes la estrenó en Madrid en 1984 con este mismo director; en 1997 se montó una nueva versión de la compañía Dagoll Dagom en catalán y en castellano (Per devant i per darrera, Por delante y por detrás), hasta que reapareció el director inglés, Alexander Herold para reponer la actual versión ya en 2012.

Son reposiciones-estreno, ya que los cambios en el reparto le dan un toque nuevo a este frenesí de situaciones por donde se filtra una pasión: el teatro dentro del teatro, y luego otra, ya existencialista: los distintos papeles que somos capaces de interpretar para superar lo mejor posible los tortazos que nos depara la vida.

Este desastre de función está montado como un musical sin canciones en el que múltiples partes se combinan en un perfecto puzzle a ritmo trepidante. Un jolgorio que ahora es interpretado por primera vez por un elenco que consigue notable ensamblaje desde el primer momento hasta el saludo final —que también lleva ingeniosa puesta en escena.

'Qué desastre de función'
Foto: Josep Aznar.

Carmen Conesa es el ama de llaves, criada para todo servicio, y una actriz que nunca recuerda adecuadamente los movimientos ni la letra, y una amante despechada y furibunda (feliz reencuentro con el vodevil, después de algunos papeles dramáticos de gran calado como la prostituta de Madre Coraje, la hija atormentada de La Loba o la vertiginosa madre asesina de Münchhausen); Ana Barrachina es la señora formal que se va descalabrando, y la actriz incansablemente cotilla que enreda hasta el delirio y se despierta de pronto con una capacidad resolutiva excepcional; su marido en la ficción es Josep Linuesa, un caballero acosado por Hacienda, especialista en mil y un despistes interpretado por un actor más despistado aún con aspiración de sumamente serio y concentrado;  Juli Fábregas es siempre el mismo, pero con variantes sorprendentes: un director desquiciado que además ensaya Hamlet en otro teatro con un grupo de actores a cual más neurótico y un protagonista que le tiene desesperado porque le llama todas las noches atormentado por la duda de si lo va a hacer o no lo va a hacer.

Vanesa Romero es la chica bombón, y la actriz de muchos cursos de escuelas de teatro pero que a la hora de la verdad siempre está en la misma pose y cuando se pone en acción pierde una lentilla o reparte bofetadas; su aspirante a amante es Miquel Sitjar, un prodigio de flexibilidad, un clown asombroso que se ocupa de interpretar a un pobre tipo con ínfulas y a un actor incapaz de decir dos frases completas sin equivocarse; el veterano Pepín Tre y los jóvenes Leire Ruiz y Vito Sanz complementan con tres personajes aparentemente menores, con eficaces golpes de efecto.

 

¡Qué desastre de función! (Por delante y por detrás)

Autor: Michael Frayn.

Versión: Paco Mir.

Director: Alexander Herold.

Diseño estructural de la escenografía: Pep Codolosa.

Apuntes escenográficos: Xavi Erra.

Acabados escenográficos: Joan Jorba.

Vestuario: Miriam Compte.

Iluminación: Susana Abella.

Lugar: Teatro Caser-Calderón.

Fechas: Desde el 31 de octubre de 2013.

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